miércoles, 11 de julio de 2012

El fin del capitalismo, según Wallerstein


Mientras que la círculos políticos mundiales discuten la manera cómo se debe administrar y solucionar la crisis económica occidental, el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein diagnostica una crisis del sistema. Según él, el problema no es de curar el capitalismo sino más bien de acompañarlo en su muerte al ataúd y de favorecer el surgimiento de aquello que el geopolítico belga Philippe Grasset llama una contra-cultura.







Immanuel Wallerstein




Russia Today (04.10.11) entrevistó a Immanuel Wallerstein —sociólogo y seguidor de la escuela del historiador Fernand Braudel—, quien en esa ocasión ha dictado la sentencia final del capitalismo como sistema: su desintegración es irreversible, pues está a la vista el final de su declive iniciado en la década de los años del siglo pasado y cuya lenta agonía tomará entre veinte y cuarenta años más: El capitalismo moderno alcanzó el fin de la cuerda. No puede sobrevivir como sistema y por ello pasa por la etapa final de una crisis estructural de larga duración. No es una crisis de corto plazo, sino un despliegue estructural de grandes proporciones.

Primero el centro de pensamiento estratégico belga Dedefensa.org y hoy el analista político Alfredo Jalife en su columna bisemanal en el diario mexicano La Jornada y en la Red Voltaire, analizan las ideas de Wallerstein en la línea del pensamiento braudeliano, en cuya escuela el entrevistador se inscribe, relativo a las transiciones entre los poderes hegemónicos, que aborda su asociado recientemente fallecido Giovanni Arrighi en su libro Caos y Gobernación en el Sistema Moderno Mundial (Minnesota Press; 1999). Wallerstein considera que el mundo se encuentra en una fase de transición a otro sistema y la verdadera batalla política que se escenifica versa ya sobre el sistema que sustituirá al capitalismo.

Hace mucho Wallerstein había anticipado correctamente el fin del modelo neoliberal, pero nunca había atravesado nítidamente el Rubicón al dictar al capitalismo la sentencia irrevocable de su final como sistema.

¿Dónde queda, entonces, el axioma de que el capitalismo, por su carácter proteiforme, es capaz de adaptarse a todas las crisis y circunstancias?, pregunta el maestro Jalife.

A lo largo de muchos años Jalife ha sostenido, contra todos los vientos y las mareas, que no era un resfriado lo que ralentizaba el paso del capitalismo y ni siquiera una crisis coyuntural; se trata de un cambio de paradigma que obliga a reflexionar sobre el inalienable valor transcendental del ser humano por encima de las peores contigencias adversas (guerras, mercados, especulación desenfrenada, financierismo, economicismo, mercantilismo, consumismo, hipermaterialismo, tecnología sin bioética, depredación ambiental, desinformación oligopólica), lo cual ha puesto en evidencia, a la vez, la crisis de la civilización de procedencia judía y griega, cuyos valores espirituales sucumbieron en aras del neoliberalismo. El site Dedefensa. org (05.10.11) opina que Wallerstein se ha olvidado de esos valores que son los primeros que deberán restaurarse.

Son los valores que han impregnado la idea de bien en el occidente judeo cristiano, que aparece inmaculada en la teoría de las ideas modélicas de Platón en su Timeo, luego retomadas por Goëthe en su Fausto, por Dostoyevsky en su El jugador y por El mercader de Venecia de Shakespeare.

Wallerstein anhela el reemplazo del capitalismo por un mundo más democrático e igualitario como nunca antes ha existido en la historia mundial, pero que es posible. La opción contraria sería un sistema desigual, polarizante, explotador que no sea capitalista necesariamente, pero dentro del cual pueda haber mecanismos de control peores que los el capitalismo, como los puestos en marcha por la psicopolítica o el comportamentalismo.

Ya el historiador británico Eric Hobsbawm, señala otra vez Jalife, había anticipado el retorno pendular del marxismo como opción, pues no hay mayor claridad que la que ofrece el marxismo clásico, por boca de su fundador Marx, cuando expresaba que el capitalismo lleva en su seno el germen de su propia destrucción. Pero esa destrucción que es la que estamos viendo, es traducida como depredadora de sí misma, sin que la vanguardia revolucionaria que el propio Kart Marx anunció en su Manifiesto del partido comunista haya sido capaz de organizarse. Por eso nos adherimos a la noción del proceso autodestructivo siguiendo las convulsiones que ya presenciamos del caos mayor, y cualquiera que sea su duración autoeliminatoria, a nosotros nos toca poner a salvo los valores de la cultura predecesora del neoliberalismo que Wallerstein se abstiene de reivindicar.

Wallerstein recurre a la bifurcación del sistema para explicar el fin del capitalismo y el surgimiento de un nuevo sistema: sus raíces se encuentran en la imposibilidad de continuar el principio básico del capitalismo que es la acumulación del capital y que ha funcionado de alguna forma maravillosamente durante 500 años. Ha sido un sistema extremadamente exitoso, pero que ha terminado por deshacerse a sí mismo porque su clase dirigente y sus élites políticas son incapaces de resolver el problema de incertidumbre en el que se han metido.

Cuando se llega al cruce de caminos significa que en “algún punto, la cosa se cae y entramos a una situación nueva y relativamente estable –se acaba la crisis y nos encontramos dentro un nuevo sistema”, dice el entrevistado y ese dicho lo recoge Jalife.

Alerta que la transición aparentemente paralizada entre la muerte del capitalismo y el nacimiento de un nuevo sistema comporta peligros considerables puesto que coloca en evidencia a un sistema que se desploma con la ausencia de una perspectiva de sustitución, aún a corto plazo.

En la opinión de Jalife, esta situación es patéticamente palmaria en geopolítica: los multipolares BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pese a su enorme potencialidad y el prestigio de su poder geoeconómico presente, sin mencionar a su disuasión nuclear, se han visto disfuncionales e impotentes para derribar el caduco orden unipolar de EU, que sigue propagando el caos financierista.





Wallerstein recurre a la dualidad griega entre determinismo y libre albedrío


Cuando el sistema es relativamente estable, está relativamente determinado como tema en el que existe un relativamente limitado libre juego. Pero cuando el sistema es inestable y entra en crisis estructural, irrumpe el libre albedrío y los actos individuales importan realmente de una manera que no lo habían sido en medio milenio, lo cual es extremadamente peligroso ya que todo es impredecible a un plazo mayor que el corto, como lo expresa la ciencia de la incertidumbre. Esto desemboca en la parálisis, patente en la economía cuando los inversores han cesado de confiar en el marcado para reinvertir sus excedentes monetarios.

Siguiendo a Jalife, la economía, hoy devorada por los monstruos financieristas, se ha paralizado porque desembocó en una aporía –es decir, una irresoluble paradoja de impasse mental–, para no decir que sucumbió a la demencia absoluta cuando la bancocracia europea (en realidad, el financierismo transatlántico) exige a la Grecia de la OTAN optar por el suicidio físico para ser salvados financieramente.

Los griegos modernos, candidatos a la distanasia (que es la peor de las muertes: término que usaba Jalife en las clases que solía impartir de bioética, asignatura que importó de Estados Unidos a México y que vulgares plagiarios pretenden expropiar), representan simbólicamente al 99 por ciento de la humanidad que desea exterminar al uno por ciento de la plutocracia global, como ha sido disecado por los indignados de Wall Street, que se han sumado a la corriente planetaria de liberación ciudadana.

Pero no es tan grave: en una coyuntura de sequía de pensamiento, desde la política hasta la filosofía, debido a la descerebración a la que incurrió deliberadamente la desregulada globalización financierista, urge rescatar a los pocos pensadores que sobrevivieron el naufragio mental del infectado intelecto occidental excesivamente bursatilizado, mucho peor en sus alcances culturales que el doble cataclismo del financierismo y el economicismo.






Wallerstein sentencia el fin del capitalismo y el inicio de la gran incertidumbre


A propósito de la crisis del capitalismo: según Wallerstein es la crisis final, y la batalla en marcha no es sobre el destino del capitalismo en sí, sino de lo que va a reemplazarlo…“El capitalismo moderno ha llegado al final de su camino. No es capaz de sobrevivir como sistema,” Wallerstein y agrega: “Lo que estamos viendo es la crisis estructural del sistema. Una crisis estructural que comenzó en la década de los setentas del siglo XX y que mantendrá sus nefastos estertores por diez, veinte o cuarenta años. No es una crisis a resolver en el curso de un año o un momento. Se trata, pues, de la mayor crisis de la historia. Estamos en la transición a un sistema nuevo y la lucha política real que se ha desatado en el mundo con el repudio de la gente, no plantean el nuevo curso del capitalismo, sino sobre el sistema que habrá de reemplazarle”.

En la medida que, para Wallerstein, el capitalismo está en vía de extinción y en tanto que la batalla que hoy se libra es para preparar el modelo económico de reemplazo, la cuestión es la vía a seguir para sustitur eficazmente al capitalismo. “Estaríamos cerca de un mundo relativamente más democrático e igualitario – esta es una perspectiva” aseveró y luego dijo: “Jamás estuvimos en una situación similar en la historia mundial, pero es posible. La otra perspectiva mantener el sistema de explotación, que es inequitativo, desigualitario porque polariza la desigualdad. El nuevo sistema podría no ser el capitalismo. Capitalismo es eso que vemos caer. Pero hay asimismo alternativas peores que dentro del capitalismo”.






La crítica de Philippe Grasset (Dedefensa. org)


Wallerstein hace una descripción técnica, económica de la manera en que el cambio podría implantarse, entre le capitalisma en vías a un nuevo sistema. Se trata de un proceso que el entrevistado denomina “bifurcación”. “Es lo que técnicamente se ha llamado una bifurcación de un sistema”, dijo. “Sus raíces están en muchos aspectos separadas de la continuación de los principios básicos del capitalismo, que es concebido como acumulación de capital. Este es el punto central del sistema. Un sistema que ha trabajado maravillosamente en ciertas etapas en el medio milenio que lleva de existencia. Ha sido un sistema exitoso, pero ha dejado de funcionar como ocurre con todo sistema”. “Lo que ocurre en una bifurcación es que en algún punto del crucero, el sistema queda anclado en una nueva situación estable – la crisis ha terminado; estamos en el nuevo sistema”.

En suma, Wallerstrein describe los peligros, que en su opinión son considerables, del proceso de cambio, lo que implica por una parte la inhumación del capitalismo y, por otra parte, el nacimiento y la instalación de un nuevo sistema. La situación contiene riesgos porque es inevitable un período de parálisis entre el sistema que desaparece y el nuevo La presión sistémica ejercida por el sistema económico y político ha llevado a la fragmentación de sus diferentes opciones y concepciones; y en tanto que el hundimiento del atlantismo abre el camino a la verdad de la situación, es decir, a un sistema general del que nadie escapa, y que está a punto del hundimiento, engendrando a su paso una diversidad de reacciones críticas ciertas. De alguna manera, el enemigo principal ha cambiado: Entre 2001-2007 se trató del sistema anglosajón y su concepción del capitalismo ahora le toca al sistema general mismo, o lo que denominan los belgas la “Contra-Civilización”. Una cadena de ideas inevitables que no son subrayadas por el entrevistado. Por ello los estrategas belgas proponen que seamos mayormente críticos de Wallerstein.



Fuente: http://www.voltairenet.org/El-fin-del-capitalismo-segun












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