viernes, 20 de diciembre de 2013

Adrián Salbuchi: Guerras Polares

En el gran tablero geopolítico globalizado a menudo observamos jugadas inesperadas e insólitas. Tal es el caso de la gran lucha mundial en pleno desarrollo entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea por un lado, y la Federación Rusa y sus aliados por el otro. Vemos cómo ambos mueven sus piezas: hoy un peón es desplazado de una casilla a otra; mañana una torre o un alfil es catapultado de un extremo del tablero al otro; a veces, algún caballo es disparado en su curso laberíntico... 

Tal es el juego de la Guerra Ártica que empezó a librarse, en la que ciertos eventos aparentemente no relacionados conforman una trama sutil que cobra nuevo sentido si se entiende cómo se mueven las piezas… 



Primera Ronda en Siria: Putin: 1 / Obama: 0 


En el pasado mes de septiembre, el presidente estadounidense Barack Obama sufrió una durísima derrota diplomática y política a manos del presidente ruso Vladimir Putin en torno a la crisis en Siria y su trágica secuela de guerra civil que ya va cobrándose cientos de miles de víctimas...

Junto con Irán y antes Irak y Libia, Siria forma parte del grupo duro de países musulmanes clara e inequívocamente antisionistas. 

Al permitir, por enésima vez, que Israel y el lobby sionista dentro de EE.UU. liderado por AIPAC – el comité estadounidense-israelí de asuntos públicos– obligue a la Casa Blanca a priorizar los intereses de Israel por encima de los de EE.UU., esta vez respecto de Siria, Estados Unidos se metió en una peligrosa jugada diplomática con Rusia. 

A lo largo de 2013, esto se vio reflejado en las actitudes belicosas de Obama ante Siria, siempre amenazando con la opción militar; siempre en nombre de su aliado israelí cada vez más impresentable y embarazoso. Obama terminó asomando su cabeza mucho más de la cuenta, especialmente al saberse que los así llamados 'combatientes por la liberación siria' mostraron su verdadero rostro ante el mundo con su extrema brutalidad genocida, su alianza con Al-Qaeda y su sospechado uso de armas químicas saudita-israelíes contra la población civil en Damasco. 

Cuando en septiembre se realizaba la Cumbre de los países del G20 en Rusia, las cosas amenazaban con ponerse realmente feas. Fue entonces cuando la realidad finalmente se impuso y EE.UU. se vio obligado a dar marcha atrás en sus políticas pendencieras. Ese fue el momento en que el prestigio de Rusia y Putin rozaron nuevas alturas, al tiempo que Obama cayó en aún más desprestigio tornándose en un presidente crecientemente débil y controlado por el sionismo. 



Segunda Ronda: ¿Preparando una trampa para Rusia? 


Justo durante la crisis siria y mientras EE.UU. declaraba su derrota en la Cumbre del G20, ¡qué oportuno que fue que la 'ONG ambientalista' Greenpeace 'casualmente' enviara su buque Arctic Sunrise”a las gélidas aguas árticas a 'protestar' contra Rusia! 











Su tripulación, liderada por el capitán estadounidense Peter Willcox, montó una grotesca tentativa de abordaje de la plataforma petrolera Priraslomnaja, perteneciente a la empresa Gazprom controlada por el Estado ruso, que se encontraba operando cercana a las costas de Siberia dentro de la zona de exclusividad económica rusa. 

Las grotescas imágenes de video de media docena de tripulantes del buque de Greenpeace colgados de la plataforma rusa como si fueran un comando SWAT recorrieron todos los multimedios occidentales. 







Sabiendo que Greenpeace no es una pacífica 'ONG ambientalist' sino una organización de fachada que sistemáticamente se alinea con los intereses geopolíticos del Reino Unido (y por extensión de los EE.UU.), permite que se inserte su accionar dentro de la lógica del Gran Tablero Geopolítico de la alianza angloestadounidense. ¿Será que el 'furor ecologista' de Greenpeace no es más que una fachada para actividades encubiertas del MI6, la NSA, o la CIA? 

¿No resulta extraño ver que mientras Greenpeace hace mucho ruido protestando contra inexistentes daños ambientales perpetrados por Rusia (vale aclarar que no hubo contaminación petrolífera alguna proveniente de la plataforma Priraslomnaja), sin embargo jamás realiza protestas de altísimo perfil mediático tratando de abordar por la fuerza a alguna plataforma petrolera inglesa o estadounidense perteneciente a, por ejemplo, BP, Exxon o Chevron? 

Esto resulta muy sospechoso, considerando que son precisamente las gigantescas empresas petroleras occidentales las que tienen, de lejos, los peores antecedentes en materia de contaminación ambiental. Así lo han demostrado las catástrofes ecológicas causadas por la plataforma Deepwater Horizon de BP en el Golfo de México en 2010; el buque Exxon Valdez en Alaska en 1989; y las tres décadas de horrorosa contaminación perpetrada por Chevron en Ecuador.

Para estos casos, la respuesta de Greenpeace ha sido un silencio atronador. Greenpeace también se mantuvo muda cuando el diario londinense 'The Guardian' informó en diciembre de 2003 que el ministerio de defensa del Reino Unido "se negó a decir si existieron cargas de profundidad nucleares a bordo del buque de Guerra británico HMS Sheffield que fuera hundido por las fuerzas argentinas durante la Guerra de las Islas Malvinas en 1982".

Mientras Greenpeace mantiene un sospechoso 'discreto silencio' en torno a atroces contaminaciones en cabeza de estadounidenses y británicos, tiene, sin embargo, todo un historial de ruidosa militancia ecologista cuando se trata de protestar contra países cuyos dirigentes hacen cosas que se contraponen a los intereses geopolíticos globales de EE.UU. o del Reino Unido.

El lector recordará, por ejemplo, el hundimiento del buque de Greenpeace Rainbow Warrior ocurrido en 1985 cuando trató de forzar a Francia a no realizar pruebas nucleares en el Atolón de Mururoa en el Océano Pacífico. Fracasaron en su intento luego que el Directorio de Seguridad Externa General de Francia realizó una operación encubierta en la que hundió esa embarcación. 'Casualmente', también entonces – ¡oh, sorpresa! – el capitán delRainbow Warrior era el mismo Peter Willcox, hoy al mando del Arctic Sunrise. ¿Se percibe cierto patrón en estos acontecimientos?

Ahora bien, contrariamente a lo que hizo Francia en 1985, Rusia optó por mantener la cabeza fría y, en lugar de hundir al Arctic Sunrise, lo obligó a echar ancla en el Puerto de Múrmansk al tiempo que metió a toda su ecológicamente inspirada tripulación en la cárcel durante varios meses. 

Piense el lector el circo mediático que EE.UU. y el Reino Unido hubieran montado si, siguiendo el mal ejemplo de Francia, Rusia hubiera hundido al intruso de Greenpeace.

¡Qué lío que hubieran armado! Casi podemos intuir los titulares de lo multimedios globales: "La autoritaria y ecológicamente incorrecta Rusia ignora los derechos humanos de un noble grupito de pacíficos ambientalistas de 18 países de Greenpeace", y estupideces por el estilo. 

Los medios occidentales se hubieran regocijado en darle un enorme 'Cero' a Rusia y a Putin para tirar abajo su imagen ante el mundo…
Pero no: Rusia no cayó en la trampa urdida por Greenpeace. En vez de eso arrestó a la tripulación a la que acusó de piratería en alta mar. Nuevamente, Reino Unido-EE.UU.: 0 / Rusia: 1. 

Desde entonces, Greenpeace se está lamiendo sus heridas montando una campaña de burdas y flagrantes mentiras. 

Un ejemplo: dado que dos de los tripulantes del Arctic Sunrise –Camila Speziale y Miguel Pérez Orsi– son ciudadanos argentinos, en ese país Greenpeace ha montado una costosísima campaña propagandística en los medios de prensa locales que muestra los rostros de estos dos tripulantes junto con la leyenda "¿Cárcel por evitar un derrame de petróleo? Un disparate". 

La verdad, sin embargo, es otra: no existió ni existe ningún derrame de petróleo que Greenpeace haya "evitado". Nuevamente la pregunta se impone: ¿No debería esta ONG fundada en Canadá, con sede en Holanda, y financiada por EE.UU. y Reino Unido concentrar su atención más sobre las sucias y contaminantes multinacionales petroleras en sus propios países en lugar de andar metiendo la nariz en el lejano Ártico? 



Tercera Ronda: ¡Carrera hacia el Polo!

En tiempos recientes se le ha puesto cascabel al gato a todas estas ruidosas movidas en torno al Mar Árctico. Simplemente resulta que se han descubierto gigantescas reservas de petróleo y gas debajo de sus aguas. 

Las estimaciones hablan de 90.000 millones de barriles de petróleo (el 20% de las reservas globales y el 13% de la provisión mundial), 1,67 billones de metros cúbicos de gas natural (el 30% de las reservas mundiales), más platino, oro y zinc, más... 

Uno de los países que ha tomado una posición excepcionalmente belicosa en sus reclamos de soberanía territorial en esta región es Canadá, que más que un país es una suerte de enclave de la Corona Británica en América y una cabecera de playa de Estados Unidos sobre el Ártico. Uno casi puede sentir el aliento del Tío Sam detrás de los vehementes reclamos territoriales de la normalmente pacifica Canadá.

También vemos al aliado en la OTAN, Dinamarca, haciendo sus reclamos a través de la proyección territorial de Groenlandia; también al débil aliado noruego y, por supuesto, a la superpotencia rusa que en 2007 plantó su bandera en el lecho de Ártico, más precisamente sobre el Polo Norte. Pero también Canadá reclama el Polo Norte como suyo... 

En fin, ¡¡esperemos que no lo terminen desalojando a Papa Noel antes de estas Navidades!!

Si hay algo que nos muestra la Historia Mundial una y otra vez es que el único idioma que la Alianza EE.UU.-Gran Bretaña pareciera entender es el idioma de la fuerza, o el de la amenaza del uso de la fuerza. 

Se entiende entonces otra prudente jugada del presidente Putin al ordenar a sus militares fortalecer la presencia y defensa rusa sobre su gigantesca esfera de interés en el Ártico a partir de 2014: una "prioridad importante para el Gobierno para la protección de su seguridad e interés nacional", según sus palabras.

En meses recientes, Rusia ha empezado a formar nuevas unidades militares en el Ártico, reinstalando bases militares en el Archipiélago Novosibirsk y en la Tierra Franz Josef que habían sido abandonadas tras la caída de la Unión Soviética. También empezó a restaurar bases aéreas en la Isla Kotelny, lo que incluye preparar las localidades de Tiksi, Naryan-Mar, y Anadyr, adecuándolas a venideras necesidades en términos de personal y logística.

10 buques de guerra rusos y rompehielos nucleares ya operan en esa región, monitoreando los pasos marítimos entre los océanos Atlántico y Pacifico, en una zona que incluye, casualmente, al Puerto de Múrmansk (dónde hoy permanece el Arctic Sunrise silenciosamente anclado).

Claramente, el Mar Ártico está en el centro del radar del tablero geopolítico global. Lo que ocurra en esos parajes en los próximos años será de enorme importancia, considerando las maniobras y posicionamientos que pretenden lograr las potencias en conflicto para hacer valer y consolidar sus respectivas presencias y reclamos en esa Región, como en el resto del mundo.

Pues cuando de petróleo se trata, Estados Unidos y Gran Bretaña claramente han decidido militarizar su exploración, explotación, transporte y suministro. Tal como vienen haciendo en el Océano Atlántico Sur, apoyados sobre la poderosa base militar nuclear que Gran Bretaña mantiene en las Islas Malvinas y la poderosa Cuarta Flota del Atlántico Sur de EE.UU., complementada por un rosario de bases militares que sigilosamente van instalando en Paraguay, Argentina, Chile, Colombia y otros países de la región.

Pues no olvidemos que en estas latitudes meridionales existe otra región aún más vasta y rica en recursos naturales, que es la Antártida, que no es solo un mar sino todo un continente centrado en el Polo Sur. 

En verdad, en nuestro mundo complejo todo lo que ocurre en los desiertos calcinados de Arabia, Libia o Irak; o en las infinitas estepas de Asia; o en las hirvientes selvas del África; o en las Pampas barridas por los vientos sudamericanos tiene un impacto –por ahora indirecto– sobre este nuevo frente de conflicto que podríamos describir como las venideras 'Guerras Polares'.

Guerras en las que participarán las superpotencias, sus países vasallos, ONGs ambientalistas operando como fachada para los Dueños del Poder Global, gigantescas empresas petroleras y, por supuesto, los megabanqueros que manejan todos los hilos desde arriba; desde mucho más arriba, por cierto, que la Casa Blanca, el Nº. 10 de Downing Street, el Palacio del Elíseo, y la sede de Greenpeace en Amsterdam.



Adrian Salbuchi para RT

Adrian Salbuchi es analista político, autor, conductor del programa de televisión “Segunda República” por el Canal TLV1 de Argentina. Fundador del Proyecto Segunda República (PSR). www.proyectosegundarepublica.com












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