jueves, 1 de diciembre de 2011

Rafael Lafuente y Karl Ernst Krafft


Rafael Lafuente, fue un gran astrólogo andaluz, que cobró mucha notoriedad en las postrimerías del franquismo, a raíz de su gran acierto predictivo: La Crisis del Petróleo de Octubre de 1973.
Don Rafael, quien recuerdo prefería llamarse futurólogo, tal vez llevado por el desprestigio que soportaba el término "astrólogo", en aquellos años últimos del franquismo, había conocido al mismísimo Krafft, el célebre astrólogo personal de Hitler, en la embajada española en Berlín, donde Rafael con veintitantos años, y llevado por su curiosidad por la tecnología productiva Alemana, había logrado un puesto de trabajo de la forma más rocambolesca. Como decía ambos cultivaron la amistad y Krafft le inicio en la Astrología, claro que esto fue años antes de su caída en desgracia, cuando Hitler lo recluyó junto con otros colegas astrólogos en campos de concentración donde, como había predicho el mismo Krafft, encontraría su muerte.
A Rafael Lafuente muchos, los mas mayores, le recordaréis en sus apariciones de principios de cada año en televisión, donde solía hacer un poco de prospectiva del periodo anual que se iniciaba, con su extravagante melena blanca era la imagen de un uraniano, no por casualidad había nacido un 13 de febrero de 1914 con una buena acumulación de planetas en acuario: Sol Venus Júpiter y Urano. Algunos lo recordareis tal vez, cuando anticipó el día de su propia muerte. El bueno de don Rafael ahí se equivocó, aunque estuvo cerca....,. Acabó el día predicho en el hospital, pero sobrevivió............
A continuación les transcribo la predicción que publicó en la prensa Rafael Lafuente. La verdad es que resulta bastante impresionante, aunque ya sabemos que en España nadie es "profeta en su tierra". Si este astrólogo hubiese sido francés actualmente seria muchísimo más valorado y reconocido.......
Desgraciadamente es una constante en la historia de España, y la gente valiosa al final huye de aquí....

Ahí va la predicción que hizo:


"Hablemos. Pero hablemos años antes de que pueda materializarse en el tiempo y en la Historia lo que el imaginario cronista anticipa en la precedente fantasía futurológica. Hablemos con la realista machaconería que el caso se merece. No fue fantasía (aunque entonces pudo parecerlo a muchos) lo que yo solía publicar sobre la crisis de la energía y la subsiguiente crisis económica años antes de que sus vacas flacas invadieran los prados del triunfalismo tecnocrático. Lo que anticipé entonces desde la tribuna del conferenciante y desde las páginas de «Pueblo» y «Sol de España», es ya historia pasada. Compruébelo el lector, si quiere: 

«Los optimismos triunfalistas sufrirán en 1973 una embarazosa recesión. A Occidente le espera en 1973 un amago de infarto que evidenciará la vulnerabilidad de la civilización tecnológica y del capitalismo. Ruego al lector tome nota de esta predicción mía y no la olvide, digan lo que digan nuestros vigías oficiales del futuro. Nuestros planificadores sólo pueden prever lo que es racionalmente previsible, pues en las universidades no se enseñan las técnicas que a mí me permiten prever lo imprevisible, lo insospechable, lo insólito con un margen de error no superior al promedio de errores que puede cometer un médico, un ingeniero y no digamos un político. En 1973, Occidente (España incluida) tendrá que apretarse el cinturón. Ya en 1972 algunos países del Tercer Mundo productores de materias primas exigirán un alto precio por esas materias. Después, en 1973, la incipiente escasez de ciertos productos básicos se verá agravada por ese amago de infarto mundial, PRECIPITADO QUIZÁ POR UN CONFLICTO BÉLICO. La mecha soterrada pasa por las pirámides de Egipto, por el Sinaí, por el Eufrates y por otros puntos que conocemos los iniciados, y estropeará no pocas cenas de Baltasar. En 1973, los gobiernos de los países ricos impondrán severas medidas de restricción del consumo/Frente al socialismo de Jauja acabará imponiéndose el socialismo del Desastre. Habrán de ser revisados todos los planteamientos triunfalistas...» 

Los políticos que por aquellas calendas eran ministros u ostentaban altos cargos en la política o la Administración fueron tímidamente bombardeados por quien esto escribe con cartas en las que solicitaba humildemente «me diesen una oportunidad de poder explicar, ante un auditorio idóneo, mis temores acerca de futuros acontecimientos mundiales y acerca también de los GRAVES SUCESOS NACIONALES que iban a acaecer en España al final de diciembre de 1973». 

El 20 de diciembre de ese año, confirmada por la realidad mi predicción sobre las vacas flacas que nos traería la guerra del Oriente Medio, era asesinado en Madrid el almirante Carrero Blanco. 

Algunos de los personajes que habían desoído las súplicas del futurólogo para que lo tomaran en serio, creyeron en él a partir de entonces". 


Referente a su amistad con Krafft y al año que pasó en Alemania nos cuenta su experiencia en primera persona en los fragmentos que a continuación extraigo de algunos de sus libros hoy perdidos en el olvido……

"Durante la Segunda Guerra Mundial viví un año en Berlín, en cuya emba­jada española desempeñé funciones de inspector de las condiciones de trabajo de los obreros españoles empleados en la industria alemana. Una de las razo­nes que me animaron a solicitar aquel puesto fue mi deseo de husmear en las instalaciones industriales del III Reich e indagar si, como yo sospechaba, los científicos alemanes trabajaban en un proyecto de fabricación de bombas nu­cleares. Mi pasajera condición de diplomático y el cargo específico que me fue asignado, me permitían viajar por todo el territorio alemán, y moverme, con cierta libertad, en el ámbito industrial de la Alemania nazi. Mis indagaciones resultaron baldías. Pero mi fracaso en este campo se vio compensado por mi encuentro casual con un gran astrólogo suizo que había prestado algunos ser­vicios al Ministerio de Propaganda. Se llamaba Kraft y gozaba de gran presti­gio en su país, hasta el punto que Carl Jung le había consultado varias veces, más con fines puramente científicos que con ánimo de conocer su propio por­venir. Kraft y yo simpatizamos desde el primer momento y mantuvimos una cordial aunque corta amistad, pues él, como otros muchos astrólogos residen­tes en Alemania, fueron cogidos en una amplia redada y acabaron sus vidas en un campo de concentración.
Pocos días antes de nuestra separación, Kraft me reveló que había estudia­do a fondo el tema astrológico del Führer y del Tercer Reich, y estaba seguro de que el dictador moriría en la primavera de 1945, y que Alemania perdería la guerra. De retorno a España, cuando la realidad confirmó el vaticinio de mi desdichado amigo, pensé que valía la pena estudiar a fondo los métodos gracias a los cuales el astrólogo suizo había logrado detectar la fecha de la muerte de Hitler. Pensé que, a pesar del menosprecio que los sabios oficiales mostra­ban hacia la Astrología, .si ésta servía para lograr tan sorprendentes atisbos fu­turistas, la Astrología no era ninguna tontería. Los tontos eran los científicos que la condenaban como una creencia supersticiosa, sin tomarse la sabia mo­lestia de enterarse bien de las posibilidades reales de la vieja ciencia de las estrellas.
En uno de mis anteriores libros he contado lo que me ocurrió poco tiempo después de mi retorno a España. Dedicaré unas líneas a aquellos episodios.
Convencido, aún antes de volver de Alemania, de que el III Reich perdería la guerra, traté de persuadir a los gobernantes franquistas sobre la convenien­cia de retirar la División Azul del frente ruso e iniciar negociaciones amistosas con Gran Bretaña y Norteamérica. Un decreto de Franco me había otorgado el cargo de Jefe Nacional de la Obra Lucha Contra el Paro. Mi excelente posi­ción política me permitía presionar fácilmente sobre los altos jerarcas de Ma­drid en el sentido de liberar a España, dentro de lo posible, de las consecuen­cias de la derrota de nuestros amigos los países del Eje. Mis esfuerzos en pro de un sensato cambio de política cayeron muy mal a la Vieja Guardia de Falange. Y un día, un fanático camisa vieja me arrojó una granada de mano. Quedé mal herido. Y desde aquel día no quise saber más de la política. Chocantemen­te, siempre que he intentado ser útil a mi país he acabado sintiéndome asquea­do de una España o de la otra. Aquel atentado fue el punto de partida de mi decisión de romper con aquella sociedad y abrazar la vida pintoresca y arrisca­da del gitano errante. Entonces, como ahora, he preferido siempre pasar ham­bre de pié que comer de rodillas".
¿Cuánto tiempo estuviste en la Legión?
Muy pocas semanas. Porque en la Legión, como yo ha­blaba varios idiomas, no querían mandarme al frente sino utilizarme en la retaguardia. Escribía a máquina bien. Esas cosas. Podía ser una amanuense. Y decepcionado porque yo lo que quería era pegar tiros, pues hice un cursillo y salí con grado de alférez. Al terminar la guerra me ofrecieron un cargo político y lo acepté. Después otro, y acepté. Así fui en poco tiempo, no escalando, sino dejándome subir a una serie de peldaños políticos. Tuve varios cargos en Ma­drid, pero yo no servía para la política. Le pedí al ministro Arrese que me mandara a Alemania.
¿Qué año era?
Esto era en el año 1941.
—Perdón. ¿Por qué te interesaba la Alemania del 41?
Mucho. Me interesaba en tres sentidos. Uno, porque me intrigaba lo que entonces ya era un mito, aceptado uni­versalmente dentro del área dictatorial (Italia, España tal y tal) la idea de que pudiera ser Hitler el superhombre, el que lograra encarrilar el futuro de la civilización por cauces que no fueran todavía lo que se llamaba consumismo, pero que yo había denunciado ya en el año 35, en mis confe­rencias, de que el hombre se convirtiera en un esclavo de las cosas, de los objetos.
—Yo he leído algunas de tus denuncias contra la socie­dad de consumo y acabas de dar fecha precisa de cuando iniciaste esa campaña...
Sí, en el verano del 35.
—Entonces llegas a esa Alemania muy extraña...
Yo estaba intrigado por saber si sería realmente Hitler la salida. Había dos fuerzas: Sión y Roma. ¿Sería ésta la ter­cera fuerza? Al llegar allí a Berlín el azar me puso en con­tacto con un alemán muy aficionado a la astrología que me presentó a un famoso astrólogo: Kraft. Había realizado una serie de investigaciones en el campo de la astrología guia­do por una idea rigurosamente científica, había estado muy cerca de Jung. Jung, quien había formulado esa frase clave, que se repite muchísimo, que es «Todo lo que nace o se hace en un momento determinado participa de las cualidades de ese momento». Pero Jung, para no perder la respetabilidad científica, no quiso ir muy lejos en la ex­posición sincera de sus ideas o premoniciones en este campo de cosas, aunque se interesaba vivamente por la as­trología.
—Sigamos en el recuento de tu vida.
La cosa bonita que iba a contar es la siguiente. Mi experiencia en Alemania dura un año. Me relaciono con muchos astrólogos de allí y aprendo mucho. Pero en esto los astrólogos empiezan a desaparecer. Me quedo sin este tipo de amigos.
—Sin embargo se ha dicho que Hitler tenía astrólogos entre sus asesores.
Eso es mentira. Lo único que puedo decir yo, porque lo he vivido, es que numerosos astrólogos fueron apresa­dos por la Gestapo y enviados a campos de concentración donde murieron casi todos. Y esto ocurrió cuando empeza­ron los reveses. A raíz de Stalingrado.
Hasta hubo una versión de que los ingleses, que no creían en la astrología, se asesoraban con astrólogos con el solo objeto de sopesar que le podían estar aconsejado a Hitler.
Esto lo inventó De Wohl, un astrólogo holandés que trabajaba para el Intelligence Service. A él se le ocurrió esa excelente idea para advertir a los ingleses cuando vendría un ataque porque los astrólogos le dirían a Hitler «este es el momento propicio». Quienes sentían mucho respeto por la astrología eran Hess y Rosemberg. Pero cuándo los as­trólogos empezaron a anunciar cosas malas se hizo una re­dada de astrólogos y fueron enviados a campos de con­centración. Hitler creía en los astrólogos en tanto estos le­vantaban la moral de las gentes.
—Un medio de propaganda.
Sí, el ministro de Propaganda falsificó, valiéndose de Kraft, el texto original de las profecías de Nostradamus. In­trodujo en el viejo texto una serie de cuartetos y comenzó a circular copiosamente, en la zona ocupada, en los países fascistas.
—Es curioso puesto que no hay ninguna diferencia en­tre lo que según dices hacia Hitler con los astrólogos y lo que hacían los reyes antiguos cuando mandaban matarlos si venían con malos augurios.
Justamente. La misma reacción. Todo eso que viví en la Alemania de Hitler me sirvió para verla por dentro y ele­gir. Mis contactos con diplomáticos, las confidencias, los rumores, los campos de concentración, las brutalidades. La Gestapo, mandó a muchos amigos míos a la muerte. En­tonces regreso. En el otoño de 1943. Llegó a Madrid y le expongo al Ministro Arrese mis impresiones, y le digo: «Creo que lo más sensato que puede hacer Franco es retirar la División Azul y desengancharse del compromiso político con el Eje y buscar una negociación con los aliados». (Que ya Franco lo venía haciendo, porque es más listo que un ¡rayo). Insisto ante la clase política madrileña de aquel. Tiempo. Les digo que Alemania perderá la guerra. Que es muy justo que la pierda. Que yo había presenciado horrores de todo tipo y ocurre algo muy curioso: Me dan un cargo oficial. Me hacen Jefe Nacional de la Obra Sindical contra el Paro, e Inspector Nacional de lo que hoy es el Ministerio de Información y Turismo, que entonces se llamaba Vice-secretaría de Educación Popular. Se inicia enseguida una campaña en mi contra. Me acusan de «propalar especies derrotistas pagado por el oro de Moscú», y un día se pre­senta un hombre en mi despacho, un viejo guardia, un ca­misa vieja, y me arroja una bomba. El explosivo pega en la pared, rebota sobre una mesa, cae al suelo y estalla. Gra­cias a que era una mesa muy sólida, la única parte que me daña es la que tenía expuesta, la pierna derecha.
—Eso ocurrió en Madrid, ¿en qué calle?
En el edificio donde está el Sepu, en José Antonio. Allí tenía yo mis oficinas. Donde está ahora Radio Madrid. En el 32 de José Antonio. En la tercera planta estaba el Servicio de Estadística. Esto fue en el 43. Me hacen una cura, me hospitalizan. Entonces comienza a moverse la vie­ja guardia de Madrid para que a ese muchacho de la bom­ba el juez le trate con consideración. Digo: «Pobre mucha­cho, debe estar loco». En mis declaraciones al juez afirmo: «No creo que su intención haya sido la de un homicida consciente. Este es un pobre fanático y yo creo que debe ponerse en manos de un psiquiatra. Pero me repugnaba la reacción porque al fin y al cabo había sido un intento de asesinato a un hombre que estaba desarmado. Escribo una carta al Ministro y le confieso que ya no quiero saber nada con la política. Me vuelvo a Málaga donde trabajo en la radio local.


LA FALSA LEYENDA DE LOS ASTRÓLOGOS DE HITLER

"La leyenda de que Hitler consultaba a los astrólogos fue difundida por los aliados a partir de cierta confidencia de un diplomático neutral que tomó el rabo por las hojas. El di­plomático que informó al Foreign Office inglés de que Hitler no tomaba ninguna decisión sin consultar a los astrólogos mintió tan sólo a medias, pues si bien Hitler no tomaba en se­rio la Astrología, Hess y Himler creían en ella.
Yo pasé un año en Berlín, agregado a la Embajada Española, entre 1942 y 1943. Allí conocí algunos astrólogos y me informé bien de lo que les ocurrió cuando el Fuhrer or­denó que encerraran a todos los astrólogos alemanes en campos de concentración, pues, a partir de la «operación Babarroja», los augu­rios de los astrólogos no podían ser peores para el Tercer Reich. La operación de captura e internamiento de los astrólogos la llevó a ca­bo la Gestapo y fueron muy pocos los que es­caparon de la redada.
El único astrólogo que se libró por algún tiempo de la persecución de la Gestapo fue un suizo que residía en Alemania desde 1939 y que se granjeó la protección de Goebels, Frank y otras importantes jerarquías del régi­men. Se llamaba Cari Krafft y murió también, como otros astrólogos, en el campo de pri­sioneros de Buchenwald, en 1945. Krafft se había conquistado el aprecio de Goebels porque había advertido confidencialmente a las autoridades nazis que la vida del Fuhrer iba a estar en peligro entre el 7 y el 9 de no­viembre de 1941. El día 8 de dicho mes tuvo lugar el atentado de Munich. Su acierto en la previsión del peligro que acechaba a Hitler, y el hecho de que había comunicado sus temo­res a la Policía, le hicieron persona grata.
La protección de que gozó el astrólogo suizo hasta su detención, en 1942, se debió también a que, atemorizado por la amenaza de represalias si no accedía, convino con Goebels en llevar a cabo la preparación de una edición de las profecías de Nostradamus en la que habían de figurar interpolaciones y falsificaciones que, interpretadas en un sen­tido triunfalista, resultaban favorables a la idea de que Alemania ganaría la guerra. En esa edición figuraba también (entre otras fal­sas interpolaciones) unos cuartetos referen­tes a la España de Franco.
Pero en ningún momento consiguió Krafft que Hitler mismo y su Estado Mayor utilizaran sus servicios astrológicos. Y ello fue un gran error por parte de Hitler, pues Krafft ha sido uno de los mejores astrólogos de este siglo.
Pero volvamos a la falsa leyenda de un Hitler que consultaba a astrólogos. Los ingleses tomaron muy al pie de la letra la confidencia de que los planes militares alemanes no eran ejecutados sin el visto bueno de los astrólo­gos que servían a Hitler, quienes estudiaban previamente la fecha más propicia para po­nerlos en práctica. Y obraron consecuente­mente. Crearon un servicio de astrología, de­pendiente del Ministerio de la Guerra, a fin de que los astrólogos informaran al Estado Ma­yor británico sobre lo que los astrólogos ale­manes podían aconsejar al Fuhrer en materia de cronología favorable o desfavorable para las acciones bélicas proyectadas o en curso. Al frente de dicho Gabinete fue nombrado un tal Luis de Wohl, buen astrólogo, que, hu­yendo de la guerra que veía aproximarse, se había afincado pocos años atrás en Inglate­rra. Luis de Wohl, que tenía pasaporte holan­dés, fue enviado a Estados Unidos con la mi­sión de influir sobre los astrólogos norteame­ricanos a fin de que éstos, a su vez, influyeran sobre sus lectores. Se buscaba que la opi­nión norteamericana fuese favorable a la en­trada de Estados Unidos en la guerra.
De todos los astrólogos importantes ale­manes de aquel tiempo, sólo se salvó Frau Ebertin, madre del gran astrólogo fundador de la Escuela de Cosmobiología, en Aalen, Alemania Federal.
Creo de interés dejar aclarada la verdad sobre la leyenda del Hitler aficionado a la astrología".









Iremos sacando a la luz algunos de sus escritos más lúcidos, todo un ejemplo de independencia ideológica, y por qué no decirlo científica, en el páramo intelectual de las postrimerías del Franquismo.

Pero ahora hablemos de quien le inició en la Ciencia de Urania, 
Kart Ernst Krafft



Después de graduarse de la Universidad en matemáticas, trabajó durante 10 años en un gran libro titulado rasgos de Astro-biología. En él expone su propia teoría de la "Typocosmy": la predicción del futuro basada en el estudio de la personalidad de un individuo, o tipo.










            KARL ERNST KRAFFT
10 Mayo 1900
                                           
                         
               






Por la década de 1930, cuando Hitler llegó al poder, Krafft gozaba de un status único entre los ocultistas y profetas en Alemania. Los nacional socialistas, más tarde se convertirían en sus mecenas, y finalmente como sucedió con otros ocultistas y masones, sus verdugos.

Mientras que el estado Nazi perseguía a los astrólogos, Rudolf Hess y Heinrich Himmler les consultaban. Krafft se traslada a la órbita de la elite Nacional Socialista en noviembre de 1939, a raíz de una predicción notable. Predijo que la vida del Führer estaría en peligro entre el 7 y el 10 de noviembre. El 2 de noviembre escribió a un amigo, el Dr. Heinrich Fesel, quien trabajó para Himmler, advirtiéndole de un atentado contra la vida de Hitler. Fesel presentó la Carta, el 2 de noviembre de 1939 informaba confidencialmente al mando alemán que la vida de Hitler estaría en peligro entre los días 7 y 10 de ese mes. 

Efectivamente, el atentado de Munich tuvo lugar el día 8. Pero nadie había hecho caso a Krafft. Los interrogatorios de la Gestapo probaron que Krafft nada sabía de la conjura y, desde este momento, la guerra psicológica tuvo en Alemania un departamento astrológico, que pronto tuvo su contrapartida por parte inglesa con Louis de Wohl. Este había publicado su autobiografía en 1937 bajo el título de I follow my Stars, con lo que el mando militar se fijó en él para esa función. De este modo, pasó a estar en nómina en la Special Operations Executive (SOE). A partir de septiembre de 1940 dirigió el Departamento de Investigación Psicológica en Londres, encargado de preparar predicciones astrológicas contra la Alemania nazi.

El 8 de noviembre, una bomba explotó en el hall de una cervecería de Múnich. Hubo muchos heridos, pero el destino mantuvo ileso a Adolf Hitler. Los periódicos informaron que Fesel estuvo cerca de la catástrofe y envió un telegrama a Hess, llamando la atención sobre la predicción de Krafft. Krafft fue detenido y llevado a la sede de la Gestapo en Berlín. Interrogado pronto demostró que era inocente del atentado contra la vida del Führer. Después de su liberación fue convocado por el Ministerio de Propaganda del Reich, dirigido por el Dr. Joseph Goebbels. Goebbels había adoptado recientemente a Nostradamus, tratando de exprimir la propaganda de las profecías. Encargó a Krafft, la misión de descifrar las crípticas cuartetas. En enero de 1940, Krafft comenzó a trabajar en una versión Progermánica de Nostradamus.

Krafft estaba convencido de que las profecías de Nostradamus presagiaban bien para el tercer Reich. Decenas de miles de panfletos basados en sus interpretaciones de las cuartetas se distribuyeron en varios idiomas. Esto pronto llegó a la atención del Führer. En la primavera de 1940 realiza e interpreta la lectura del horóscopo privado de Hitler a un ayudante, pues nunca conoció a su líder. Más tarde él se jactaría a amigos que había mencionado que el tiempo para un ataque contra la URSS era un error. Hitler, impaciente por lanzar la Operación Barbarroja después de que él había triunfado en Occidente, en realidad retrasó sus operaciones en el este hasta el siguiente junio. El impresionante éxito de los primeros días de Barbarroja lo convenció que Krafft tenía grandes poderes.

La Inteligencia británica llegó a ser tan preocupada ante la idea de que la guerra de su oponente fue prevista por un místico que ellos, por una vez, contrataron los servicios del astrólogo Louis De Wohl. n. 24 de enero de 1903 en Berlín - † 2 de junio de 1961 en Lucerna), es, además de astrólogo, uno de los grandes autores de novela histórica del siglo XX. Su verdadero nombre era Ludwig von Wohl, pero utilizó el seudónimo Louis de Wohl para todas sus publicaciones. Nació en Alemania como hijo de padre húngaro y madre austriaca y vivió allí hasta 1935. Como tenía antepasados judíos y era enemigo del nacionalsocialismo, la llegada de Hitler al poder le impulsó a iniciar una nueva vida en Inglaterra. Allí participó en la Segunda Guerra Mundial, llegando a ser capitán de la armada británica, dentro del campo de la guerra psicológica. Es conocido que los astrólogos desempeñaron en la última guerra mundial un cierto papel. De Wohl abandonó después de varios meses, al no haber logrado adquirir cualquier evidencia seria sobre obra de Krafft.

Krafft advirtió a los dirigentes del Reich que para estar seguros de la Victoria, Alemania debía finalizar la guerra en 1943. La estrella de Krafft todavía estaba en el ascenso cuando Rudolf Hess hizo su vuelo sorprendente a Escocia en 1941. Hitler estaba indignado. Hess fue el mayor defensor de lo oculto de todos ellos. Hitler ordenó una purga de Astrólogos, ocultistas y otros sabios. Krafft fue detenido entonces y estuvo en prisión durante un año. Fue enviado a trabajar los horóscopos de generales aliados y almirantes, tenía a Kurd Kisshauer de Amt Rosenberg como su persona de contacto. Una de sus predicciones al ver las cartas de Rommel y Bernard Montgomery, adversarios en la guerra del desierto, fue: "Buen gráfico de este hombre, Montgomery es sin duda más fuerte que el de Rommel".

Más tarde la salud de Krafft comenzó a fallar y desarrolló un complejo persecutorio. Escribió a un alto funcionario prediciendo que las bombas británicas muy pronto destruirían el Ministerio de Propaganda en Berlín (otra predicción acertada). La carta fue transmitida a la Gestapo, quienes le veían como traidor. Fue encarcelado en condiciones asquerosas, contrajo tifus y finalmente murió el 08 de enero de 1945 en su traslado hacia el campo de concentración de Buchenwald














































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