Resumen
EEUU y sus aliados están preparando nuevas
sanciones que se añadan a las existentes para forzar al régimen de los ayatolás
a abandonar su programa nuclear. En respuesta, los Guardianes de la Revolución
aprovecharon sus maniobras de enero de 2012 para amenazar con cerrar el Estrecho
si se aplican esas sanciones. Este ARI estudia los riesgos militares y los
energéticos en una aproximación basada en las fuentes abiertas disponibles hasta
el momento y que integra en dos escenarios. En un primer escenario, de tensión,
Irán mantendría esa amenaza de corte como instrumento de presión en su
enfrentamiento con las potencias occidentales y regionales. La inestabilidad
duraría todo el tiempo –años– que queda para completarse o cancelarse el
programa nuclear iraní y se podría traducir en demostraciones de fuerza o
acciones encubiertas que no reducirían la oferta de crudo procedente del Golfo
pero que elevarían su precio por encima del precio normal de mercado. En el
segundo escenario, de enfrentamiento armado, cualquier intento de cerrar el
Estrecho o perturbar el derecho de paso de los buques daría lugar a una rápida
escalada militar para controlar el espacio naval y aéreo y restablecer el
tránsito de petroleros. La duración de este escenario dependería de la magnitud
del intento de cierre, desde unos días en caso de un bloqueo limitado seguido de
una reacción rápida hasta semanas en caso que la reacción fuera tardía y el
bloqueo total. El cierre y el enfrentamiento provocarían un salto inmediato en
el precio del petróleo que se reduciría o se incrementaría en función de la
evolución de las expectativas sobre el tiempo necesario para reabrir el
Estrecho.
Análisis
EEUU y sus aliados sostienen un pulso con Irán
para que desista de su intención de disponer de armas nucleares. Para evitarlo,
se han ido sucediendo medidas de disuasión y de distensión que no han conseguido
el efecto deseado. A las medidas diplomáticas siguieron los embargos de
tecnología para evitar o retrasar el acceso a medios nucleares y tecnología de
misiles y, también, aunque se desconoce su autoría, se han sucedido acciones
encubiertas en los dos últimos años en suelo iraní que han causado la muerte de
científicos o militares asociados al programa de enriquecimiento del uranio o al
desarrollo de los misiles balísticos. En reciprocidad, Irán le ha puesto las
cosas difíciles a EEUU y a sus vecinos del Golfo estos últimos años utilizando a
los movimientos terroristas a los que subvenciona, a sus fuerzas especiales
(quds) o a sus seguidores étnicos o religiosos, tal y como lo ha venido
haciendo en Irak, Afganistán, Líbano, Arabia Saudí, Yemen y Bahrein, entre otros
países. Viendo que el programa nuclear avanza de forma inexorable, el presidente
Obama firmó a finales de 2011 nuevas medidas que penalizan la colaboración con
empresas y bancos iraníes, incluido su Banco Central, y la UE está ultimando
sanciones sobre sus exportaciones de petróleo. En respuesta, los Guardianes de
la Revolución pusieron en marcha unas maniobras destinadas a preparar el cierre
del Estrecho de Ormuz y amenazaron con bloquearlo en cualquier momento.
Las nuevas sanciones estadounidenses y la inminencia de las europeas,
previstas primero para el 30 de enero y luego adelantadas al 23 para no hacerlas
coincidir con un Consejo Europeo que quiere centrarse en la crisis de la
eurozona, tensionaron inmediatamente el mercado del crudo. El precio del
petróleo tipo Brent de referencia en Europa pasó de moverse en el nivel de los
108 dólares por barril a finales de diciembre de 2011 a tantear los 114 dólares
en las primeras semanas de 2012 (a 16 de enero se situaba en el entorno de los
111 dólares), lejos de los máximos alcanzados por el conflicto libio a
principios de abril de 2011 (casi 130 dólares) pero cerca de los existentes en
septiembre tras la caída de Gadafi. El West Texas Intermediate (WTI), de
referencia en EEUU, se situó a principios de enero en 104 dólares por barril, en
máximos desde mayo de 2011, para luego descender hasta el entorno de los 100
dólares. Además, el descenso de las importaciones chinas de crudo iraní, que en
enero se redujeron casi a la mitad –y que se prevé que sigan disminuyendo el
próximo mes– ha provocado que algunas refinerías chinas se hayan empezado a
abastecer de crudo del Mar del Norte, volviendo a hacer rentable el arbitraje
entre Europa y Asia, con el probable aumento de los precios del crudo en los
mercados asiáticos.
EEUU mantiene un enfrentamiento con el régimen de los ayatolás desde su
nacimiento y en los últimos años se ha impuesto entre los dirigentes iraníes la
percepción de que EEUU no desea normalizar sus relaciones con Irán sino cambiar
un régimen teocrático e islamista por uno democrático y secular. Esta percepción
se ha consolidado tras constatar que EEUU ha cambiado mediante la fuerza los
regímenes de los talibán y de Sadam Hussein, así como el de Gadafi –tras
renunciar éste a desarrollar su capacidad nuclear– mientras no ha podido hacerlo
con el de Corea del Norte porque sí dispone de capacidad nuclear. Por otro lado,
Irán sostiene un pulso geopolítico por la hegemonía regional con los gobiernos y
comunidades suníes de la zona, pretende acabar con Israel y no ha conseguido
erradicar el riesgo latente de los separatismos kurdos y baluchis. Por eso, el
desarrollo del programa nuclear es vital para la supervivencia del régimen
iraní, para que sus dirigentes puedan demostrar a su población que han sido
capaces de convertir a Irán en una potencia nuclear contra todo y contra todos y
para disuadir a sus rivales de cualquier tentación de cambio de régimen por la
fuerza.
El creciente impacto de las sanciones comerciales y, sobre todo, su mala
gestión económica, obligaron al régimen iraní a reducir abruptamente los
subsidios a los combustibles y los alimentos en diciembre de 2010 para evitar
una crisis fiscal. Los precios aumentaron de manera fuerte e inmediata, y el
régimen hubo de silenciar a los medios de comunicación y realizar un despliegue
importante de sus fuerzas de seguridad para controlar el descontento popular.
Estas medidas acabaron con el último mecanismo de distribución de rentas del
petróleo a la población iraní y, por tanto, con su ya escasa legitimación
económica. Como resultado, se ha registrado un empobrecimiento social debido al
desvío de recursos económicos a fines nucleares y militares, los problemas de
suministro y la carestía de bienes y servicios básicos –que se agravarán aun más
con las próximas sanciones–. No obstante, el régimen iraní se las ha arreglado
bien para sobrellevar las sanciones comerciales y sacar adelante su programa
nuclear, aunque todavía no se sabe cuál es el efecto real sobre el mismo de las
sanciones comerciales ni el de las acciones encubiertas. También ha sabido
suprimir cualquier oposición que pueda avivar los rescoldos de las
movilizaciones del Movimiento Verde en 2009 o articular una versión chií de la
“primavera árabe”, hasta el punto de que podría encontrarse sin oposición que
concurra a las próximas elecciones de marzo.
En el bando contrario, EEUU y sus aliados europeos, las monarquías del Golfo
e Israel se ven contra las cuerdas frente a un Irán camino de la bomba nuclear y
han optado por decidido ampliar las sanciones a los flujos financieros y a las
importaciones de petróleo, un tipo de sanciones mucho más efectivas pero que
pueden conducir a situaciones indeseadas como un cierre del Estrecho que obligue
a usar la fuerza contra Irán. Este riesgo, en un contexto de crisis económica y
financiera internacional, y con los riesgos de recesión que afrontan los países
europeos, causaría un choque de oferta difícil de asumir a corto plazo. La
recuperación europea se ve dificultada por un nivel de precios actual por encima
de los 100 dólares por barril, y aunque la crisis y los altos precios tienden a
destruir la demanda occidental de energía, el precio no baja porque la demanda
asiática sigue al alza (según la última previsión de la US Energy
Information Administration, el consumo mundial de petróleo aumentará en 1,3
millones de barriles/día durante 2012 y en 1,5 millones en 2013 debido sobre
todo al aumento de la demanda asiática). Con los fundamentales del mercado
–demanda y oferta– ajustados, cualquier escalada de la tensión geopolítica en la
zona puede tener efectos muy negativos sobre el precio del crudo y la economía
mundial.
Además de la importante caída causada en su capacidad de producción y de
exportación, las futuras sanciones podrían causar la paralización de buena parte
de sus proyectos de exploración y producción de hidrocarburos, por ejemplo en el
campo gasista de South Pars donde –hasta ahora– participan empresas europeas.
También pondrán en riesgo el estatus de los Guardianes de la Revolución y su
capacidad de influencia, ya que quienes más guardan la revolución son también
quienes acaparan la mayor parte de sus beneficios económicos e industriales (su
conglomerado económico incluye construcción, ingeniería, telecomunicaciones,
energía, automoción y construcción naval, entre otras que la sitúan en
influencia económica sólo por detrás de la Compañía Nacional de Petróleo y el
Legado del Imán Reza) y quienes menos se han visto hasta ahora afectados por las
sanciones. La amenaza iraní tiene que enmarcarse en un contexto donde los
gobiernos llamados a aplicar nuevas sanciones están sopesando sus riesgos y
oportunidades y parece más orientada a sembrar dudas y divisiones entre quienes
piensan aplicar las sanciones que a materializarla. Sin embargo, una vez que las
sanciones se adopten y, sobre todo, según cómo se adopten, los dirigentes
iraníes podrían tomar en serio la opción de cierre del Estrecho.
¿Cual podría ser la respuesta de Irán si es atacada?
Básicamente estimamos dos posibles respuestas por parte de Irán si estos hechos tienen lugar.
ESCENARIO 1
1, Intento de bloqueo del Estrecho de Ormuz con la consecuente paralización y asfixia de las exportaciones mundiales de crudo en un 50% a 60% estimado, para ello Irán se ha dotado recientemente de los revolucionarios misiles SunBurn fabricados y suministrados a la República Islámica por Rusia y capaces de partir un portaviones estadounidense por el impacto y la velocidad cinética (3 match) que alcanzan. Esta interrupción del normal suministro de crudo provocaría un golpe mortal al las economías de EE UU y La Zona Euro que presumiblemente estarán en vías de recuperación, provocando el desplome definitivo de las mismas.
Ormuz y el mercado mundial del petróleo
El estrecho de Ormuz es el principal cuello de botella (choke point) del comercio mundial de crudo. En 2011, cerca del 35% del petróleo transportado por rutas marítimas pasó por Ormuz, lo que constituye aproximadamente el 20% del comercio mundial de crudo. El tránsito ha aumentado con fuerza desde los 16 millones de barriles/día (mbd) en 2010 hasta alcanzar los 17 mbd en 2011. Este aumento es debido en su práctica totalidad al aumento de producción de Arabia Saudí y, en menor medida, de otros emiratos del Golfo para compensar la pérdida de producción libia en los mercados internacionales. Eso supone un tránsito medio por Ormuz de 14 petroleros cargados al día, y un número similar de buques vacíos en busca de carga. De ellos, unas dos terceras partes son superpetroleros de más de 150.000 toneladas, que por su estructura compartimentada y medidas de seguridad debidas al tipo de carga que transportan constituyen objetivos más resistentes y difíciles de dañar de lo que se suele pensar.
Mapa 1. El Estrecho de Ormuz y sus canales de
navegación
Como se puede ver en el Mapa 1, la parte más estrecha tiene 45 km y por ella
existen dos canales de tránsito de 3,2 km de ancho con una zona de separación de
igual medida entre ellos. El grueso de ese tránsito, más de un 85%, tiene como
destino los mercados asiáticos, básicamente Japón, la India, China y Corea del
Sur. Sin embargo, varios países europeos reciben una parte significativa de sus
importaciones de crudo –y en el caso español, de gas– a través de rutas que
transitan por Ormuz. En 2010, aproximadamente el 15% de las importaciones de
crudo de la UE-27 y el 4% de las de gas transitaron por Ormuz. Para España, el
papel estratégico del Estrecho es mayor que para el conjunto de la UE porque con
datos de la Corporación de Reservas Estratégicas (CORES), España importó entre
septiembre de 2010 y octubre de 2011 más del 35% de sus importaciones de crudo
de los principales productores del Golfo (14,7% de Irán, 14% de Arabia Saudí y
6,4% de Irak). Las importaciones españolas de gas de Qatar representaron el 13%
de las totales en ese mismo período y un 0,5% adicional provino de Omán.
El problema del cierre radica en que no existen rutas alternativas con
capacidad suficiente para mantener abastecidos a los mercados (véase el Mapa 2).
Arabia Saudí tiene un oleoducto que atraviesa el país de este a oeste
(Petroline) que está operando casi al límite de su capacidad de unos 5 mbd. El
crudo iraquí podría transportarse a través del oleoducto que une Kirkuk con el
puerto mediterráneo de Ceyhan en Turquía, pero el oleoducto norte-sur iraquí
está cerrado por las diferencias entre el gobierno kurdo y el gobierno central
iraquí y es objeto de atentados insurgentes. Los otros tres oleoductos
existentes están cerrados: el Tapline que une Arabia Saudí con Líbano
(0,5 mbd), el Iraqi Pipeline across Saudi Arabia (IPSA) y el que
conectaba el oleoducto norte-sur iraquí con Siria.
Mapa 2. Oleoductos alternativos al cierre del Estrecho
de Ormuz
A corto plazo, no sería posible desviar el flujo energético a través de
dichos oleoductos y sólo podrían liberarse las reservas estratégicas de los
países miembros de la Agencia Internacional de la Energía, como ya ocurrió el
verano de 2011 para reducir las tensiones del mercado del petróleo a causa de la
interrupción de suministros libios. No obstante, ello sólo supondría una ayuda
–limitada– si el bloqueo resultase parcial o la interrupción se limitara en el
tiempo. Los países consumidores podían buscar suministradores alternativos, pero
dada la fungibilidad del mercado del crudo y la importancia de los productores
de la región, ello implicaría irremediablemente un fuerte aumento de precios,
además de considerables problemas logísticos para la industria. A medio plazo se
podría intentar reactivar el oleoducto IPSA y transportar algunas cantidades de
crudo adicionales por el Petroline, aun cuando sólo representarían una fracción
mínima de los 17 mbd en tránsito naval por el Estrecho, pero para reactivar o
reparar algunas de las infraestructuras existentes o acelerar otros proyectos en
curso habría que esperar a un plazo más largo (está prevista la apertura en mayo
de 2012 de un nuevo oleoducto, el Abu Dhabi Crude Oil Pipeline, que
llevaría el petróleo hasta el puerto omaní de Fujariah).
Quienes no creen que Irán llegue a cerrar el Estrecho lo argumentan en el
elevado coste que le representaría, tanto por los ingresos que dejaría de
recibir como por el desabastecimiento marítimo o el coste económico asociado a
la destrucción de infraestructuras en una confrontación militar. Sin embargo,
las nuevas sanciones pueden alterar drásticamente esa lógica porque si se
aplican de forma inmediata, inflexible y completa, Irán tampoco podría realizar
sus exportaciones e importaciones como hasta ahora, por lo que las sanciones
pueden reducir los incentivos para mantener abierto el Estrecho. Parece que las
sanciones aprobadas por EEUU incorporan cierta flexibilidad, dando seis meses a
los países y empresas afectadas para reajustar su cadena de suministros. También
contemplan excepciones cuando éstas se argumenten en términos de seguridad
energética, además del waiver con que cuenta el presidente por razones
de seguridad nacional. La discusión en Europa parece reflejar también
preferencias disímiles por parte de los Estados miembros en función del peso de
sus importaciones de crudo iraní. Resulta difícil pensar que el embargo
petrolero decretado por la UE vaya a ser inmediato y total en su aplicación, y
ya se manejan plazos de seis meses para aplicarlo. Tampoco parece que los
importadores asiáticos vayan a prescindir totalmente de Irán como fuente de
suministros. El margen de actuación entre el statu quo previo, con unas
sanciones que hasta hace poco apenas han afectado económicamente al país en
comparación con los errores de política económica del régimen y su mala gestión,
y un embargo y bloqueo completos es suficientemente amplio como para calibrar y
modular bien los incentivos, evitando errores de cálculo difíciles de revertir.
Una aplicación gradual y flexible de las sanciones, que aumente su coste
progresivamente sin llegar a impedir la obtención por parte de Irán de unos
ingresos mínimos, reduce el incentivo de un bloqueo de Ormuz al ser su coste
relativo mayor que el de unas sanciones menos restrictivas.
Preparando el cierre:
la apuesta iraní por la estrategia de combate
asimétrica
La amenaza de cerrar el Estrecho es una práctica habitual del régimen iraní desde la época de los años 80 y ha recurrido a ella cada vez que ha sido objeto de presión internacional, tanto por su apoyo al terrorismo internacional en los 90 como por su programa nuclear en la última década. A diferencia de entonces, Irán cuenta ahora con capacidad militar para denegar el tránsito por el canal, al menos temporalmente. La configuración actual de la estructura de fuerzas navales iraníes obedece a las lecciones aprendidas del pasado cuando EEUU se hizo cargo de la protección de los petroleros kuwaitíes durante el conflicto irano-iraquí (la tankers war de 1987-1988). Su enfoque simétrico, tratando de combatir como los estadounidenses, demostró ser un fracaso cuando EEUU puso en marcha la operación “Mantis Religiosa” en abril de 1988 como represalia por la colocación de minas iraníes en el estrecho. La operación tuvo una fase anfibia de asalto sobre las instalaciones militares iraníes costeras e insulares y una fase de combate aeronaval que acabó con la destrucción de varios buques iraníes sin que las fuerzas estadounidenses se vieran afectadas por los misiles y torpedos lanzados contra ellas. Por el contrario, el enfoque asimétrico ensayado entonces –emplear unidades ligeras y minas contra las fuerzas convencionales estadounidenses– dio mejores resultados (las minas empleadas ralentizaron el tránsito naval, dañaron a petroleros e, incluso, a la fragata USS Samuel B. Roberts) aunque no fue suficiente para garantizar el cierre del Estrecho. La evidencia de la inferioridad iraní llevó a sus dirigentes a poner en marcha un programa de reestructuración asimétrica destinado a reforzar las capacidades contra buques, reforzar las defensas costeras y multiplicar las plataformas de actuación sobre el Estrecho para infligir el mayor daño posible a la Armada estadounidense en lugar de pretender combatir con ella.
Irán ha sustituido los misiles anti-buque Harpoon de origen estadounidense
por los Yingyi-82 (C-802) chinos, menos vulnerables que aquellos a las medidas
electrónicas y a la interceptación, además de producir sus propios misiles cuya
cantidad o calidad no se conoce exactamente pero que respaldan sus amenazas (las
últimas maniobras en el Estrecho en enero de 2012 sirvieron para presentar a
varios tipos de misiles y equipos de tecnología propia o bajo licencia). También
ha multiplicado el número de lanchas rápidas y de plataformas desde las que se
puede sembrar minas o atacar a las unidades navales aprovechándose de su
cantidad para aumentar sus posibilidades de éxito. Finalmente, las fuerzas se
han desplegado sobre las bases y plataformas más próximas al Estrecho,
incluyendo la ocupación de algunos islotes sobre el canal (Irán ocupó en 1992
las tres pequeñas islas de Abu Musa, Tung as Sughra y Tunb al Kubra,
estratégicamente situadas a ambos lados de los canales de acceso, una ocupación
a la que los Emiratos Árabes Unidos –EAU– sólo han reaccionado por vías
diplomática y jurídicas) y se han reforzado las guarniciones, fortificado y
artillado las instalaciones y mejorado la coordinación de las operaciones de
ambas marinas con un nuevo sistema de mando y control.
Irán cuenta con dos marinas unidas bajo el control de los Guardianes de la
Revolución: la tradicional Marina de la República Árabe Islámica (MRAI) y el
Cuerpo de Marina de la Guardia Revolucionaria Islámica (CMGRI). La primera
cuenta con unos 20.000 miembros, incluidos 5.000 marines, y equipo poco avanzado
distribuido en mueve bases. Disponen de corbetas anticuadas y un centenar de
buques rápidos de distinta configuración armados con misiles chinos anti-buque
(CSS-N-4) de una generación anterior a los Yingji-82 (C-802) de los que disponen
la CMGRI y otros tipos de misiles anti-buque más antiguos. Operan los submarinos
iraníes: tres convencionales de origen ruso, 12 submarinos de bolsillo de
patente norcoreana y ocho capaces de colocar minas y fuerzas de operaciones
especiales.
Por su parte, el CMGRI cuenta con unos 20.000 miembros, de ellos 5.000
marines, y dispone de unos 40 patrulleros rápidos de armados con misiles
anti-buque de distintos tipos incluidos los más avanzado (C-802), junto a otras
50 lanchas rápidas de fabricación nacional, china y norcoreana armadas con gran
diversidad de sistemas anti-buque, así como varios centenares de embarcaciones
ligeras. El CMGRI dispone de mayor capacidad de fuego y medios más avanzados que
la MRAI, incluidas sus propias baterías de misiles (unas 12-18 con unos 200-300
misiles CSS-C-3 de 100 km de alcance) y su despliegue está centrado en el
Estrecho, donde operan desde la base de Band-e-Abass y las islas de Abu Musa,
Sirri y Larak, lo que les coloca en primera línea de cualquier operación de
bloqueo del Estrecho, tanto para colocar minas sobre los canales de paso,
incluidas minas de proximidad y acústicas, como para atacar los buques
petroleros, a sus escoltas o a los que participen en la limpieza de minas.
Irán dispone de la suficiente variedad y cantidad de medios para denegar el
tránsito –al menos temporalmente– para lo que sólo tiene que colocar minas sobre
los canales de paso del Estrecho o frente a los puertos de carga del Golfo.
Puede hacerlo desde prácticamente cualquier tipo de buques a submarinos pasando
por buceadores, con lo que sería difícil evitar su colocación inicial y
posterior. Tampoco necesita bloquear el tránsito completamente, porque le
bastaría colocar algunas minas para perturbarlo, obligando a operaciones de
limpieza y ralentizar el tránsito de buques. También podría disparar algún misil
sobre cualquier buque en tránsito o provocar un incidente que afectara a la
seguridad marítima. Lo anterior sería suficiente para disparar los precios del
petróleo y subir el coste de seguros y transportes al menos hasta que se
volviera a reabrir con garantías. No obstante, para causar efectos similares le
bastaría amenazar con hacerlo, lo que genera dos escenarios de desestabilización
y de enfrentamiento según exista una amenaza creíble o la constatación del
cierre, respectivamente.
Escenario de desestabilización y tensión
En el primero escenario, de desestabilización, Irán mantendría la amenaza de corte, realizaría acciones o gestos destinados a reforzar la credibilidad de su amenaza para evitar las sanciones o para castigar a quienes las apoyaran. En función de la evolución de las sanciones o de la situación interna y regional, Irán podría recurrir a maniobras, demostraciones de fuerza, sabotajes, acciones irregulares o encubiertas, actuar directamente o mediante terceros y manejar la escalada de la tensión de forma ambigua para dificultar la respuesta a la misma de los afectados. Este tipo de actuaciones se prolongaría en el tiempo mientras dure el pulso entre la consecución del programa nuclear y las sanciones para evitarlo, un escenario que duraría años y que terminaría cuando las sanciones colocaran al régimen de los ayatolás en una situación insostenible o fracasaran en su aplicación. En el primer caso –y teniendo poco que perder– Irán podría aventurarse a materializar su amenaza, mientras que en el segundo se desmovilizaría la presión internacional sobre Teherán. Para desestabilizar el mercado de petróleo y la economía internacional, Irán puede articular una estrategia de propaganda y de actuación que le permita mantener la credibilidad de su amenaza y la ambigüedad sobre sus intenciones.
En el plano militar, la respuesta no puede ser otra que reforzar el
despliegue militar en la zona para prevenir el cierre y preposicionar los medios
necesarios para su limpieza y reapertura. De momento, EEUU ha duplicado el
número de grupos de combate en la zona y contará con cuatro para esas funciones,
pero deberá completar el poder aeronaval con la incorporación de unidades
navales contra minas que están ubicadas a semanas de navegación tanto de las
costas estadounidenses como de las de sus aliados con esos medios. El despliegue
demostraría a Irán la credibilidad de una respuesta militar y reduciría las
posibilidades de éxito de un cierre anunciado pero su presencia multiplicaría
las posibilidades de un enfrentamiento o accidente que pudiera poner en marcha
la escalada. Sin embargo, las unidades navales deben preservarse a distancia
para evitar convertirse en blancos fáciles (siguiendo la suerte de la corbeta
israelí hundida por Hezbolá en 2006 frente a las costas de Líbano).
En el plano energético, este escenario mantendría el patrón creado en enero
de 2012, situando el precio del petróleo por encima del precio normal de mercado
y la variación de la oferta dependería de la eficacia y alcance de las sanciones
sobre la exportación iraní y de la capacidad de los países del Golfo para
compensar la disminución iraní. Unas sanciones flexibles y graduales como las
que se manejan podrían gestionarse por el sector petrolero con cierta facilidad,
pero a condición de que la capacidad ociosa de Arabia Saudí se llevase a límites
inexplorados hasta la fecha. Los más de 2 mbd exportados por Irán son en su
mayoría crudo pesado, de sustitución relativamente fácil por petróleo saudí, a
diferencia de lo ocurrido con el crudo ligero libio, pero sería complicado que
Arabia Saudí compensase íntegramente la salida del mercado del tercer mayor
exportador mundial de crudo. Los mercados permanecerían tensionados por el
aumento de la prima de riesgo geopolítico, pero los precios podrían no ir mucho
más allá de lo visto en 2011.
Anunciar la disposición a liberar reservas estratégicas por parte de la
Agencia Internacional de la Energía y, en su caso, llevarla a cabo como se hizo
en el verano de 2011 para mitigar el impacto de la crisis libia, podría ayudar a
relajar los mercados. En paralelo, se podrían adoptar medidas a medio plazo para
diversificar la ruta de Ormuz y presionar a Irán. Probablemente, la opción de
menor coste y tiempo sería complementar la capacidad del oleoducto en
construcción a través de Emiratos que, además, optimiza la diversificación de
las rutas destinadas a Asia. Lo mismo se podría hacer con el oleoducto
Petroline aunque su rendimiento depende de la capacidad del canal de
Suez y del oleoducto Suez-Mediterráneo (Sumed), en el caso de los corredores
destinados a Europa, o de los costes de reconducir el cargamento hacia los
mercados asiáticos del Mar Rojo al Golfo de Adén a través de otro choke
point: Bab el Mandeb.
Escenario de enfrentamiento y escalada
Si se produce un intento deliberado de cierre, el escenario cambiaría a uno de enfrentamiento armado cuya intensidad y duración dependería de varios factores que se analizan a continuación, pero que representarían un salto cualitativo en las repercusiones militares y energéticas. En líneas generales, cualquier intento de cerrar el Estrecho o perturbar el derecho de paso de los buques daría lugar a una rápida escalada militar para controlar el espacio naval y aéreo y restablecer el tránsito de petroleros. La duración de este escenario dependería de la magnitud del cierre, desde unos días en caso de un bloqueo limitado seguido de una reacción rápida hasta semanas en caso que la reacción fuera tardía y el bloqueo total. El cierre y el enfrentamiento provocarían un salto inmediato en el precio del petróleo que se reduciría o se incrementaría en función del tiempo necesario para reabrir el Estrecho.
En el plano militar hay que resaltar la rapidez en la escalada militar
motivada tanto por la necesidad de evitar el cierre como por la tensión
acumulada en el escenario anterior (por no añadir la posibilidad de que Israel o
EEUU aprovechen la ocasión para atacar instalaciones nucleares iraníes).
Cualquier acción iraní encaminada al cierre desencadenaría la respuesta de las
fuerzas estadounidenses desplegadas y vigilantes para evitar que Irán pudiera
realizar un minado intensivo y prolongado y porque su inhibición se
interpretaría por los dirigentes iraníes como un signo de debilidad –una
debilidad que han visto en su retirada iraquí y afgana– por lo que se verían
incentivados para subir el nivel de sus provocaciones.
EEUU corre ahora mayores riesgos para desplegar sus grandes unidades, ya que
los Guardianes de la Revolución (el CMGRI) pueden llevar a cabo ataques
simultáneos de muchas unidades navales pequeñas y veloces o disparar misiles
anti-buque, por lo que tendría que atacar las bases e instalaciones militares,
los sistema de mando y control y los radares, algo para lo que ahora cuentan con
más inteligencia, fuerzas especiales y medios no tripulados que en el pasado.
Las acciones aeronavales sobre esas instalaciones son necesarias tanto para
evitar nuevos minados como para proceder al desminado, sin que se pueda
descartar la ocupación de algunos de los de los islotes estratégicos sobre el
Estrecho. Para ello han estado conduciendo juegos de guerra durante los últimos
años y han realizado ejercicios –las maniobras Arabian Gauntlet–con sus
aliados árabes en la zona y con potencias occidentales como el Reino Unido,
Francia y Australia según los años, destinadas a mejorar la capacidad de
prevención y respuesta frente a acciones de cierre de estrecho dentro de
operaciones de seguridad marítima.
EEUU también podría anticiparse a cualquier minado una vez que sus medios de
inteligencia detectaran los preparativos iraníes al efecto. EEUU podría actuar
sobre instalaciones portuarias en la zona, evitando que salieran sus buques o
destruyéndoles junto con las instalaciones de radar para evitar el minado del
canal o el lanzamiento de misiles. Sin embargo, parece poco probable que EEUU
vaya a realizar este tipo de ataque anticipatorio porque aunque existiera la
amenaza de cierre inminente, usar la fuerza primero reforzaría el victimismo y
la propaganda iraníes, debilitaría la oposición interna y generaría simpatías
externas al discurso iraní de resistencia contra una agresión imperialista,
además de indisponer a China, la India y Rusia, entre otros, contra EEUU. En
este escenario sin escalada, donde el enfrentamiento no pasa de la provocación y
su respuesta, el período comprendido entre la detección del inicio del minado y
la anulación de las capacidades de defensa anti-buque podría durar –según las
estimaciones disponibles en fuentes abiertas– días, si el minado es limitado y
el desminado selectivo (abriendo un canal de paso o Q-route), y hasta
un mes si el minado es significativo y el desminado exhaustivo (eliminando todas
las minas).
Si las dos partes reproducen el patrón de comportamiento del pasado, su
comportamiento será contenido y progresivo para evitar la escalada. Pero en un
contexto de tensión como el actual, la escalada se puede producir
deliberadamente, siguiendo una estrategia controlada, o de forma involuntaria,
por un error de cálculo, una imprudencia (dado el nivel de fanatismo y
animosidad de los pasdaran del CGRMI) o por una concatenación de
sucesos. El escenario de escalada comprende tanto la reiteración del escenario
anterior en un ciclo continuado de provocaciones y respuestas como el salto a
nuevas medidas y contramedidas de mayor intensidad militar. Irán podría escalar
recurriendo a una estrategia de cierre intermitente, retrocediendo cada vez que
se le opongan medios militares, para volver a intentarlo apenas se hayan
retirado del escenario esas capacidades. Pero esa estrategia justificaría una
escalada de EEUU hacia objetivos más estratégicos y menos tácticos para mantener
su credibilidad, incluso imponiendo un embargo naval a Irán y una zona de
exclusión aérea para proteger el tránsito por el Estrecho.
Como se ha visto en Libia, EEUU tiene capacidad para iniciar una escalada
pero si se prolonga necesitaría organizar una coalición sobre la marcha que le
apoyara y buscar la legitimación internacional de la escalada. En ella podría
participar los países árabes del Golfo si son atacados directamente por Irán
pero es poco probable que lo hagan sin una provocación mayor aquellos países
que, como Arabia Saudí, son vulnerables a la subversión iraní en sus
territorios. Otros socios potenciales son el Reino Unido y Francia, que tienen
presencia en la zona y acuerdos de colaboración bilateral con algunos países del
Golfo pero no parece que pudieran justificar una intervención militar para
defender la seguridad energética del Estrecho salvo que fueran objeto de un
grave ataque o que el coste del cierre movilizara a sus gobiernos y opiniones
públicas. Ese ataque, otros o un agravamiento de la crisis económica podrían
llevar a esos aliados y a EEUU a utilizar a la OTAN en “modo libio”para una
intervención internacional amparada en la ilegalidad del cierre de los
estrechos. La participación de los países europeos sería más probable en la
medida que se participara en las sanciones, ya que tendrían que asumir su cuota
de solidaridad en el coste militar de sus decisiones.
En esta situación, y anulada la capacidad iraní para cerrar el estrecho por
la fuerza, el régimen de los ayatolás podría –también en “modo libio”– intentar
atrapar a las fuerzas de la coalición en una guerra de desgaste o en una
operación aeronaval de exclusión prolongada en el tiempo. También podría
movilizar su influencia sobre Hezbolá o Hamás para abrir un conflicto con Israel
o a sus seguidores chiíes para desestabilizar gobiernos como los de Yemen,
Bahrein o Arabia Saudí, pero al igual que las sanciones económicas, las acciones
subversivas tardan en producir resultados y, mientras tanto, sirven para
legitimar a quienes las padecen. Por el contrario, parece que no va a poder
seguir presionando directamente a EEUU con su apoyo a las insurgencias iraquí y
afgana como hasta ahora, una vez que se ha producido la salida americana de Irak
y está anunciada la retirada de Afganistán.
No resulta fácil predecir el impacto energético de un escenario con tantas
combinaciones posibles de escalada militar. Una escalada de ese tipo provocaría,
sin duda, una gran convulsión en los mercados internacionales de crudo,
proporcional a su alcance, intensidad, duración y, sobre todo, a sus resultados.
Pero si se produjese un intento de cierre creíble, o si se produjese una
perturbación del tránsito, la prima de riesgo geopolítico aumentaría con fuerza.
Por no hablar del impacto sobre los precios que tendría una escalada que
afectara a la estabilidad interna de Arabia Saudí o Irak.
Un cierre efectivo dispararía los precios y todas las predicciones aportadas
por los gurús del sector: 150, 175 o 200 dólares no son más que
especulaciones porque el precio real del barril dependería del tiempo necesario
para reabrir el Estrecho y de la evolución de las acciones militares. La
liberación rápida y en cantidad de reservas estratégicas por la Agencia
Internacional de la Energía debería ser acompañada de medidas similares
concertadas previamente con otros consumidores como China y la India. En el
supuesto de que la reapertura fuera rápida, el impacto del shock de
oferta sería temporal y podría gestionarse por el conjunto del sector y el
recurso a las reservas estratégicas. Si tras la reapertura persistiera el riesgo
de cierre, entonces se volvería a la situación descrita en el escenario de
tensión, con un sobreprecio debido a esa probabilidad y al aumento del coste del
tránsito en seguros y fletes.
Conclusiones
El cierre del Estrecho puede mantenerse dentro
del escenario actual –más factible– de tensión aunque también puede derivar en
otro más peligroso –pero menos probable– de enfrentamiento. Ambos tienen efectos
militares y energéticos de importancia, pero los actores disponen también de
instrumentos para modular su evolución. En ambos escenarios pierden todas las
partes enfrentadas, por lo que se debería sopesar bien los riesgos de una
escalada hacia el escenario de enfrentamiento armado.
Si Irán fuera un actor simétrico a los occidentales tendría en cuenta el
coste económico de sus iniciativas, pero el régimen iraní se enfrenta a su
propia supervivencia y manejará la escalada según evolucionen sus posibilidades
de sobrevivir. Sus cálculos se establecerán sobre la repercusión interna y
externa de sus iniciativas, por lo que hará todo lo posible por preservar su
narrativa victimista de conspiración imperialista-sionista-suní y su discurso
nacionalista de soberanía y orgullo frente a los agresores. Controlando los
medios de comunicación, puede reforzar esa narrativa hacia dentro, pero sus
acciones pueden acelerar una conjunción de todos los enemigos a los que se está
enfrentando por separado que podría ser fatal para el régimen de los
ayatolás.
Hasta ahora, los mercados parecen confiar en que las probabilidades de cierre
del Estrecho de Ormuz son limitadas, en que Irán se comportará como un actor
racional y en que EEUU y sus aliados serán capaces de mantener el Estrecho
abierto. Han acusado la inestabilidad creada por las amenazas de cierre pero se
preocupan más por las posibles reducciones de las exportaciones de crudo iraní
debido a las sanciones. Por eso resulta crucial la forma en la que se aplican
las mismas, ya que una modulación y secuencia inapropiadas privarían a Irán de
los incentivos necesarios para mantener abierto el Estrecho y facilitarían su
paso de una estrategia de tensión a una de enfrentamiento armado. Los márgenes
de cálculo se están estrechando para el régimen de los ayatolás y resulta
difícil conocer cuando se producirá el punto de ruptura con el escenario actual,
por lo que es necesario evaluar con atención cómo se deben aplicar las sanciones
y prever los mecanismos energéticos necesarios para minimizar el impacto de una
perturbación del tráfico por el Estrecho de Ormuz.
ESCENARIO 2
2 Un ataque mediante misiles, por otra parte ya operativos y con la autonomía probada para alcanzar su objetivo, sobre el complejo nuclear Israel de Dimona, que podría liberar a la atmósfera isótopos radiactivos letales para la vida y provocar una lluvia radiactiva principalmente en India Pakistán por efecto de los Monzones, desestabilizando otra zona muy sensible desde el punto e vista del equilibrio nuclear.
INFORME
Centro de Investigación Nuclear del Néguev
El Centro de Investigación Nuclear del Néguev ( 31° 0'11.71"N, 35° 8'47.38"E)es una instalación nuclear israelí situdada en el desierto del Néguev, a unos diez kilómetros al sur de la ciudad de Dimona.
Su construcción comenzó en 1958, con asesoramiento francés, con el objetivo de construir un reactor nuclear para alimentar una planta desalinizadora, que permitiría el cultivo en el desierto del Néguev. No obstante, otro de los usos que se sospecha que pudiera haber tenido el reactor de Dimona es el de construir armas nucleares, y muchos expertos en asuntos de defensa apoyan esta hipótesis.1 El Gobierno de Israel nunca ha confirmado o desmentido estas teorías, aplicando lo que se conoce como "estrategia de ambigüedad".
El reactor de Dimona se activó en algún momento entre 1962 y 1964. Con el plutonio producido, y quizás también con algo de uranio enriquecido, supuestamente adquirido de forma misteriosa (ver Operación Plumbat), las Fuerzas de Defensa Israelíes probablemente obtuvieron sus primeras armas nucleares antes de la Guerra de los Seis Días.
Aunque el gobierno de Israel ha afirmado siempre que este reactor se ha usado para fines civiles, algunos U-2 norteamericanos sobrevolaron el lugar para medir los niveles de radioactividad en el aire. También, se especula con que una señal detectada por un satélite de los EEUU sobre el Atlántico el 22 de septiembre de 1979 era de hecho una prueba nuclear realizada por Israel o Sudáfrica (incidente Vela).
Cuando la inteligencia norteamericana descubrió el objetivo real de Dimona a principios de los 60, pidió que Israel se sometiera a inspecciones internacionales. Israel aceptó, pero con la condición de que fuesen los inspectores de EE.UU. y no los del Organismo Internacional de Energía Atómica los que llevaran a cabo las inspecciones. Además, todas las inspecciones deberían ser notificadas por adelantado. Algunos creen que los israelíes conocían el plan de visita de los inspectores y pudieron ocultar el objetivo real del complejo (la fabricación de armas nucleares). Esta tarea de ocultamiento la habrían llevado a cabo instalando falsos muros y otros dispositivos antes de cada inspección. De modo que los inspectores informaron al gobierno norteamericano de que sus inspecciones eran inútiles, ya que los israelíes restringían enormemente las áreas donde podían trabajar, hasta que finalizaron en 1969.2
Israel tampoco ha firmado
el Tratado de No Proliferación Nuclear.
el Tratado de No Proliferación Nuclear.
En 1986, Mordechai Vanunu, un antiguo ingeniero de Dimona, reveló a los medios algunas pruebas de la existencia del programa nuclear israelí. En concreto, tomó 60 fotografías de la central de Dimona, que fueron publicadas en el diario británico The Sunday Times. Su información sigue siendo la fuente más detallada que se ha hecho pública sobre el programa israelí de armas nucleares. Las fotografías de Vanunu cubrieron casi todas las instalaciones de Dimona, mostrando la producción de plutonio, las esferas de plutonio usadas en cabezas nucleares y también la fabricación de otros componentes de bombas nucleares. Según la información de Vanunu, Israel podría tener hasta 200 cabezas nucleares, incluidas bombas de neutrones. Varios agentes del Mossad le secuestraron en Italia, sedándolo y llevándolo de vuelta a Israel. Una corte israelí le juzgó en secreto por los cargos de traición y espionaje, condenándolo a dieciocho años de prisión. En la primavera de 2004, Vanunu salió de la cárcel, pero se le denegó el pasaporte. Fue arrestado de nuevo en noviembre de 2004, acusado de nuevos cargos por violar los términos de su libertad y liberado algunos días más tarde.
Tras el secuestro de Vanunu, en octubre de 1986, el diario británico The Times publicó que Israel tenía material suficiente para construir aproximadamente 20 bombas de hidrógeno o termonucleares y 200 bombas de fisión o nucleares. Según el Carnegie Endowment for International Peace, Israel dispone, en 2007, de entre 100 y 170 cabezas nucleares. Según el teniente coronel Warner D. Farr, del Ejército de los EE.UU, Israel disponía en 1997 de más de 400 armas nucleares y termonucleares. Según la revista de información de defensa Jane's, se cree que, en 2004, Israel tenía por lo menos 200 armas nucleares (posiblemente más que el Reino Unido), incluyendo las armas termonucleares. Sus misiles balísticos de alcance intermedio (IRBM) son capaces de alcanzar la mayoría de los países árabes e incluyen 50 misiles Jericho-2 con un alcance de 1500 km y una carga útil de 1000 kg. También incluyen alrededor de 50 misiles Jericho-1, que tienen un alcance de 500 km y una carga útil de 500 kg. El programa Jericho-3, que está actualmente en desarrollo, producirá los misiles con un alcance de 4800 km y una carga útil de 1000 kg. Además, el cohete Shavit se podría modificar para llevar armas nucleares, que darían a Israel una capacidad intercontinental (alcance 7800 kilómetros). Las armas nucleares pueden ser lanzadas también con aviones como F-4E Phantom, Kfir-C2, F-l5 o A-4 Skyhawk. A finales de 2003, Israel y los EE.UU colaboraron para desplegar en la flota israelí de submarinos misiles de crucero Harpoon, suministrados por EE.UU, y que pueden ser armados con cabezas nucleares
Según publicó Jane's en noviembre de 1994, las instalaciones nucleares israelíes son las siguientes: Soreq (diseño y prueba), Dimona (reactor nuclear y planta de procesamiento del plutonio), Yodefat (ensamblaje de las armas) y Kfar Zajariya (almacenamiento).
El reactor de Dimona fue defendido por baterías de misiles Patriot en previsión de ataques durante la guerra de Irak de 2003.
Recientemente se han manifestado preocupaciones por este reactor, que ya tiene más de 40 años. En 2004, las autoridades israelíes distribuyeron tabletas antirradiación de yodo a miles de residentes de la zona.3.
Fuentes:
Félix Arteaga
Investigador principal, Seguridad y Defensa, Real Instituto Elcano
Gonzalo Escribano
Investigador principal, Energía, Real Instituto Elcano
Wikipedia
IRÁN
PROCLAMACIÓN REPÚBLICA ISLÁMICA
1 Abril 1979
IRÁN
PROCLAMACIÓN REPÚBLICA ISLÁMICA
SINASTRÍA
ISRAEL
USA
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA SIBLY
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RUSIA
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COMBINADA
CHINA
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