Hay algo que nos extraña:
Resulta sorprendente que al menos hasta la fecha y para lo que a priori pudiéramos esperar, jamás en este blog hemos recibido un solo ataque de nadie.
Ha pesar de que en ocasiones se han tratado aquí temas escabrosos, delicados o polémicos, que jamás hemos evitado esconder por rigor, responsabilidad, o conveniencia propias, sino más bien al contrario, los hemos presentado a nuestros lectores para que juzguen por si mismos, manifestando públicamente nuestras posiciones al respecto en los campos ideológico, socio-político e incluso en contadas ocasiones hasta espiritual o religioso, expresando así mismo y cuando la situación así lo requería, nuestro rechazo.
Tal vez, como piensan algunos, esto sea un hándicap, y no una virtud, pero ahora bien, pretender divulgar y hasta demostrar que la praxis astrológica funciona, empleando la agresividad, la falta de tacto hacia los oponentes, llegando al desprecio o a faltar el respeto en público a personas que no se conoce y de las que nada se sabe, tan sólo por expresar una opinión, cuando no una cosmovisión diferente, e incluso ir mucho más lejos, cebándose para difamarlas publicamente y que de esa manera prevalezcan las suyas, alegando que la verdad, (su verdad) lo justifica todo, desde el menosprecio y la ofensa, hasta el ultraje y el insulto personal.Esa no es, bajo nuestra perspectiva ética, en modo alguno, forma legítima de reivindicar a la sufrida Astrología, sino que la imagen final que se proyecta, está lejos de ayudar a rescatar a nuestra Ciencia y provoca el rechazo inmediato, pero y lo que es peor, perjudica a la propia Astrología, que ya tiene bastante detractores por desgracia.
En cuanto a nosotros, el hecho de no ser criticados nos mantiene presos de intriga, sabiendo como sabemos la exposición que hemos asumido al hacer nuestras predicciones públicamente, pero no vamos a caer jamás en ese error. Amamos lo suficiente nuestro Arte como para mezclarlo en polémicas rocambolescas donde al final lo que acaba defendiendose es a la propia persona que las ha generado y no a la Astrología, que se ve una vez más salpicada, contaminada y perjudicada por ellos.
Nuestro trabajo desarrollado durante cientos de horas casi siempre robadas al sueño, empleadas tanto aquí, como en esporádicas colaboraciones en algún que otro foro de Astrología, no puede tener ese destino hacia la confusión ni tampoco hacia la defensa a ultranza de nuestras posiciones a cualquier precio.
El duro esfuerzo divulgativo, que en los últimos años hemos llevado a cabo, incluso ha mermado ostensiblemente nuestra ya de por sí delicada salud, pero fue una llamada interior que consideramos en su día necesaria y aun mantenemos esa opinión. Hacemos lo que hacemos, porque pensamos en su día que era necesario hacerlo, casi obligado llevarlo a cabo. Así pues continuaremos en esa dirección, mientras las fuerzas nos acompañen y nos permitan seguir adelante.
Ahora, volviendo la vista atrás, cuando nuestra espalda comienza ya a doblarse bajo el peso de los años vividos, de tantas noches en vela, que en las más de las ocasiones hemos empleado con placer divulgando nuestra visión de la Ciencia de Urania, y a pesar del alto precio pagado, asumimos nuestro destino y damos por bien empleado el esfuerzo que vemos justificado simplemente cuando alguna persona, que sepamos, ha cambiado su idea preconcebida sobre el tema.
Simplemente nos damos por satisfechos con que alguien entre las personas que nos lee, que previamente fuese detractor y rechazase rotundamente la posibilidad que defendemos de veracidad para nuestro Arte, haya comenzado ahora, aunque sea en forma tímida, a dudar también de los que con taxativo, gratuito e ignorante desprecio, sin ningún conocimiento sobre el tema y menos aun estudio e investigación, tiran por tierra todo el Edificio Astrológico desarrollado y construido durante siglos, reduciendo la palabra Astrología a la caricatura de la misma que se exhibe en la prensa variopinta y que desgraciadamente también invade ahora, con su basura ponzoñosa, la oferta televisiva nocturna.
El duro esfuerzo divulgativo, que en los últimos años hemos llevado a cabo, incluso ha mermado ostensiblemente nuestra ya de por sí delicada salud, pero fue una llamada interior que consideramos en su día necesaria y aun mantenemos esa opinión. Hacemos lo que hacemos, porque pensamos en su día que era necesario hacerlo, casi obligado llevarlo a cabo. Así pues continuaremos en esa dirección, mientras las fuerzas nos acompañen y nos permitan seguir adelante.
Ahora, volviendo la vista atrás, cuando nuestra espalda comienza ya a doblarse bajo el peso de los años vividos, de tantas noches en vela, que en las más de las ocasiones hemos empleado con placer divulgando nuestra visión de la Ciencia de Urania, y a pesar del alto precio pagado, asumimos nuestro destino y damos por bien empleado el esfuerzo que vemos justificado simplemente cuando alguna persona, que sepamos, ha cambiado su idea preconcebida sobre el tema.
Simplemente nos damos por satisfechos con que alguien entre las personas que nos lee, que previamente fuese detractor y rechazase rotundamente la posibilidad que defendemos de veracidad para nuestro Arte, haya comenzado ahora, aunque sea en forma tímida, a dudar también de los que con taxativo, gratuito e ignorante desprecio, sin ningún conocimiento sobre el tema y menos aun estudio e investigación, tiran por tierra todo el Edificio Astrológico desarrollado y construido durante siglos, reduciendo la palabra Astrología a la caricatura de la misma que se exhibe en la prensa variopinta y que desgraciadamente también invade ahora, con su basura ponzoñosa, la oferta televisiva nocturna.
Desde el principio nosotros nadamos a contracorriente de aquellos, cuando intuimos que debíamos crear este lugar, casi por azar, aunque también, eso no lo olvidamos, llevados por el arrollador entusiasmo de un amigo que conoce, y cuyo nombre no viene al caso, pues no son los nombres, algo que nos importe, por eso mayormente el nuestro lo ocultamos, más como ejercicio de humildad que por reconocimiento, ya que no es el orgullo el que nos guía en esta empresa, sino la reputación de nuestra Ciencia, que ha de recobrar algún día el brillo que le fuese injustamente robado hace siglos. Mandato o extraño azar, que sólo Dios conoce, ya que en nuestra mente jamás existió ni la idea ni la pretensión de hacerlo.
Nos embarcamos en este trabajo aparentemente por azar, llevados durante estos últimos años únicamente por el empeño de presentar a los que creemos aun pueden pensar por si mismos, como hombres inteligentes y libres de prejuicios, valorando con justicia si ésta iniciativa viene o no cumpliendo nuestro forjado compromiso y pretensión de mostrar a la denostada Astrología como una práctica razonable, racional y razonada de una Ciencia milenaria, aunque también un Arte tradicional ajeno por completo a esa otra astrología que practican aquellos que no la tienen ningún respeto, que mancillan y pervierten su nombre autodenominándose astrólogos, sin conocer apenas nada.
La Astrología, una ciencia arcana cuya validez es ya un hecho, al menos a nuestro juicio, intuida y practicada durante siglos con pasión por las mentes de algunos de los más grandes hombres que el mundo ha conocido, que en muchos casos se vieron obligados a ocultar su estudio por el prejuicio o temor a la persecución de los que interesadamente, o por ignorancia proverbial la han intentado reducir al polvo del tiempo, surge renovada del oscuro desván donde quisieron relegarla al olvido desde la época en que irrumpió el Racionalismo. Esa protociencia arcaica, como algunos ahora ignorantemente la denominan derivó en lo que hoy con orgullo indisimulado se llama Astronomía, así la hija rechazó su procedencia, permitiendo que su madre, la madre de su ciencia, fuese relegada al olvido y la persecución.
La ciencia de los astros y de las leyes de la naturaleza implica el uso de las matemáticas. Pero este uso es bien diferente del que le dio posteriormente la ciencia moderna. Fiel a la concepción pitagórica y platónica, el humanismo renacentista no concebía a los números y las figuras geométricas como simples instrumentos para el cálculo o la medición. Los consideraba entes en sí, expresiones de una verdad más profunda, símbolos de la racionalidad del Universo, comprensibles sólo a través de la facultad más característica del hombre: el intelecto. Así, el humanista Luca Pacioli, que redescrubrió la divina proporción o sección áurea, consideraba a la matemática –tal como lo hicieran Pitágoras y Platón– fundamento de todo lo existente. Se trata, por lo tanto, de una matemática mística y no de una ciencia que encuentra su legitimación en medir, proyectar o construir.
Estos aspectos fueron también de fundamental importancia durante el Renacimiento. El hombre de aquella época era eminentemente activo: intentaba, hacía pruebas, experimentaba, construía, impulsado por una ansiedad de búsqueda que lo llevaba a poner en discusión y someter a verificación las certezas consagradas por la tradición secular. Este espíritu de libertad, de apertura, constituyó la condición para la revolución copernicana y todos los grandes descubrimientos de la época. Pero en la base del trabajo técnico, del arte, subyace siempre la idea de un mundo natural que no se contrapone al hombre, sino que es su prolongación. Y es por esta razón que la actitud hacia las matemáticas y la técnica de Alberti, Piero della Francesca y Leonardo, que hicieron vastísimo uso de ellas, es sustancialmente diferente a la del técnico y del científico moderno. La diferenciación entre Alquimia y Química, Astrología y Astronomía, magia natural y ciencia se desconoce en esta época y vendrá mucho más tarde. Aun Newton, en pleno siglo XVIII, escribía un tratado de alquimia... y los ejemplos de este tipo se podrían multiplicar.
La Astrología, una ciencia arcana cuya validez es ya un hecho, al menos a nuestro juicio, intuida y practicada durante siglos con pasión por las mentes de algunos de los más grandes hombres que el mundo ha conocido, que en muchos casos se vieron obligados a ocultar su estudio por el prejuicio o temor a la persecución de los que interesadamente, o por ignorancia proverbial la han intentado reducir al polvo del tiempo, surge renovada del oscuro desván donde quisieron relegarla al olvido desde la época en que irrumpió el Racionalismo. Esa protociencia arcaica, como algunos ahora ignorantemente la denominan derivó en lo que hoy con orgullo indisimulado se llama Astronomía, así la hija rechazó su procedencia, permitiendo que su madre, la madre de su ciencia, fuese relegada al olvido y la persecución.
La ciencia de los astros y de las leyes de la naturaleza implica el uso de las matemáticas. Pero este uso es bien diferente del que le dio posteriormente la ciencia moderna. Fiel a la concepción pitagórica y platónica, el humanismo renacentista no concebía a los números y las figuras geométricas como simples instrumentos para el cálculo o la medición. Los consideraba entes en sí, expresiones de una verdad más profunda, símbolos de la racionalidad del Universo, comprensibles sólo a través de la facultad más característica del hombre: el intelecto. Así, el humanista Luca Pacioli, que redescrubrió la divina proporción o sección áurea, consideraba a la matemática –tal como lo hicieran Pitágoras y Platón– fundamento de todo lo existente. Se trata, por lo tanto, de una matemática mística y no de una ciencia que encuentra su legitimación en medir, proyectar o construir.
Luca Pacioli: "La Divina Proportione"(1509)
Ilustración final
Estos aspectos fueron también de fundamental importancia durante el Renacimiento. El hombre de aquella época era eminentemente activo: intentaba, hacía pruebas, experimentaba, construía, impulsado por una ansiedad de búsqueda que lo llevaba a poner en discusión y someter a verificación las certezas consagradas por la tradición secular. Este espíritu de libertad, de apertura, constituyó la condición para la revolución copernicana y todos los grandes descubrimientos de la época. Pero en la base del trabajo técnico, del arte, subyace siempre la idea de un mundo natural que no se contrapone al hombre, sino que es su prolongación. Y es por esta razón que la actitud hacia las matemáticas y la técnica de Alberti, Piero della Francesca y Leonardo, que hicieron vastísimo uso de ellas, es sustancialmente diferente a la del técnico y del científico moderno. La diferenciación entre Alquimia y Química, Astrología y Astronomía, magia natural y ciencia se desconoce en esta época y vendrá mucho más tarde. Aun Newton, en pleno siglo XVIII, escribía un tratado de alquimia... y los ejemplos de este tipo se podrían multiplicar.
Pero la madre de ayer va cobrando hoy más y más defensores, y sus antiguas tesis, rescatadas del desprecio y la condena, y ello en muchos casos viene sucediendo a través del impacto social del nuevo paradigma científico, que con carácter más abierto se abre camino sin tregua y hace guiños al humanismo, un humanismo que poco a poco se irá imponiendo, cerrando esta edad oscura que agoniza, devorada totalmente por el racionalismo materialista a ultranza que la enterró.
Numerosos defensores de la veracidad de las tesis que la Astrología defiende desde sus inicios irán surgiendo poco a poco, nosotros simplemente somos uno más entre los muchos trabajadores anónimos, desconocidos, pues es esa la condición que hemos elegido, que formamos parte incipiente de esa marea que se avecina, especialmente ahora que el hombre requiere respuestas que la orgullosa, y a veces ciega ciencia actual ya no puede proporcionar.
Numerosos defensores de la veracidad de las tesis que la Astrología defiende desde sus inicios irán surgiendo poco a poco, nosotros simplemente somos uno más entre los muchos trabajadores anónimos, desconocidos, pues es esa la condición que hemos elegido, que formamos parte incipiente de esa marea que se avecina, especialmente ahora que el hombre requiere respuestas que la orgullosa, y a veces ciega ciencia actual ya no puede proporcionar.
Un protagonismo creciente se irá abriendo en este deshumanizado y superficial mundo que aleja al hombre de su conexión cósmica, que le ha desconectado de su dimensión eterna, para precipitarle embrutecido en la vulgar materia, carente del espíritu que la anima, lo que Jung llamó el arquetipo, esa fuente de saber eterna que Nuestra Ciencia procura a quien con humildad y dedicación se aproxima a ella, parafraseando a Hermes, que enseña, en este caso junto a su hermana, la disciplina hermética de la Alquímia, cómo se celebran las nupcias de nuestro humilde ser individual, en el engranaje cósmico, bajo la máxima hermética "Como es arriba, así es abajo".
Uysssssssss... soy de las que piensa que quien descalifica en realidad se califica a si mismo al utilizar tan pobre recurso argumental. Sólo animarte y agradecerte que sigas con tu labor... sin decaer y en tu línea. Gracias a varios que comparten generosamente sus saberes en la red... muchas o muchos nos podemos desasnar... astrológicamente hablando!!! Qué más podemos pedir!!!
ResponderEliminarEva