En 1972, se publicaba un pequeño libro. La persona que firmaba el trabajo, "Mensaje a los Tecnólogos", tal era su título, incluía más abajo un epígrafe aclaratorio: "Introducción a la psinopsis de pronosticación histórica de Rafael Lafuente".
En dicho texto el astrólogo español Rafael Lafuente (1914-1990), que siempre prefirió usar el término "futurólogo", (tal vez para desmarcarse del descrédito en el que se había sumido el viejo Arte de la Astrología practicado sin escrúpulos, tal como hoy mismo sucede, por miles de farsantes que en ningún caso merecen la denominación de astrólogos), publicaba una seria advertencia que hoy parece confirmada.
En dicho texto el astrólogo español Rafael Lafuente (1914-1990), que siempre prefirió usar el término "futurólogo", (tal vez para desmarcarse del descrédito en el que se había sumido el viejo Arte de la Astrología practicado sin escrúpulos, tal como hoy mismo sucede, por miles de farsantes que en ningún caso merecen la denominación de astrólogos), publicaba una seria advertencia que hoy parece confirmada.
En el caldo de cultivo de la saliente cuadratura entre Urano y Plutón, este texto nos muestra lo que la mente lucida de un buen astrólogo podía preveer en los momentos que daba inicio el actual ciclo entre ambos astros, tras su encuentro de finales de la década de los años 60.
La extraordinaria visión de futuro de aquel maestro, hacen que sus observaciones sean tan acertadas para describir el mundo de hoy como profeticas fuerón hace 40 años.
Extraido del texto
Mensaje a los tecnólogos, 1972
Por Rafael Lafuente
"Los planteamientos futuristas del mundo occidental tienen pies de barro. Se basan en la fe general en el progreso indefinido ( ) y en la capacidad de la Tecnología para lograr, a nivel material, todas las transformaciones imaginables. Pero esa base es falsa.
El mundo moderno es futurista en lo externo pero interiormente ha quedado anticuado.
La moderna parafernalia tecnológica esta hecha a la medida del superhombre, pero esta manejada por hombres que por lo general arrastran todavía unos esquemas ideológicos impropios de las exigencias de la época. Salvo raras y castizas excepciones, no siempre favorecidas por los aplausos de los radicalismos democráticos, los actuales árbitros de la Historia marchan a remolque de los acontecimientos y están mediatizados por los intereses electorales o bien están al frente de sus pueblos con la visión imperialista de los conquistadores del pasado. Su talla de estadistas no siempre corresponde al calibre de sus responsabilidades planetarias. Algunos revelan una mentalidad de tenderos instruidos; otros, un sectarismo miope; algunos, la impotencia que les impone la trampa histórica en la que sus pueblos han caído.( )
Lo que hoy se ventila en el mundo detrás de la fachada de los hechos no es cosa que los tenderos o los ejecutivos puedan percibir fácilmente. Para ellos resulta inaudible el clarinazo apocalíptico que nos convoca a Dios sabe que universal misión. Ese aviso no es audible, repito, para los políticos empeñados en luchas de partidos ni para los genios de la industria y los negocios. ( ) La necesidad de eliminar o reorganizar nociones éticas antiguas no cala en esos hombres. Puede que para ellos este bien claro que ya no hay magnates que explotan al proletariado imponiendole jornadas extenuantes y salarios de hambre. Pero no se debe olvidar que el centro de gravedad del elemento explotable se ha desplazado del proletario-instrumento de producción barata a la masa consumidora, cuyo voraz apetito de cosas, estimulado artificialmente, es saciado a costa de multiplicar los ídolos y las plagas.
Hoy el hombre ( ) no se siente quizá todavía un extranjero en el mundo tecnológico que le rodea. Pero, ¿y mañana? La castración espiritual a que esta siendo sometido el ser humano, ( ) no permite hacerse muchas ilusiones. Algunos escritores optimistas aseguran que se presiente el amanecer del Superhombre. Yo también lo creo así. Pero no intuyo al superhombre en el ciudadano portador de una ortopedia cibernetica. Ni en el prototipo de las sociedades que han logrado las máximas conquistas del progreso. Ese prototipo esta a punto de alcanzar una caracterización muy semejante a la de las asepticas aves de corral de las granjas modelo.
Jamas ejerció el hombre tanto poder sobre la materia. Tampoco la materia ejerció jamas tanto poder sobre los hombres. Si juzgamos objetivamente los frutos espirituales que pueden granar en las sociedades industrializadas que se nos ofrecen como modelos de futurismo, hemos de concluir que lo menos grotesco que puede florecer sobre “la conciencia feliz” de esas culturas es esa especie de vegetarianismo espiritual al que repugna, por ejemplo, la fiesta de los toros, pero que es incapaz de conmoverse ante los genocidios de turno que se llevan a cabo en cualquiera de los lugares de cuyo nombre no quiero acordarme.
Los planteamientos futuristas del mundo occidental tienen pies de barro. Se basan en la fe general en el progreso indefinido ( ) y en la capacidad de la Tecnología para lograr, a nivel material, todas las transformaciones imaginables. Pero esa base es falsa. ( ) Los formidables logros de la Tecnología, aplicados ciegamente a todos los posibles usos masivos artificialmente utilitarios, actúan, a la postre, como plagas irreversibles que amenazan convertir a nuestro planeta en un inmenso desperdicio cósmico. La orgía tecnológica esta trastornando el equilibrio de las leyes de la selección natural. ( ) En muchos aspectos el insípido pollo de granja industrializada es un símbolo del humano arquetipo medio de las sociedades de consumo: un ser aislado del medio natural, protegido por toda clase de seguridades e higiénicas asepsias e inhumanamente condicionado mediante astutas manipulaciones psico-tecnicas a consumir al máximo.
Todo esto y mucho mas es sabido por los mandarines occidentales del Dinero, de la Industria, de la Política y de la Ciencia oficial. Pero solo a medias lo reconocen. No es posible frenar el ritmo giratorio del desarrollo material. Su vertiginoso girar sobre si mismo es lo que lo sostiene en pie. Como el trompo o peonza de los juegos infantiles, si cesa de girar, se derrumba".
Fragmento del texto: "Mensaje a los tecnólogos"
Rafael Lafuente. Málaga 1972.
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