La Historia se repite....
"Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro".
Confucio
La ultraderecha griega gana la calle
El partido Aurora Dorada, con 18 diputados,
ha tejido una gran red para asistir al ciudadano más golpeado por la crisis y
se afianza como un Estado dentro del Estado
Simpatizantes del partido de
ultraderecha Aurora Dorada
celebran los resultados de las
elecciones de junio. / Alexandros Michailidis (Cordon Press)
Son las seis
y media de la tarde del miércoles. Las oficinas abren a las siete pero en la
puerta hay al menos 20 personas. Muchos ancianos. Una mujer de pelo blanco con
un carrito de la compra. Una pareja de mediana edad y un señor de unos 70 años
bien trajeado que lleva una pequeña chapa en el cuello de la chaqueta. Es un
meandro, una especie de esvástica, y es el símbolo del partido neonazi griego
Aurora Dorada. El edificio frente al que estas personas esperan es su sede
central en Atenas. Todos los días, durante dos horas, está abierta para atender
al público. Es aquí donde, día tras día, Aurora Dorada construye el apoyo
popular sobre las ruinas económicas y políticas del país. Si se votara hoy,
según todos los sondeos, sería el tercer partido de Grecia.
Sin mirar a
la red que el partido ha construido en los últimos dos años no se entiende cómo
la formación, que en 2009, en las elecciones europeas, obtuvo menos del 0,5% de
los votos, haya podido ganar 18 de los 300 diputados en los comicios de junio y
el doble si se celebraran comicios ahora.
En la sede
central, cerca de la estación ferroviaria de Larissa, se reproducen los
mecanismos de funcionamiento de las más de 40 oficinas locales. En medio de la
depauperación de la clase media griega, Aurora Dorada se presenta como capaz de
llenar los huecos dejados por el Estado. En la página web oficial y en las de
los grupos locales sepresenta como capaz de llenar los huecos dejados por el
Estado. En la página web oficial y en las de los grupos locales se anuncian
distribuciones de comidas, servicios de asesoramiento para la búsqueda de trabajo,
visitas a residencias de ancianos o fábricas en crisis. Todo bajo el lema “Solo
para los griegos”.
A las siete,
cuando se abren las puertas, Dimitri es de los primeros en entrar. Ha venido a
buscar un libro: Hitler para 1.000 años, del ideólogo nazi León Degrelle. Tiene
20 años. Guardan la entrada del edificio dos hombres que lucen músculos debajo
de dos apretadas camisetas negras. Podrían ser dos gorilas de discoteca si no
fuera por la bandera que se entrevé a sus espaldas: el símbolo negro sobre un
fondo rojo. “Damos comida, intentamos ayudar a buscar trabajo. La gente nos
cuenta los problemas con los inmigrantes que la policía no puede solucionar y
nosotros actuamos con nuestros métodos”, explica Alex, que como la mayoría de
los voluntarios viste un pantalón militar de color verde oscuro y una sudadera
negra. “Para empezar que sea claro: ni fotos ni entrevistas a los que están
dentro”, advierte. Es la condición de la visita.
De las
intervenciones de Aurora Dorada hay rastros en Internet. El 30 de septiembre
varios miembros y dos de sus diputados asaltaron un mercadillo de inmigrantes
en Rafina. Hace dos días, la Red contra la Violencia Antirracista, una
organización de 23 ONG patrocinada por el Alto Comisionado de la ONU para los
Refugiados, presentó el primer informe de un proyecto piloto para registrar el
aumento de casos de violencia contra los extranjeros. Entre enero y septiembre
documentaron 87 episodios, la mayoría en Atenas y en lugares públicos. Las
víctimas, que en muchos casos han sufrido lesiones importantes, hablan del uso
de armas, bastones, tijeras, botellas rotas, cadenas. “En algunos casos”, se
lee en el informe, “las víctimas o los testigos de los ataques han reconocido
entre los responsables a personas asociadas a Aurora Dorada”.
“Dicen que
somos nosotros pero no”, dice Thomas, 35 años, encargado de la pequeña tienda
que se encuentra en la primera planta de la sede. ¿Podéis negar el uso de la
violencia? “No instigamos. Pero no podemos evitar que nuestra gente se
defienda”. En más de una ocasión los miembros del partido han negado ser los
autores de los ataques. El miércoles, en una entrevista en la televisión Skai,
el líder, Nikolai Michaloliakos, cuya primera declaración tras ser elegido fue
“todos los inmigrantes fuera”, volvió a negarlo a pesar de los vídeos. El
Parlamento quitó la inmunidad a dos de sus diputados por participar en el
ataque de Rafina. La medida también ha afectado a un tercer diputado, imputado
por un robo a mano armada en 2007. Es el portavoz del partido, Ilias
Kasidiaris, famoso por haber agredido a dos parlamentarias de izquierda durante
un debate en televisión en junio.
Thomas está
en el paro. Trabajaba en una gran empresa farmacéutica griega que se declaró en
bancarrota hace unos meses. Ahora vende aquí el material de propaganda del
partido. Al lado de la tienda hay dos estanterías semivacías, la biblioteca del
centro. Theodorus, 25 años, traduce los títulos: “Este va de la negación del
Holocausto. Estos son escritos de Julius Evola. Este otro son poemas de nuestro
líder. Y aquí tenemos discursos de Goebbels”. Theodorus, que trabaja de
guardaespaldas en una empresa privada, dice: “Los inmigrantes tienen que irse,
el problema de Grecia no es la economía sino que hay un millón de inmigrantes
que nos quitan el trabajo. La mezcla entre pueblos no es buena”. En la sala el
trajín de gente sigue. Para las consultas también hay una especie de asistencia
telefónica: dos jóvenes contestan a las llamadas desde otros puntos del país y
remiten las peticiones a las oficinas locales.
“Nos
definimos nacionalistas griegos. Cómo nos llamen los demás no nos interesa”,
contesta Thomas, cuando se le pregunta por la definición de nazi. Llega un
señor de unos 50 años y saca del bolsillo una cartilla de cartón azul claro y
el símbolo de Aurora Dorada. “Con esta le damos comida. Tienen que demostrar
que están en el paro o que tienen familia numerosa”. Sobra decir que hay que
ser griego. “Ahora tenemos un nuevo servicio. Muchos empresarios han venido
para decir que quieren contratar solo a griegos, nosotros les ponemos en
contacto”. El señor de la cartilla, que está en paro desde hace tiempo, coge
una de las tarjetas que el dueño de una lavandería ha dejado en la sede.
Thomas dice
que la relación con la policía “no es ni buena ni mala”. “Creo en todo caso que
el 50% de los policías nos apoya”, añade. Lo mismo dijo a la BBC hace una
semana el diputado de Aurora Dorada Ilias Panagiotaros. En septiembre, el
diario The Guardian reveló el testimonio de algunos de los 15 anarquistas
detenidos después de un enfrentamiento con miembros de Aurora Dorada, que
denunciaban torturas en comisaría por agentes simpatizantes del movimiento. El
ministro del Interior, Nikos Dendias, ha anunciado una demanda contra el
periódico británico. Pero las críticas a las fuerzas policiales por las
actuaciones durante las acciones de Aurora Dorada son cada vez más frecuentes.
Una de las últimas ocasiones fue el 11 de octubre: la violenta protesta de un
grupo de fanáticos cristianos apoyados por miembros del partido impidió la
representación de la obra de teatro Corpus Christi, en la que los apóstoles son
homosexuales. A Thomas le parece justo: “Uno no puede decir lo que quiere y
pensar que no pasa nada por ello”. Desde el piso de arriba se oyen aplausos.
“Hoy hay una conferencia sobre el imperio bizantino”.
Una
amenaza que se propaga por Europa
Simpatizantes de Jobbik durante una manifestación en Miskolc.
/ BERNADETT SZABO (REUTERS)
Hace una
semana, unos tres mil seguidores de Jobbik, el partido de la extrema derecha
húngara, salieron a la calle con antorchas para gritar consignas contra los
gitanos, acusándolos de robos y de estar detrás de la inseguridad pública. Esta
erupción de ira racista ocurrió en Miskolc, una ciudad industrial —la cuarta
mayor de Hungría, al este—, y cada cierto tiempo se producen incidentes en
otras poblaciones provocados por los partidarios de Jobbik (Movimiento por una
Hungría Mejor), la tercera fuerza del país con 44 diputados (de 386) en el
Parlamento y una sustancial capacidad para llamar la atención y condicionar la
vida política. “Toda Europa está preocupada por el ascenso de la extrema
derecha. No es un fenómeno local. Jobbik es uno de los partidos que más éxito
tiene, con múltiples conexiones internacionales”, explica Krisztian Szabados,
experto en grupos de ultraderecha y director del instituto Political Capital en
Budapest. “La amenaza del contagio existe en toda Europa”.
El principal
chivo expiatorio para Jobbik no son los inmigrantes, como sucede con los
partidos ultras en Grecia y en otros países como Finlandia u Holanda, sino los
gitanos. En el caso húngaro, “como en la mayor parte de los países del Este de
Europa”, el ascenso de la extrema derecha “tiene que ver con el racismo”, y “no
está directamente relacionado con la crisis económica”, como sí parece que
ocurre en el caso griego, puntualiza Szabados, ya que Jobbik estaba ahí desde
antes. Aunque ayuda: Jobbik se alimenta en parte del descontento por la maltrecha
economía.
Fundado en
2003, el partido maneja una retórica racista contra los gitanos, a los que
culpa de dedicarse al hurto y de vivir a costa de los beneficios sociales.
También sienten que deben hungarizarlos: “Queremos hacer que los gitanos sean
como nosotros, como los húngaros”, explicaba hace unos meses en Budapest Márton
Gyöngyösi, diputado de Jobbik.
La violencia
contra los gitanos tuvo incluso una estructura organizada, fundada por el líder
de Jobbik, Gábor Vona. Se trata de la Guardia Húngara, una especie de brigadas
ciudadanas uniformadas que salían a patrullar por las zonas donde viven los
gitanos para aterrorizarlos. Aunque las autoridades la ilegalizaron en 2009,
siguen existiendo oscuros grupúsculos que llevan a cabo tácticas similares.
Ultranacionalista,
antisemita y revisionista, Jobbik es rabiosamente antieuropeo —en esto coincide
con el resto de la extrema derecha europea—. Ve a Bruselas como un ente que
socava la soberanía nacional poblado, como decía el portavoz del partido, de
“políticos fallidos que no tienen ni idea sobre mi país”. De hecho, Vona pidió
el martes en Budapest, cuando se celebraba el aniversario del levantamiento
popular contra la Unión Soviética de 1956, que Hungría abandone la Unión
Europea
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