Mientras que la círculos políticos mundiales
discuten la manera cómo se debe administrar y solucionar la crisis económica
occidental, el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein diagnostica una
crisis del sistema. Según él, el problema no es de curar el capitalismo sino
más bien de acompañarlo en su muerte al ataúd y de favorecer el surgimiento de
aquello que el geopolítico belga Philippe Grasset llama una contra-cultura.
Immanuel Wallerstein
Russia Today (04.10.11) entrevistó a Immanuel Wallerstein
—sociólogo y seguidor de la escuela del historiador Fernand Braudel—, quien en
esa ocasión ha dictado la sentencia final del capitalismo como sistema: su
desintegración es irreversible, pues está a la vista el final de su declive
iniciado en la década de los años del siglo pasado y cuya lenta agonía tomará
entre veinte y cuarenta años más: El capitalismo moderno alcanzó el fin de la
cuerda. No puede sobrevivir como sistema y por ello pasa por la etapa final de una
crisis estructural de larga duración. No es una crisis de corto plazo, sino un
despliegue estructural de grandes proporciones.
Primero el centro de pensamiento
estratégico belga Dedefensa.org y hoy el analista político
Alfredo Jalife en su columna bisemanal en el diario mexicano La Jornada y
en la Red Voltaire, analizan las ideas de Wallerstein en la línea
del pensamiento braudeliano, en cuya escuela el entrevistador se inscribe,
relativo a las transiciones entre los poderes hegemónicos, que aborda su asociado
recientemente fallecido Giovanni Arrighi en su libro Caos y Gobernación
en el Sistema Moderno Mundial (Minnesota Press; 1999). Wallerstein
considera que el mundo se encuentra en una fase de transición a otro sistema y
la verdadera batalla política que se escenifica versa ya sobre el sistema que
sustituirá al capitalismo.
Hace mucho Wallerstein había anticipado
correctamente el fin del modelo neoliberal, pero nunca había atravesado
nítidamente el Rubicón al dictar al capitalismo la sentencia irrevocable de su
final como sistema.
¿Dónde queda, entonces, el axioma de que
el capitalismo, por su carácter proteiforme, es capaz de adaptarse a todas las
crisis y circunstancias?, pregunta el maestro Jalife.
A lo largo de muchos años Jalife ha
sostenido, contra todos los vientos y las mareas, que no era un resfriado lo
que ralentizaba el paso del capitalismo y ni siquiera una crisis coyuntural; se
trata de un cambio de paradigma que obliga a reflexionar sobre el inalienable
valor transcendental del ser humano por encima de las peores contigencias
adversas (guerras, mercados, especulación desenfrenada, financierismo,
economicismo, mercantilismo, consumismo, hipermaterialismo, tecnología sin
bioética, depredación ambiental, desinformación oligopólica), lo cual ha puesto
en evidencia, a la vez, la crisis de la civilización de procedencia judía y
griega, cuyos valores espirituales sucumbieron en aras del neoliberalismo. El
site Dedefensa. org (05.10.11) opina que Wallerstein se ha olvidado de esos
valores que son los primeros que deberán restaurarse.
Son los valores que han impregnado la
idea de bien en el occidente judeo cristiano, que aparece inmaculada en la
teoría de las ideas modélicas de Platón en su Timeo, luego
retomadas por Goëthe en su Fausto, por Dostoyevsky en su El
jugador y por El mercader de Venecia de Shakespeare.
Wallerstein anhela el reemplazo del
capitalismo por un mundo más democrático e igualitario como nunca antes ha
existido en la historia mundial, pero que es posible. La opción contraria sería
un sistema desigual, polarizante, explotador que no sea capitalista
necesariamente, pero dentro del cual pueda haber mecanismos de control peores
que los el capitalismo, como los puestos en marcha por la psicopolítica o el
comportamentalismo.
Ya el historiador británico Eric
Hobsbawm, señala otra vez Jalife, había anticipado el retorno pendular del
marxismo como opción, pues no hay mayor claridad que la que ofrece el marxismo
clásico, por boca de su fundador Marx, cuando expresaba que el capitalismo
lleva en su seno el germen de su propia destrucción. Pero esa destrucción que
es la que estamos viendo, es traducida como depredadora de sí misma, sin que la
vanguardia revolucionaria que el propio Kart Marx anunció en su Manifiesto
del partido comunista haya sido capaz de organizarse. Por eso nos
adherimos a la noción del proceso autodestructivo siguiendo las convulsiones
que ya presenciamos del caos mayor, y cualquiera que sea su duración
autoeliminatoria, a nosotros nos toca poner a salvo los valores de la cultura
predecesora del neoliberalismo que Wallerstein se abstiene de reivindicar.
Wallerstein recurre a la bifurcación del
sistema para explicar el fin del capitalismo y el surgimiento de un nuevo
sistema: sus raíces se encuentran en la imposibilidad de continuar el principio
básico del capitalismo que es la acumulación del capital y que ha funcionado de
alguna forma maravillosamente durante 500 años. Ha sido un sistema
extremadamente exitoso, pero que ha terminado por deshacerse a sí mismo porque
su clase dirigente y sus élites políticas son incapaces de resolver el problema
de incertidumbre en el que se han metido.
Cuando se llega al cruce de caminos
significa que en “algún punto, la cosa se cae y entramos a una situación
nueva y relativamente estable –se acaba la crisis y nos encontramos dentro un
nuevo sistema”, dice el entrevistado y ese dicho lo recoge Jalife.
Alerta que la transición aparentemente
paralizada entre la muerte del capitalismo y el nacimiento de un nuevo sistema
comporta peligros considerables puesto que coloca en evidencia a un sistema que
se desploma con la ausencia de una perspectiva de sustitución, aún a corto
plazo.
En la opinión de Jalife, esta situación
es patéticamente palmaria en geopolítica: los multipolares BRICS (Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica), pese a su enorme potencialidad y el prestigio
de su poder geoeconómico presente, sin mencionar a su disuasión nuclear, se han
visto disfuncionales e impotentes para derribar el caduco orden unipolar de EU,
que sigue propagando el caos financierista.
Wallerstein recurre a la dualidad griega entre determinismo y libre
albedrío
Cuando el sistema es relativamente
estable, está relativamente determinado como tema en el que existe un
relativamente limitado libre juego. Pero cuando el sistema es inestable y entra
en crisis estructural, irrumpe el libre albedrío y los actos individuales
importan realmente de una manera que no lo habían sido en medio milenio, lo
cual es extremadamente peligroso ya que todo es impredecible a un plazo mayor
que el corto, como lo expresa la ciencia de la incertidumbre. Esto desemboca en
la parálisis, patente en la economía cuando los inversores han cesado de
confiar en el marcado para reinvertir sus excedentes monetarios.
Siguiendo a Jalife, la economía, hoy
devorada por los monstruos financieristas, se ha paralizado porque desembocó en
una aporía –es decir, una irresoluble paradoja de impasse mental–, para no
decir que sucumbió a la demencia absoluta cuando la bancocracia europea (en
realidad, el financierismo transatlántico) exige a la Grecia de la OTAN optar
por el suicidio físico para ser salvados financieramente.
Los griegos modernos, candidatos a la
distanasia (que es la peor de las muertes: término que usaba Jalife en las
clases que solía impartir de bioética, asignatura que importó de Estados Unidos
a México y que vulgares plagiarios pretenden expropiar), representan
simbólicamente al 99 por ciento de la humanidad que desea exterminar al uno por
ciento de la plutocracia global, como ha sido disecado por los indignados de
Wall Street, que se han sumado a la corriente planetaria de liberación
ciudadana.
Pero no es tan grave: en una coyuntura
de sequía de pensamiento, desde la política hasta la filosofía, debido a la
descerebración a la que incurrió deliberadamente la desregulada globalización
financierista, urge rescatar a los pocos pensadores que sobrevivieron el
naufragio mental del infectado intelecto occidental excesivamente
bursatilizado, mucho peor en sus alcances culturales que el doble cataclismo
del financierismo y el economicismo.
Wallerstein sentencia el fin del capitalismo y el inicio de la gran
incertidumbre
A propósito de la crisis del
capitalismo: según Wallerstein es la crisis final, y la batalla en marcha no es
sobre el destino del capitalismo en sí, sino de lo que va a reemplazarlo…“El
capitalismo moderno ha llegado al final de su camino. No es capaz de sobrevivir
como sistema,” Wallerstein y agrega: “Lo que estamos viendo es la crisis
estructural del sistema. Una crisis estructural que comenzó en la década de los
setentas del siglo XX y que mantendrá sus nefastos estertores por diez, veinte
o cuarenta años. No es una crisis a resolver en el curso de un año o un
momento. Se trata, pues, de la mayor crisis de la historia. Estamos en la
transición a un sistema nuevo y la lucha política real que se ha desatado en el
mundo con el repudio de la gente, no plantean el nuevo curso del capitalismo,
sino sobre el sistema que habrá de reemplazarle”.
En la medida que, para Wallerstein, el
capitalismo está en vía de extinción y en tanto que la batalla que hoy se libra
es para preparar el modelo económico de reemplazo, la cuestión es la vía a
seguir para sustitur eficazmente al capitalismo. “Estaríamos cerca de un
mundo relativamente más democrático e igualitario – esta es una perspectiva”
aseveró y luego dijo: “Jamás estuvimos en una situación similar en la
historia mundial, pero es posible. La otra perspectiva mantener el sistema de
explotación, que es inequitativo, desigualitario porque polariza la
desigualdad. El nuevo sistema podría no ser el capitalismo. Capitalismo es eso
que vemos caer. Pero hay asimismo alternativas peores que dentro del
capitalismo”.
La crítica de Philippe Grasset (Dedefensa. org)
Wallerstein hace una descripción
técnica, económica de la manera en que el cambio podría implantarse, entre le
capitalisma en vías a un nuevo sistema. Se trata de un proceso que el
entrevistado denomina “bifurcación”. “Es lo que técnicamente se ha
llamado una bifurcación de un sistema”, dijo. “Sus raíces están en
muchos aspectos separadas de la continuación de los principios básicos del
capitalismo, que es concebido como acumulación de capital. Este es el punto
central del sistema. Un sistema que ha trabajado maravillosamente en ciertas
etapas en el medio milenio que lleva de existencia. Ha sido un sistema exitoso,
pero ha dejado de funcionar como ocurre con todo sistema”. “Lo que
ocurre en una bifurcación es que en algún punto del crucero, el sistema queda
anclado en una nueva situación estable – la crisis ha terminado; estamos en el
nuevo sistema”.
En suma, Wallerstrein describe los
peligros, que en su opinión son considerables, del proceso de cambio, lo que
implica por una parte la inhumación del capitalismo y, por otra parte, el
nacimiento y la instalación de un nuevo sistema. La situación contiene riesgos
porque es inevitable un período de parálisis entre el sistema que desaparece y
el nuevo La presión sistémica ejercida por el sistema económico y político ha
llevado a la fragmentación de sus diferentes opciones y concepciones; y en
tanto que el hundimiento del atlantismo abre el camino a la verdad de la
situación, es decir, a un sistema general del que nadie escapa, y que está a
punto del hundimiento, engendrando a su paso una diversidad de reacciones
críticas ciertas. De alguna manera, el enemigo principal ha cambiado: Entre 2001-2007
se trató del sistema anglosajón y su concepción del capitalismo ahora le toca
al sistema general mismo, o lo que denominan los belgas la “Contra-Civilización”.
Una cadena de ideas inevitables que no son subrayadas por el entrevistado. Por
ello los estrategas belgas proponen que seamos mayormente críticos de
Wallerstein.
Fuente: http://www.voltairenet.org/El-fin-del-capitalismo-segun
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