miércoles, 25 de noviembre de 2015

El eje de los nodos lunares

Unas reflexiones propias en forma de vídeo y dos textos de referencia para comprender la importancia del eje nodal de la Luna.

El primero de ellos está extraido de un libro que considero fundamental. Se trata de "Espacio y Símbolo en Astrología" (Ediciones Obelisco, 1987) , un texto de referencia obra del Filósofo, Geólogo y brllante astrólogo madrileño, José Luís San Miguel de Pablos, de quien el que esto escribe aprendió practicamente todo lo que sabe de Astrología allá por el año 1983 en la vieja escuela Cultura Astrológica, decana en la enseñanza de la Astrología en Madrid..





















El eje de los Nodos Lunares

Por José Luis San Miguel de Pablos


Pocos temas se discuten más en astrología que el sig­nificado de los Nodos. Lo que considero esencial por mi parte, es que el Eje Nodal, como recta intersección del plano orbital lunar con el plano orbital de la Tierra, lo que hace es vincular de forma efectiva a la Luna con el Sol —o mejor, con el sistema solar— mediante la Tierra, Primer Sistema. Así que no cabe concebir la simetría Sol-Luna, que es fundamental en astrología, sin concederles a los Nodos un papel de primer orden en cuanto a estable­cerla. En el Capítulo V desarrollo este tema de la simetría entre ambos luminares, y a él me remito. Adelanto, sin embargo, que se da una identidad casi exacta en los diá­metros aparentes del Sol y de la Luna vistos desde la Tierra. Ahora bien, la evidencia de esta identidad se tiene precisamente durante los eclipses de Sol, cuando la Luna se superpone casi exactamente al disco solar, dejando tan sólo al descubierto su atmósfera ígnea o corona. Sucede que uno de los dos nodos está entonces necesariamente en conjunción con el eclipse.







Nodos en la órbita de la Luna




Siendo así, pues, que la pertenencia de la Luna al tercer sistema cósmico (el Solar) se realiza a través del sistema que ella forma con la Tierra, y que esto se lleva a cabo por vía del Eje Nodal, tenemos aquí una clave inte­resante para aproximarnos a entender el papel de este Eje en astrología. Veamos algunas ideas que surgen de inme­diato.

El Eje Nodal sería fundamental en la integración psi­cológica del individuo, y también en la psico-física. El importante papel que juegan los nodos en relación con la salud —lo que la observación práctica confirma cada día— queda así fundado de modo teórico, ya que salud es ante todo funcionamiento integrado del organismo y ar­monía de su propia integración en el medio. Pero esta vi­sión implica además otras consecuencias. Por una parte, subraya el estrecho condicionamiento del estado físico del individuo, por el psíquico y emocional. Por otra, sucede que, siendo ambos nodos lunares los únicos puntos en que los sistemas Tierra-Luna y Solar se conectan —siendo re­cibida esta conexión por el primer sistema, la Tierra, por cuyo centro pasa el eje nodal—, de ahí proviene una fun­ción esencial de los nodos: Permitir la conexión en pro­fundidad del sujeto con el mundo real —conexión vital, se entiende—, y ello se reflejará en su capacidad para "de­jar alguna huella", o sea, para contribuir en alguna medi­da a la evolución —material, cultural, etc.— del colectivo humano. Funcionando esto también en sentido opuesto, los nodos permiten recibir elementos valiosos de los de­más y del mundo, pudiéndose desplegar una mayor crea­tividad si esos elementos se asimilan adecuadamente.

Voy a tratar de concretar más, exponiendo cómo veo actuar al Eje Nodal tanto en los ángulos del mapa, como en los pares de Casas opuestas.



Eje Nodal superpuesto al horizonte


Hipersensibilidad en general. El sujeto tiende a cen­trarse sobre su salud (en el más amplio sentido); bien sea de forma hipocondríaca, bien de cara al logro de la ple­nitud física y emocional, directamente —interés por téc­nicas psicofisicas y bioenergéticas— o a través de la pare­ja. Facultades psíquicas. Intensa emotividad que, o se proyecta creativamente —en poesía, arte, o de otras for­mas— o arriesga convertirse en enfermiza y autodestructiva.



Eje Nodal supuerpuesto al meridiano


Necesidad importante de expresarse profesionalmente y de tener una vida familiar equilibrada que la comple­mente (o viceversa).

Liberación "hacia fuera" del propio cuerpo. Disminu­ción del sentimiento tradicional de pudor, o al contrario, incremento exagerado. Es una posición frecuente en psi­cólogos, médicos y sexólogos. Factor de desinhibición. Preocupa (o interesa) la imagen corporal, así como la im­presión externa de buena salud. Otra profesión típica se­ría profesor de yoga (o de tai-chi u otras técnicas análo­gas).



Eje Nodal en los pares de Casas no angulares


IIª-VIIIª


Dato de hipersexualidad y de hiperoralidad (tenden­cia a comer y beber demasiado, fumar en exceso, etc.). Muchas veces corresponde a personas que deben asimilar una herencia importante (material o de otro tipo). el equilibrio propio pasa por aprender el arte de tener y de despojarse de modo natural. Además, el que tiene esta posición de los nodos debe conseguir hacerse a la idea de que todos los seres mueren, incluido él mismo...



IIIª-IXª


La plena integralidad —o salud, que es lo mismo— sólo es posible si se lleva a cabo un aprendizaje en pro­fundidad del arte de la comunicación. Es preciso aprender a pensar, leer y conversar bien. Esto es algo que parece elemental pero que no lo es en absoluto: si ello no se con­sigue, existe el riesgo de que se desarrollen trastornos mentales o como mínimo de la dicción o de la escritura.




Vª-VIª


Esta es la posición que otorga mayores posibilidades en cuanto a desplegar la propia creatividad, partiendo de lo que aportan los signos opuestos en que se encuentran los nodos, así como los eventuales planetas que están en contacto con ellos. La vida afectiva (sobre todo en lo que atañe a los hijos) suele ser fuente tanto de inmensas satis­facciones como de grandes desestabilizaciones personales, con repercusiones frecuentes en la salud. Lo más impor­tante es conseguir el equilibrio afectivo.




VIª-XIIª


Siendo esta la posición nodal patógena por excelen­cia, cuando se encuentra en una carta constituye un dato fundamental para cualquier juicio de astromedicina que se quiera emitir.

En este caso es conveniente tomar la idea del karma como hipótesis-marco coherente. Pues con los nodos luna­res en este par de Casas opuestas, es como si se plantease la paradoja de que la máxima salud posible para el sujeto, ¡pasara porque él asumiese naturalmente su ausencia par­cial! O unas determinadas limitaciones. Así —dentro de unos condicionamientos aparentemente mayores que los normales— es como puede él llegar a aportar algo al me­dio; lo cual no tiene por qué ser poco...

Lo más probable es que cada extremo del Eje Nodal —cada uno de los nodos, Caput y Cauda— manifieste un matiz preciso. No siendo, sin embargo, un especialista en este tema, prefiero tratar el Eje como un elemento astro­lógico único, lo que de todos modos no deja de ser cierto.

Y lo que tiene interés considerar, frente a excesivas "di­ferenciaciones", algunas con escaso grado de confirmación práctica.




NOTAS:


(1) En este sentido conviene dejar bien claro que las "Casas" —o "lugares terrestres"— son "campos genéricos de experiencia vital", y no áreas que expresen arquetipos... Éstos se focalizan en "los planetas", y constituyen además un telón de fondo continuo —un "ouroboros" de 0° Aries a 29° 59' Piséis— en el Zodíaco.

(2) MERIEL, M. "Les deux Axes Lunaires". Les Cahiers Astrologiques, núms. 118 a 125. Niza, 1965-1966.

(3) Seguramente debido a ser de carácter un tanto "saturniano".

(3) En la visión «islámica del mundo, un "bolón" es una entidad —estruc­tura cualquiera, integrada por otros bolones más pequeños— como el cuerpo está constituido por células; una entidad que está indudable­mente "viva". Y su vida no cesa porque cualquier bolón menor mue­ra o desaparezca.






Capítulo V


Esquema simplificado de los "duplos dominantes


Mi punto de vista actual acerca de la existencia de asociaciones dobles de arquetipos planetarios —duplos—, funcionando en polarización Yin-Yang, es considerable­mente más complejo y matizado que el que adopté hace unos años, el cual he venido enseñando en mi Escuela de Astrología de Madrid, y que expuse en las Jornadas As­trológicas del Mediterráneo (Benicassim, 8 y 9 de junio de 1985). Esa primera aproximación se resume en el si­guiente esquema. No dejo de considerar positivo el darlo a conocer, pues conserva utilidad, de todos modos.

A este enfoque —que, como digo, en su sencillez es útil— le pongo hoy dos objeciones. La primera, que mez­cla causas distintas de la formación de duplos (puesta en correlación de niveles sistémicos, en el caso de Sol y Lu­na; simetría lateral de órbitas, para Marte y Venus; alter­nancia orbital, en Júpiter-Saturno y Neptuno-Plutón). La segunda es que me parece evidente que existen además otras relaciones importantes entre planetas, que el presen­te esquema no recoge.

Sin embargo creo que en él están los duplos planeta­rios (por la causa que sea) verdaderamente más importan­tes. Además me parece que permite entender tanto las funciones simbólicas de Mercurio como las de Urano, los dos planetas que quedan fuera de este esquema de duplos. Fuera también, y entre paréntesis, coloco los asteroides del Cinturón.






Fig. 16




Es por esto por lo que, una vez que he explicado en el capítulo anterior mi idea sobre el fundamento de la existencia de polarizaciones entre los planetas astrológicos, y que ya se ha visto que hay varias causas de ello y que el asunto es complejo, vuelvo a este esquema para usarlo como guía práctica a la hora de tratar en profundidad el significado de los símbolos de los planetas. £1 que este sea un "árbol simbólico" que contiene los duplos de mayor re­levancia, facilita la comprensión tanto del sentido de los planetas tomados de uno en uno, como de los niveles que representan agrupados por pares.




Duplo esencial. Sol y Luna
I. Base astronómica de la correlación.


Para el hombre, la Luna es la parte celeste del par Tierra-Luna, el planeta doble —una unidad a efectos de orbitar en torno al Sol— en cuyo "globo grande" tenemos nuestra morada. Ello es así por el descomunal tamaño de nuestro satélite en comparación con la Tierra: la razón de diámetros es de 1/3,6. Así que, como vimos en el Capítu­lo III, la Luna representa en cierto modo a la Tierra "en el cielo".

Desde el punto de vista terrestre, percibimos una si­metría cinética entre nuestra Estrella Central y el gran sa­télite que tenemos: la Tierra órbita en torno al Sol, y la Luna lo hace en torno a nosotros. Esta simetría se en­cuentra apoyada por otra, que la vuelve digamos que per­fecta: La igualdad de los diámetros aparentes —o lim­bos— de los dos luminares.

En efecto, desde nuestro observatorio terrestre, Luna y Sol se nos muestran como dos globos que abarcan, am­bos y por término medio durante su recorrido, sendos ar­cos de 0° 32'. Esta igualdad de tamaños aparentes consti­tuye la mayor casualidad significativa de toda la astrono­mía de observación, teniendo en cuenta que en ningún otro caso esto se da en el Sistema Solar, y que ni siquiera sucedía en las eras geológicas anteriores a la existencia de la Humanidad, pues parece que la Luna ha ido variando lentamente su distancia a la Tierra.

Así pues, un mismo cono óptico, con vértice en la Tierra —en nuestro punto de mira—, inscribe a la Luna y al Sol. Considerando la sección longitudinal de tal cono (fig. 17), aparece evidente la siguiente proporción, que se deduce inmediatamente de la semejanza de los triángulos que se forman:






Fig. 17





Se trata de una proporción que establece geométri­camente, con enorme expresividad, la existencia del duplo astrológico solilunar que los astrólogos de todos los tiem­pos han reconocido.



//. Los arquetipos del Sol y de la Luna.


La razón por la que llamo esencial al duplo que for­man ambos luminares, es porque el mismo en cierto modo sintetiza nuestra psicología básica.

El Sol se identifica con el sentido de los VALORES, de lo que es valioso para cualquiera de nosotros, de la importancia de las cosas. El Sol nos pone en contacto con nuestros puntos de referencia conscientes, con aquello que valoramos o admiramos.

La Luna se identifica bastante bien con el Ello de las escuelas psicoanalíticas. Representa el plano afectivo-ins-tintivo, el Inconsciente individual y su conexión con el Colectivo (el nivel en que residen los arquetipos). En consecuencia, también refleja nuestras pulsiones, gustos y tendencias, que fluyen desde nuestro interior espontánea­mente, sin referencia alguna al plano ético ni a ningún sistema de valores que hayamos hecho nuestro.

Es clásico poner él Sol en correlación con el ego y con el consciente. Pienso, por mi parte, que esto hay que matizarlo: Más que con el ego, el Sol se corresponde con el Yo Ideal, el Si-mismo tendencial que introducen en sus esquemas ciertas escuelas de psicología. O sea, que el Sol se vincula más con los modelos de perfección que se asu­men (modelos que, en general, tienden a ser proyectados sobre otras personas) que con la realidad actual —a me­nudo imperfecta— de uno mismo. Más con las referencias de identidad —"héroes" a imitar— que con la propia iden­tidad real y efectiva.

Pero seguramente la clave número uno del arquetipo solar, sea sentido existencial. La raíz de los auténticos valores, que son solares, es que la orientación a serles fieles y a realizarlos es lo único capaz de dar sentido a la vida de una persona. Se ha escrito mucho sobre el sentido de la vida» hasta el punto de que parece tópico tratar so­bre ello. Igual pasa con el tema del amor, por ejemplo. Y con el de la felicidad. Sin embargo, a poco que se refle­xione, cualquiera puede darse cuenta de que se trata de cosas esenciales, de todo punto irrenunciables para el ser humano. Y de que es muchísimo más sencillo —y reco­mendable— dar de lado las insustanciales modas culturales que, en algún momento, las consideren peyorativamente como temas "metafísicos"... Pues bien, el asumir y sentir que la propia vida tiene sentido —el que uno siente y vi­ve como tal—, y el guiarse totalmente por él, tanto si es completamente abstracto como si es muy concreto (hay casos en los que sucede)..., acaso este es el factor psicológico solar principal que podemos encontrar. 

Una idea que se suele subrayar en relación al Sol de la astrología, es que simboliza y mantiene la unidad del ser viviente, o de la entidad colectiva (si estamos en As­tro-Mundial). Esta es una noción correcta, desde luego, y f muy conectada por cierto con el dato de la regencia solar sobre el propio sentido existencial, aunque a primera vista no parezca haber relación. Los especialistas en el cáncer han observado, por ejemplo, que los tumores malignos tienden a aparecer mucho más en personas que pasan por graves depresiones y crisis "del sentido que tiene para ellas la vida". De hecho, otra de sus salidas habría podido ser el suicidio. Ahora bien, sabemos que el cáncer viene a ser la pérdida de la unidad fisiológica (e incluso anatómi­ca) del conjunto celular del organismo.

En el plano puramente psicológico y en el psicoso-cial, sabemos que un oscurecimiento de la conciencia del sentido de la vida, conduce a trastornos mentales graves. También, muy frecuentemente, a la escalada en las dro­gas, autodestructivas y socialmente desintegradoras.

En cuanto a que se dé o no una completa identifica­ción entre el consciente y el Sol, por un lado, y el incons­ciente y la Luna, por otro, conviene notar que las raíces de los valores solares se hunden en el inconsciente casi siempre, y no digamos lo que pasa con los "modelos de perfección de sí mismo". Del lado de lo lunar, tengamos en cuenta que el inconsciente aflora a cada paso. Así que aquí tenemos una muestra (y se verán más) de la no coin­cidencia plena del simbolismo astrológico con los esque­mas de las psicologías establecidas.

Me importa subrayar este último punto, pues, si­guiendo en esto a Stephen Arroyo y a Rudhyar, creo que lo natural es que nuestro saber genere unos enfoques psi­cológicos propios, y no que vaya a la zaga de las inter­pretaciones sobre la psique humana que han surgido desde 1900. Esto es lo lógico, pues somos depositarios de un pa­trimonio que supera en profundidad y en capacidad de globalización y de integración a cualquiera de esas inter­pretaciones psicológicas, la de Jung incluida.

Quiero destacar, antes de pasar a otro tema, el senti­do de registro, memoria, film o depósito de la experiencia que tiene el simbolismo lunar. De acuerdo a esto, el In­consciente Colectivo se habría ido conformando a lo largo de la existencia del género humano, y seguramente desde mucho antes —quizá desde el origen mismo de la vida— por la acumulación de la experiencia "terrestre" de vivir, exactamente lo mismo que se forma el inconsciente indi­vidual. Reflejando esta fundamental función (no sólo hu­mana, sino de todo lo viviente), la Luna nos muestra una superficie cubierta de huellas del pasado: los cráteres de impacto, que la dan su aspecto característico cuando se la contempla a través del telescopio. Los plañetólogos saben que la viejísima corteza lunar es un verdadero registro de la historia remota del sistema solar.

Al ser nuestro único satélite natural, la Luna integra­da en su órbita alrededor de la Tierra nos da la imagen de un elemento protector situado en torno nuestro. Algo así como los anillos para Saturno. Lo que sugiere inme­diatamente una placenta recubriendo y alimentando a un feto: es la dimensión maternal del simbolismo lunar. La Luna como imagen de la madre.













En el Capítulo III se han planteado algunas otras ideas que completan las aquí expuestas sobre el arquetipo lunar, y a él me remito. De cualquier forma, la visión de nuestro "planeta acompañante", que acabo de evocar, ha­brá hecho que todos quienes poseen conocimientos de as-trología, piensen en Saturno; y no sólo por la explícita comparación entre la órbita lunar y un "anillo" que nos protege a los seres de la Tierra, sino también por la aso­ciación del satélite con lo perteneciente al pasado (1), con lo que se conserva desde tiempos remotos. Es una asocia­ción de ideas totalmente lógica, puesto que existe otro sistema de vinculaciones entre los arquetipos planetarios, que es el de las regencias de los signos del Zodíaco. Se trata de un esquema complementario del propuesto en las páginas anteriores, con el cual se solapa en los casos con­cretos de los duplos Sol-Luna y Venus-Marte.

Efectivamente, en este esquema de correlación plane-tas-signos, los luminares son simétricos en relación al Eje de Regencias 0° Leo-0° Acuario. Tal como se podía espe­rar, dada la homología entre dos sistemas. Pues la Luna, junto con nuestro propio planeta, rige Cáncer. Y el Sol ri­ge Leo. Sucede, en este esquema, que "nuestro segundo nivel cósmico" —el par Tierra-Luna— mantiene una rela­ción de complementariedad con el último planeta visible, que es Saturno. Relación que parece tener que ver con los medios de realización del nivel lunar-terrestre: la estruc­turación saturniana como única forma de retener, tanto en lo físico como en lo emocional (Tierra y Luna). Otras ideas-clave de esta asociación de complementariedad son las siguientes: Tiempo /memoria. Historia/costumbres.

Del lado de Leo, nos encontramos de nuevo con la complementariedad Sol-Saturno, y además con la Sol-Urano. Es decir, con un nexo entre nuestra estrella cen­tral y los dos planetas que son el último visible y el pri­mero invisible a simple vista: Entre el Sol y el "broche" de ambas partes, visible e invisible, del Sistema Solar Exter­no. Una complementación que claramente simboliza ese vínculo que aquí defiendo entre el Sol y el Sistema Exter-no en conjunto, como si de una especie de superduplo se tratara.

También nos hallamos ante una definición particular­mente nítida de la complementariedad entre los Elemen­tos, que, asimismo, se establece en relación a los medios: La consciencia (fuego) precisa de referencias externas, tanto fijas o estables —Saturno: Tierra— como evolutivas o dinámicas —Urano: Aire—.Sin Urano las referencias se­rían ficticias, ya que la realidad es cambiante y presenta puntos críticos, siendo imprescindible contar con ello.

Estudiando el par de regentes de signos opuestos que viene a continuación —Mercurio y Júpiter—, nos damos cuenta aun más claramente de que esta complementarie­dad de las regencias es la que define los medios con los que cuenta cada arquetipo planetario para realizarse en los seres humanos: En orden a la comprensión filosófica y a la consiguiente aceptación jupiteriana, la mente dialécti­ca mercurial es el medio indispensable que poseemos. Exactamente lo mismo que recorrer concretamente el ca­mino, Mercurio es necesario para poder realizar cualquier viaje, o incluso una peregrinación iniciática Júpiter.-


























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