No se trata de juzgar a la Familia Real por el comportamiento de uno de sus miembros. Y mucho menos a la Corona. Hasta ahí podíamos llegar. Se trata de reconocer el impacto del caso Urdangarín en la imagen de la Familia Real y en el prestigio de la Corona, instituciones obligadas a ser ejemplares. Y es evidente que la llamada operación Babel, expediente judicial abierto como pieza separa del Caso Palma Arena (corrupción en Mallorca), se le viene encima al Rey de España.
Se juzga a Urdangarín por sus irregulares trasvases de dinero público, de la caja común a sus bolsillos particulares, utilizando el carisma de la Familia Real y de la Corona. No se juzga a estas instituciones pero su imagen está en entredicho. Y más lo estará si el asunto no se gestiona bien desde el Palacio de la Zarzuela. Don Juan Carlos y su equipo de trabajo tendrán que medir muy bien sus pasos para evitar daños irreparables en la causa monárquica, de la que él es su cara visible.
Por ejemplo, la coincidencia en el tiempo de la imputación de Urdangarín y el destape contable de la Casa del Rey no ha sido, a mi juicio, una buena decisión. Zarzuela sabía perfectamente que el yerno del Rey iba a ser imputado y tenía margen sobrado para que ese inesperado ataque de transparencia se hubiera producido mucho antes. Que apenas hayan transcurrido veinticuatro horas entre la publicación de las cuentas y el empapelamiento de Urdangarín invita a sospechar que ese ejercicio de la virtud es un mero efecto de la necesidad y no del amor a la transparencia. A la fuerza ahorcan. Una cosa es el amor a la transparencia y otra el instinto de conservación.
Bienvenida sea la solemnización verbal de la igualdad ante la ley por parte del rey don Juan Carlos. Por supuesto, pero no puede quedarse en el simple enunciado del viejo principio alumbrado en la Revolución Francesa. También hay que practicarlo. Por ejemplo, haciendo llegar a la opinión pública una explicación creíble y suficiente de la exculpación de la infanta Cristina en la referida causa judicial y en un comportamiento —el de su marido— calificado de «no ejemplar» por Zarzuela.
Conviene recordar a este respecto, sólo a título informativo, que la esposa de Urdangarin fue vocal del Instituto Noos. Lo abandonó en el 2006, cuando la Casa del Rey empezó a oler a podrido en aquella fundación «sin ánimo de lucro». Además, la infanta Cristina forma parte de Alzoon SL, una de las empresas instrumentales a las que Noos derivaba parte del dinero destinado a quehaceres más beneméritos.
De momento entiende el juez que la infanta Cristina no ha participado en los hechos presuntamente delictivos. No obstante, por encima o al margen del ámbito judicial hay un ámbito ético y estético en el que puede y debe pronunciarse cualquier ciudadano.
Fuente: Antonio Casado, Diario de León:
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