miércoles, 4 de junio de 2014

Lluís Gisbert: El banquete de Plutón


El banquete de Plutón 

Lluís Gisbert








Dentro del contexto del libro de arte “Pluto’s Banquet” de Antoni Miralda y Màrius Brossa, publicado en Abril del 2012 por la editorial Trebol 4, se encuentran los cuatro textos sobre el mito de Plutón con los que tuve el honor de colaborar para el libro y que ahora he extraído para publicarlos en la web. Estos textos enlazan con la simbología artística del proyecto Patriotic Banquet de Antoni Miralda y la fotografía artística de Màrius Brossa.





Plutón, el Hades griego: El dios invisible


Hades significa el invisible, tanto en su raíz etimológica como por sus elementos característicos entre los que destaca el casco que le convierte en invisible para toda mirada proveniente de la superficie terrestre. Representa lo que no se ve porqué está bajo la superficie, lo que habita en la profundidad. Alude a esa dimensión de todo ser que no ocupa espacio, ni habita en la tangibilidad corpórea. Más bien es la personificación de esa fuente esencial de la que emana nuestra conciencia de interioridad y de experiencia íntima en nuestra relación con el mundo.

Las transformaciones de Plutón operan en lo invisible, en lo esencial y precisamente por ello son tan irracionalmente temidas y negadas por el yo superficial que vive la vida en y desde la superficie. Nada tiene que ver con los cambios propuestos por la voluntad consciente (personal/colectiva), sino que alude a las inevitables transformaciones de las que el yo es objeto y no sujeto y por ello a todo fenómeno que denominamos crisis. La naturaleza de Plutón no se expresa en los cambios basados en “las buenas intenciones” ni en las esperanzadoras propuestas de año nuevo.

Cuando decimos “tengo que cambiar” ¿a que nos referimos? ¿Nos referimos a cambios en las circunstancias externas: cambios de look, de vestuario, de tatuaje, de lugar, de pareja, de trabajo? Es como si en esos momentos, quien hablara a través nuestro fuera el espíritu de Plutón proponiéndonos un cambio en nuestra propia mirada, una transformación del enfoque desde el que nos abrimos a la vida. Los esquemas de valoración y el enfoque vital no reinan en las circunstancias externas, sino que son los invisibles e inadvertidos filtros a través de los cuales se abre nuestra mirada al mundo. Sabio es temer a Plutón, ya que nosotros mismos somos los susceptibles de ser transformados.

…es cierto que quien mira en el espejo del agua, ve ante todo su propia imagen. El que va hacia sí mismo corre el riesgo de encontrarse consigo mismo. El espejo no favorece, muestra con fidelidad la figura que en él se mira, nos hace ver ese rostro que nunca mostramos al mundo, porqué lo cubrimos con la máscara del actor. Pero el espejo está detrás de la máscara y muestra el verdadero rostro. Esta es la primera prueba de coraje en el camino interior, una prueba que basta para asustar a la mayoría, pues el encuentro consigo mismo es una de las cosas más desagradables y el hombre lo evita en tanto puede proyectar todo lo negativo sobre su mundo circundante…

C.G.Jung – Arquetipos e inconsciente colectivo.

Quizás el coraje para afrontar el reto al que nos invita Plutón solo lo asumamos cuando individual o colectivamente ya no nos soportemos más a nosotros mismos, ya no nos creamos ni a nosotros mismos, ni a nuestros auto-engaños. ¿Quienes somos nosotros para pensar que la decadencia de nuestros tiempos está mal?

Desde que Plutón viaja a través de Capricornio (desde el 2008), la corrupción y el hedor que se desprende del hasta entonces invisible poder económico emerge a la superficie. En las plazas de cualquier pueblo de la Grecia contemporánea donde siglos atrás se debatía sobre la naturaleza universal del amor, del poder, o sobre la insondable profundidad de donde emanan las pasiones y anhelos humanos, ahora se debate sobre economía mundial; el omnipresente poder de las grandes corporaciones, el FMI o el Dow Jones.Ya hace mucho tiempo que el oculto poder económico se liberó de las cadenas de cualquier frontera nacional y campa a sus anchas en un mundo al menos económicamente global.

Plutón significa rico, por algo era el único Dios del panteón griego al que no era necesario hacerle ofrendas. La plutarquía es el gobierno de los ricos; y es que el dios economía tiempo atrás construyó su altar en el centro de nuestra sociedad. En las plazas de todo pueblo y cultura, donde históricamente se edificaban templos o iglesias en honor al dios de turno, hace tiempo que encontramos a los representantes de los grandes bancos y centros comerciales como estandartes del dios de nuestros tiempos: el dinero.

Cuando la fuerza que ha movido desde la oscuridad al mundo, sale a la superficie y los olfatos de quienes habitan sobre la corteza terrestre se impregnan de su hedor, es cuando en la putrefacción ya está listo el abono que contiene el germen de una nueva vida, de un nuevo paradigma que siempre será lo inimaginable desde la perspectiva del paradigma anterior. El renacimiento plutoniano es el renacimiento a lo inimaginable, porqué la perspectiva desde la que el sujeto (individuo, colectivo) imagina es precisamente la que está sujeta a muerte.

Esperemos lo inesperado, imaginemos lo inimaginable, contemplemos lo incontemplable.




Plutón y Perséfone







Este es el mitologema más conocido de Plutón: el rapto y violación de Perséfone, hija de Demeter, por Plutón y el símbolo de la granada como fruto del submundo. Una vez probado el alimento del submundo, nadie se puede alejar definitivamente del Hades, al igual que una vez instaurada la consciencia nocturna de la muerte nadie vive por más tiempo en la superficie con la misma actitud.

Viviendo en una eterna primavera encontramos a la doncella Core (nombre anterior a su descenso), segura bajo el abrazo protector de su madre, recolectando alegremente flores en un verde prado junto a otras despreocupadas y vírgenes doncellas. Se abre la tierra bajo sus pies y del profundo abismo aparece Hades con su carro tirado por cuatro negros caballos. Demeter desesperada busca a su hija por todos los rincones de la superficie terrestre y al no encontrarla se sume en una profunda depresión, dejando sin frutos a los hijos de la tierra. Zeus interviene en el litigio y convence a Plutón para que en cada ciclo anual deje a la hija de Demeter alternar seis meses junto a su madre y seis meses en el Averno.

Antes del rapto de Core, la primavera y el verano eran eternos; pero a partir del rapto, cada vez que Perséfone debe regresar al Hades, Demeter vuelve a sumirse en un profundo duelo; da inicio el otoño y el invierno, la noche empieza a ganar terreno al día, la oscuridad a la luz y el frío recogimiento interior se impone a la calurosa extraversión. La naturaleza se purga, las hojas mueren y la tierra deja de ofrecer sus frutos. Se posibilita así la limpieza y vacío necesario para que la vida se renueve.

Todo mito es un sueño colectivo que brota del imaginario de la humanidad, por ello la imagen de la violación emana como metáfora de la experiencia de sometimiento de la pequeña y efímera voluntad personal ante la eterna y gran Voluntad impersonal. ¿No será la vida misma quien nos viola? Cualquier adolescente puede creer que su vida adulta será lo que se propone con sus buenas intenciones, pero en su proceso de maduración va descubriendo que su vida poco tiene que ver con lo imaginado.

La transformación, nunca querida pero secretamente deseada, es alegoría de la pérdida de la inocencia de la conciencia superficial y diurna que cree que la vida es recolectar florecitas cantando alegremente por un campo verde bajo la seguridad del abrazo de mamá, más adelante casarse y tener hermosos hijos, o separarse y pasarlo bomba en la discoteca, ligar y follar, llegar a tener un buen sueldo, un gran plan de jubilación y morir lo más tarde posible rodeado de nietos que estudian en Esade a fin de ser grandes ejecutivos en maravillosas multinacionales.“¡La vida es esto y ya esta!” Es evidente que para un tipo de conciencia Perséfone, tan común en nuestros días, Plutón es visto como un violador. Pero aparece como violador solo ante un tipo de conciencia.

Así como la traducción de Core es dondella virgen, Perséfone significa “la que ama la oscuridad”. Una vez más la transformación ha tenido lugar: la inocente adolescente hija de su mamá es ahora Reina del Submundo. ¿Y si para poder descubrir el valor profundo de la vida sea necesario que se instale en nosotros la conciencia de la muerte?

Psicológicamente la imagen del submundo es análoga a lo inconsciente y la imagen de la violación alude a toda conciencia que se siente forzada a descender en dirección a aquellas áreas y núcleos de la personalidad (individual o colectiva) que han sido excluidos de la superficie, tanto si se trata de nuestros demonios y complejos inconscientes, como de cualquier potencial creativo que albergamos en estado latente.


Plutón y el submundo


Hades es el señor del submundo a la vez que el submundo mismo como ámbito o Reino; es el representante del otro lado de la vida diurna y en este sentido es una metáfora de la experiencia esencialmente psíquica de la existencia. Evoca una manera de mirar la vida desde la cual se ponen en cuestión las miradas desde la superficie de la vida, las perspectivas superficiales y por ello carentes de penetración, limitadas para “ver más allá” de la superficie.








Según Dante ante la puerta del Hades está escrito: “abandonad los que entráis aquí toda esperanza”. Bien podía referirse a toda esperanza de mejoría, crecimiento, expansión o reparación a fin de retornar a tiempos y valores pasados. ¿Cómo va a dar vida el Señor de los Muertos? Quizás lo que nos ofrece no es vida, lo que puede dar en cambio es una sabiduría de la muerte ya no entendida como algo a acontecer al final de la vida, sino como dimensión siempre presente, no tan solo intelectualmente, sino sobre todo anímica e imaginalmente.

Toda personificación de lo oculto, marginal, incomprendido o negado, se manifiesta como tabú ante una conciencia movida por el principio de poder y control, pero a la vez, en lo que habita exiliado en la “invisible” periferia duerme el germen de toda futura transformación de la actitud vital predominante. Cuando ya no queda energía para negar lo negado, para repudiar los síntomas inherentes a toda ineludible transformación en nuestra manera de ser, comprender y relacionarnos con el mundo, descubrimos que el único poder que albergamos es la ilusión de poder. ¿Existe más neurótico descontrol que vivir poseído por la obsesión de control? Ahora cobra un nuevo sentido el lema alquimista: “que muera el vivo, para que por fin viva el muerto”… el muerto que habitaba, casi nunca inocentemente silenciado, en el vivo.

Todo cambio de cosmovisión es un proceso y como tal, al empezar a manifestarse conscientemente solemos ignorar que ya lleva largo tiempo gestándose bajo la superficie de las preocupaciones y ocupaciones “oficiales” y que hunde sus raíces en la silenciosa oscuridad del inconsciente colectivo. A lo largo de la historia los transgresores emisarios del espíritu de una nueva época han sido artistas, poetas, astrónomos, filósofos, científicos, místicos… Muy a pesar de alguna superficial interpretación new-age, no tiene sentido hablar de renacimiento sin antes hablar sobre la muerte; no es de extrañar por ello que la nocturna sabiduría estético- simbólica del “artista” haya sido la gran marginada del conocimiento oficial y académico.

Una consciencia inconsciente de la muerte ¿puede vivir sin tabús, sin chivos expiatorios, sin falsas esperanzas o artificiales identificaciones colectivas? Si lo negado mostrase su ineludible presencia, quien acogería sin defensas esa verdad ya no sería la misma consciencia que la negaba. ¿Que misterioso cambio de valores hace posible que lo interpretado como veneno en un determinado momento histórico, sea a posteriori reconocido como el deseado antídoto?


El Hades, las grutas & la depresión


Al reino de Plutón no se asciende, sino que se desciende a través de una abismal grieta en la superficie terrestre. Su puerta de acceso es una depresión geográfica o su símil como estado anímico: la melancolía, modernamente denominada depresión. En ese reino no hay cabida a anhelos de trascendencia o ascetismo, más bien habita el tanático anhelo de profundidad e “insight psicológico”. Descendemos cuando la ilusión de habitar sobre un suelo literalmente firme se transforma a través de sus grietas en des-ilusión y las estructuras impostadas sobre las que hemos construido los pilares de nuestra identidad individual o colectiva revelan su sinsentido.

Sombras, grietas y depresiones dan profundidad al cuadro de la vida, descubrimos que lo que se muestra oculta lo que no se muestra y permiten vincular lo que se oculta al mostrar con lo que se muestra al ocultar. Cuando creemos habitar en una realidad literal, sin grietas ni sombras, estamos viviendo sin saberlo en un mundo muerto, ya que éste ha perdido su órgano creador: la imaginación.








Orfeo descendió al Hades por amor, en busca de Eurídice, en busca de la profundidad imaginal del alma. Motivo similar encontramos en Dionisos. Ulises se sumerge en el país de los muertos en anhelando la sabiduría de Tiresias. Ninguno de ellos desciende para conquistar o vencer al submundo y menos aun para luchar contra ninguna crisis. El propósito de ese descenso al país de los muertos es una comprensión que solo puede nacer de una aceptación, de una entrega de la pequeña voluntad. Pero esta ya no es una comprensión meramente racional y abstracta, sino que implica la totalidad del ser y de ahí que sea una comprensión integralmente transformadora.

Las religiones subterráneas, como las órficas, o los Misterios de Eleusis celebrados en Grecia durante siglos, estaban regidas por cultos de descenso al submundo entendidos como experiencias de muerte en vida, entendidas como iniciaciones a otro estado de consciencia. Solo la mítica hercúlea, cristiana (o el negocio farmacéutico) entiende al sub-mundo como algo a vencer, conquistar (o medicar). ¿Será por esto que Hércules abandona el Averno sin una renovada comprensión; siendo el mismo guerrero colérico y paranoico de siempre, declarando guerras preventivas a todo eje del mal que su reprimida y por ello inconsciente imaginación proyecta y literaliza por doquier?

Quizás el Reino del Plutón no nos acecha para que lo venzamos, sino para que nosotros seamos los vencidos y transformados. No nos puede traer bienes terrenales, productividad, consumo, ganancias materiales, fama, dominio. Quizás “lo único” con lo que nos puede enriquecer sea en profundidad imaginativa, el don indispensable a fin de reinventar las estructuras inherentes a lo que entendemos como realidad.

Hasta el siglo XIX, a la depresión se la llamaba melancolía y esta equivale a una experiencia anímica, a un estado del alma. Como cualquier otro estado anímico, no está sujeto a nuestra voluntad consciente ni volitiva. De la misma forma que no podemos pedir sueños por encargo, tampoco podemos elegir estados anímicos a conveniencia y por ello no hay error ni culpa en ellos.

En Hipócrates la melancolía formaba parte de uno de los cuatro humores (bilis negra). Tanto el platonismo como el neoplatonismo del Renacimiento y el romanticismo de los siglos XVIII y XIV tenían clara la relación entre la melancolía y las raíces creativas del alma, el vínculo entre genio y melancolía. “El libro de los problemas”, que aun hoy en día mantiene el debate entre si su autor es Aristóteles o su discípulo Teofrasto, aborda el tema de la melancolía empezando con el siguiente interrogante: ¿Por qué será que los grandes pensadores, los grandes políticos, los grandes artistas y los hombres de gobierno han sido melancólicos?

Melancolía deriva de “melas” que significa negro, color que en nuestro imaginario cultural está íntimamente ligado al duelo, al luto, a la depresión y a la muerte y por otra parte es el color característico de Plutón.

En los inicios del S.XX Freud asoció psicológicamente melancolía y duelo. En el duelo uno sabe que ha perdido algo y acepta que es un proceso a elaborar a fin de interiorizar la energía que se desprendió junto al objeto del duelo. ¿Qué se ha perdido en la depresión? ¿Que valores han muerto en nuestra cultura sin que aceptemos los síntomas de su decadencia, sin poder elaborar su duelo? ¿No será la depresión colectiva, más que algo que debamos medicar o curar, algo que nos invita a ser curados de nosotros mismos? Si así fuera, la negrura sería algo a ser reconocido y vivido hasta su destino: la muerte, entendida esta como el fin de una actitud y perspectiva vital.

Cuando en nuestros sueños, en nuestras conversaciones cotidianas, en nuestras mercantilistas interpretaciones de calendarios mayas, o en el mundo del arte y del cine, las fantasías de catástrofe y fin del mundo irrumpen en nuestro imaginario, en lugar de tomárnoslas literalmente, deberíamos preguntarnos y reflexionar sobre; ¿qué mundo es exactamente el que está llegando a su fin?

Hermes guiaba el alma de los muertos al submundo sin clasificación alguna entre almas buenas o malas, trabajadoras o perezosas, celibatas o lascivas, ricas o pobres, puras o impuras, evolucionadas o no evolucionadas, ni sobre la base de ningún otro criterio o juicio moral. En cambio la palabra infierno está llena de implicaciones morales: castigo, culpa, maldad, error. Simboliza lo opuesto a la idea de “ser bueno” a fin de obtener premios terrenales o celestiales por ello; el cielo, iluminación, trascendencia, el paraíso, o riqueza, fama, reconocimiento, sexo o poder.

Nuestro condicionamiento cristiano percibe la decadencia, la corrupción o la putrefacción como algo evitable y negativo, en definitiva, algo contra lo que luchar, pero nunca como algo a ser reconocido. ¿La purga otoñal se debe a un error a corregir? ¿La vida debería ser una eterna primavera, un constante florecimiento? ¿El consumo y la productividad un estado en eterna expansión y crecimiento?

En las raíces ocultas de la vida se celebra la eterna danza entre vida y muerte: de las heterodoxias surgen nuevas ortodoxias, de las revoluciones nacen nuevas cosmovisiones susceptibles en un futuro a ser guillotinadas, las hojas y restos orgánicos son transformados por gusanos y bacterias en humus el nutriente de los pastos y estos alimento de los herbívoros…

Nutrirse es un ritual comunitario; nos juntamos con los amigos con el pretexto de ir a cenar y regresamos a casa de nuestros padres para la comida navideña. Purgar, eliminar y defecar son procesos igual de naturales y esenciales de la vida, pero la cotidiana actividad de defecar es experimentada en la más íntima comunidad con uno mismo. Algún misterioso impulso natural en el niño le compele a sentirse fascinado por sus propias heces y le invita a rendirles culto: olerlas, manosearlas y jugar con ellas. No es de extrañar; ¡son sus primeras obras creativas!

Plutón es el gran olvidado, el ausente en nuestra cultura, el marginado y necesita más que nunca ser reconocido en el sentido de arquetipo universal, de fuerza cósmica más que humana.¡Levantemos un altar a la putrefacción! La decadencia no es cuestión moral, no florece porqué lo hayamos hecho mal, ni porqué lo hayamos hecho bien.

En este proceso alquímico, la negrura plutoniana es la materia prima desde la que re-imaginar nuestra relación con el mundo, el germen desde el cual ser nosotros los re-fundados y con ello la economía, la educación, la política, la ciencia, el arte… la esencia de la cultura humana.

En nuestra cultura Plutón ha sido negado hasta tal punto que equivale a la negación de la muerte. De ahí que solo podamos entender la muerte como un hecho físico literal, pero hayamos olvidado “ver-a-través-de” su imagen, no solo comprendida como algo que viene después, sino reconocida como aquello que continuamente está presente en lo invisible y no tan solo en la superficie. La muerte como origen de la vida, como su fuente oculta y factor renovador. Plutón como el reino al que cíclicamente “caemos” a fin de re-fundar nuestro modo-de-ser-en-el-mundo.

Lluís Gisbert

Abril 2012

Bibliografía:


Jeff Green – Plutón, la trayectoria evolutiva del alma.

C.G.Jung – Arquetipos e inconsciente colectivo.

R.Klibansky, E.Panofsky, F.Saxl - Saturno y la melancolía

S.Freud – Duelo y melancolía

Howard Sasportas - Los dioses del cambio

James Hillman – El pensamiento del corazón.













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