En el reinado de Carlos IV (1788-1808) comenzó la Crisis del Antiguo Régimen al verse envuelta la Monarquía española en las guerras de la República Francesa y del Imperio Napoleónico. La crisis desembocó en el motín de Aranjuez de marzo de 1808 que forzó la destitución del ministro Manuel Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII y en las abdicaciones de Bayona dos meses después por las que ambos cedieron sus derechos a la Corona a Napoleón Bonaparte y este a su vez a su hermano José I. Todos estos hechos provocaron el inicio de la llamada mucho después Guerra de la Independencia (1808-1814) contra el ejército napoleónico que había empezado la invasión de España en enero de ese año y que también fue una guerra civil pues hubo españoles, entre ellos buena parte de los ilustrados, que apoyaron a la Monarquía de José I, mientras otros muchos no reconocieron las abdicaciones de Bayona y se mantuvieron fieles al "rey cautivo" Fernando VII. Los líderes de estos últimos fueron retrocediendo hacia el sur ante el avance de las tropas napoleónicas y acabaron refugiados en Cádiz, donde las Cortes convocadas por la Junta Suprema proclamaron la "soberanía nacional" en septiembre de 1810 y elaboraron la Constitución de 1812 (vitoreada como la Pepa) en la que quedaron plasmados los principios de un Nuevo Régimen -la libertad individual, los derechos individuales, la libertad económica- que sus partidarios, llamados liberales, querían construir en sustitución del Antiguo Régimen -que había caracterizado la historia moderna de España- cuyo mantenimiento era defendido por los absolutistas. Además la legislación de las Cortes de Cádiz configuró temas de gran trascendencia en el desmontaje del Antiguo Régimen como la supresión de la Inquisición y la abolición de los señoríos.
La liberación de Fernando VII por Napoleón (Tratado de Valençay, 11 de diciembre de 1813) significó la no continuación de las hostilidades por parte de España, lo que de cara al futuro significó la pérdida de todo apoyo británico. En el interior, los absolutistas (o serviles, como eran denominados por los liberales) se configuraron ideológicamente en torno a un documento: el Manifiesto de los Persas, que solicitaba al rey la restauración de la situación institucional y sociopolítica anterior a 1808. Incluso se escenificó una espontánea recepción del rey por el pueblo, que desenganchó los caballos de su carruaje para tirar de él por ellos mismos, al grito de ¡Vivan las cadenas!. Receptivo de esas ideas, Fernando se negó a reconocer ninguna validez a la Constitución o a la legislación gaditana, y ejerció el poder sin ningún tipo de límites. Comenzó una activa persecución política, tanto de los liberales (por muy fernandinos que fueran) como de los afrancesados.
Tratado de Valençay
El Tratado de Valençay fue un acuerdo firmado en la localidad francesa del mismo nombre, el 11 de diciembre de 1813, por el que el emperador Napoleón I ofrecía la paz y reconocía a Fernando VII como rey de España, como consecuencia de las derrotas sufridas en la Guerra de la Independencia y, especialmente, del deterioro progresivo del ejército francés y de la moral de los soldados por el continuo acoso de las tropas españolas e inglesas y de la guerrilla española. El tratado no entró en vigor en España ya que las Cortes y la Regencia en Madrid no lo aceptaron.
Contexto histórico
En virtud del Tratado de Fontainebleau, por el que España planeaba repartirse Portugal con Francia, las tropas francesas entran en la Península Ibérica e inician una ocupación de España. El levantamiento militar español contra las tropas de Napoléon tuvo lugar el 2 de mayo de 1808 en Madrid, dando comienzo la Guerra de la Independencia Española con apoyo de las tropas británicas.
En 1812 en Europa se forma la Sexta Coalición, que consigue importantes victorias contra las tropas francesas en Rusia, Alemania y, por descontado, en España, donde la guerra se estaba prolongando mucho en detrimento de las tropas francesas. Tras la Batalla de Leipzig, en la que Francia pierde contra Rusia, Austria, Prusia y Suecia, cada vez es más evidente que la batalla se va a trasladar al propio suelo francés.
En España, Napoleón había colocado en el trono a su hermano, José Bonaparte, aunque contaba con Fernando VII y su padre Carlos IV presos en el Castillo de Valençay, con cierta comodidad. Aunque en un primer momento se resistió a utilizar a Fernando para firmar un tratado que le garantizara la paz en España, en 1813 se vio en la necesidad de iniciar este plan.
Las negociaciones
En noviembre Napoleón informa a Fernando de que pronto llegaría al castillo el antiguo embajador francés en Madrid, el Conde de La Forest, Antoine René Mathurin, para iniciar conversaciones con él. El 19 de noviembre llegó a Valençay de incógnito, con el seudónimo de Del Boshe para evitar sospechas y se instaló fuera del castillo. Cuando fue a visitar a Fernando le entregó una misiva escrita por el propio Napoleón donde se llamaba a restablecer la amistad entre Francia y España. La línea argumental de La Forest era culpar a los británicos de las malas relaciones entre España y Francia y de que la "anarquía y el jacobinismo" se hubieran introducido en España (quizás como referencia al movimiento liberal español que surgía en esa etapa), y de que en España el suelo esté "talado y asolado, la religión destruida, el clero perdido, la nobleza abatida, la marina sin otra existencia que el nombre, las colonias de América desmembradas y en insurrección, y en fin todo en ella arruinado", y también de intentar convertir a España en una república utilizando a Fernando VII como abanderado. La Forest le ofrecía la ayuda de Napoleón para recuperar el trono de España y poner fin a aquel desgobierno.
Fernando VII se negó a colaborar con Napoleón argumentando que él no podía negociar tales cosas, pues en primer lugar estaba preso y en segundo lugar, al salir él de España, se había organizado una Regencia que era la que tenía ese tipo de poderes. La Forest replicó que eso no importaba dada la naturaleza divina de la monarquía y que no podía eludir sus compromisos como si fuera un individuo particular. Sin embargo, Fernando respondió al día siguiente que Napoleón debía negociar con la Regencia o que esta regencia mandara a un grupo a hablar con él para informarle de las intenciones que tenían y de la situación del país.
Tras esto, los franceses mandaron ir al Castillo al duque de San Carlos, José Miguel de Carvajal, que acudió a Valençai de incógnito con el sobrenombre de Ducos. El duque ya conocía a Fernando de los primeros tiempos que pasó este en el castillo. El 21 llegó al castillo a hablar con Fernando, con quien estuvo analizando la situación bastante tiempo.
El 22 La Forest fue al castillo por invitación de Fernando VII y Carlos IV, pero antes tuvo la ocasión de hablar con el duque de San Carlos, que le confirmó que tanto Fernando como Carlos se habían vuelto más maduros de personalidad y más impenetrables en esos 5 años, aunque empezaban a interesarse por la oferta de Napoleón. Fernando comunicó a La Forest que iba a contar con el duque de San Carlos para encontrar una solución, cosa que La Forest celebró. El Duque de San Carlos se reunió 2 veces como plenipotenciario de Fernando con el conde de La Forest. Desde el día 22 La Forest residió en el castillo para emplearse a fondo en la negociación. El día 23 se reunió con Fernando y Carlos, que le dijeron que debía contar con San Carlos para la redacción del Tratado, del cual quedó elaborado un bosquejo el día 24.
Fernando pidió la presencia de Macanaz que, como secretario real, podía dar forma a los documentos de la negociación, y la de José de Palafox, con quien ya había contado para misiones de confianza en 1808. También regresaron miembros de la servidumbre personal real y otros, como José Pascual de Zayas, que presidiría la comitiva real al regreso de Fernando VII a España el año siguiente.
El Tratado
El documento quedó listo el 8 de diciembre de 1813 y el acuerdo fue firmado el 11 de diciembre del mismo año y en él Napoleón aceptaba la suspensión de las hostilidades y el retorno de Fernando VII al trono de España, así como reconocía todos los territorios bajo soberanía de la familia real española, de acuerdo con la situación anterior a la guerra. Los dos países se devolverían las plazas y territorios ocupados.
El monarca español se comprometía de acuerdo al artículo noveno a devolver los derechos y honores a los partidarios del ex rey José I, además el artículo décimo cuarto señalaba concertar un tratado de comercio entre ambas potencias, de acuerdo al artículo décimo tercero Fernando VII debería pasar a sus padres Carlos IV y María Luisa de Parma una pensión de treinta millones de reales anuales. Conforme a los artículos sexto y séptimo, las tropas británicas como francesas abandonarían al mismo tiempo el territorio español.
El tratado fue ratificado un mes después en París. Sin embargo, cuando el duque de San Carlos llegó a Madrid con la intención de obtener la ratificación de la Regencia y las Cortes estas se limitaron a no hacerlo. La guerra en España se encontraba perdida para los franceses y Napoleón, sin saber muy bien qué hacer con Fernando VII, permitió que regresara a España en marzo de 1814.
Cuando Fernando VII volvió a España a principios de 1814 tras la victoria angloespañola en la guerra de la Independencia que puso fin a la Monarquía de José I -quien tuvo que abandonar España acompañado de los llamados despectivamente afrancesados que habían colaborado con él, dando lugar al primer exilio político de la historia contemporánea española- abolió la Constitución de 1812 y toda la obra revolucionaria de las Cortes de Cádiz, restaurando la Monarquía Absoluta y el Antiguo Régimen. Entonces los liberales tuvieron que seguir el mismo camino que los afrancesados y marchar al exilio. Comenzó así el largo proceso iniciado en Cádiz de la "Revolución española", como la llamaron los liberales del siglo XIX, que no lograría consolidar el nuevo Estado liberal hasta 60 años después. Este proceso de la revolución liberal -que fue precisamente en España donde recibió ese nombre- se caracterizó por sus debilidades estructurales y por la lentitud e indecisión en sus transformaciones económicas, sociales y políticas, hasta el punto de que su definición real, su condición excepcional u homologable a otros casos europeos, su ritmo y su fecha de culminación es objeto de diferentes interpretaciones.
Psinopsis del nacimiento y evolución de España Contemporánea
Le château de Valençay
La Jaula de Oro de los Borbones
Hace poco más de 200 años Napoleón se rindió a los españoles. Reconoció a Fernando VII como rey de España y acordó retirar a sus soldados de lo que le quedaba de territorio ocupado. El tratado de paz se firmó en Valençay, un château en el corazón de Francia que había sido la prisión de lujo del rey español durante la Guerra de la Independencia. Una jaula de oro mientras su pueblo se desangraba en su nombre.
Rúbrica del Tratado de Valençay
(11 de Diciembre de 1813)
El 11 de diciembre de 1813, a las 00.05 horas, finalizó la Guerra de la Independencia de España contra Napoleón Bonaparte. Más de medio millón de civiles y soldados españoles y franceses habían muerto en los cinco años y medio que duró el conflicto que comenzó con el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid. Al final Napoleón reconocía definitivamente a Fernando VII como rey de España, y se comprometía a retirar a sus tropas de los territorios que todavía mantenía ocupados en la Península Ibérica, fundamentalmente en Cataluña y el norte de Aragón. Asediado por sus enemigos y derrotado en el campo de batalla, el emperador francés tiraba la toalla en España.
El vencedor fue Fernando VII que había conseguido su objetivo: ser rey de España. Para ello tuvo que esperar un lustro sometido a un cautiverio que no fue precisamente un suplicio. Mientras sus súbditos españoles luchaban y morían invocando su nombre en la lucha contra los franceses y España era arrasada en una cruel guerra de guerrillas con sus represalias atroces, Fernando VII vivía rodeado de lujos y atenciones en Valençay. Incluso sus relaciones con los guardianes franceses fue más que cordial, incluso bastante amistosa.
Un palacio de lujo
Fernando VII y gran parte de la familia real española, entre ellos su tío Antonio y las infantas e infantes vivieron gran parte de la guerra en Valençay, un antiguo château renacentista que se había adaptado como lujoso palacio después de que fuera adquirido por el ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón, Charles Maurice de Talleyrand. El objetivo de esta compra era disponer de un lugar privilegiado donde realizar recepciones diplomáticas y acoger a los invitados de Estado del emperador francés. En 1808 se convirtió en la “cárcel” de la familia real española, antiguos aliados de Francia.
El anfitrión.
El palacio de Valençay era una verdadera jaula de oro. Con habitaciones espaciosas y ricamente decoradas en las que no faltaba de nada. Estaba rodeado de amplios jardines y un frondoso bosque en el que pasear. Una tapia rodeaba el recinto y hacía innecesario que los españoles cautivos tuvieran que ser vigilados de cerca para evitar su huida. Pero tampoco era probable. La vida de Fernando y de su familia en el palacio se caracterizaba por el placer. Napoleón le había dado instrucciones a Talleyrand de que no les faltase de nada. Y así fue. Fiestas, bailes y recepciones eran la regla. Tal era el gusto de los prisioneros por el ocio que incluso se creó una “taberna española” en una antigua cantera abandonada donde se continuaban las juergas después de los bailes que se celebraban en un claro del bosque, muy propicio para los escarceos amorosos de los príncipes españoles bajo la protección de la sombra de los árboles.
Jardines del palacio
La taberna española
Pista de baile en el claro del bosque
Cuando no estaban de fiesta, los Borbones cautivos pasaban el tiempo cazando o aprendiendo a tocar instrumentos. El tío Antonio al parecer se entusiasmó tanto con la caza que se dedicó a construir decenas de trampas para lobos que, sin embargo, resultaron no ser aptas y acabaron colgadas en las paredes como decoración. El mismo tío Antonio acabó por destaparse como un “manitas” y fabricó biombos y demás muebles que fueron utilizados en el mobiliario de palacio. Las infantas cautivas, a su vez, mataban el tiempo bordando y con clases de música. El contraste no podía ser mayor con el sufrimiento que en ese momento estaba pasando el pueblo español y las crueldades de una guerra que se estaba librando para sacar a la familia real de su cautiverio.
Interior lujoso del palacio
Una guerra en el nombre de la familia real
Retrato de Fernando VII en Valençay
Precisamente la Guerra de Independencia empezó cuando el 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se rebeló cuando los soldados franceses se llevaban del Palacio Real de Madrid a los últimos infantes Borbones con rumbo al sur de Francia, a Bayona, en la frontera con España. Allí, mientras los españoles se enfrentaban a las bayonetas francesas para defender a su familia real, Fernando VII y su padre Carlos IV -que llevaban meses enfrentados desde que en marzo de 1808 Fernando tratara de hacerse con el poder en el llamado “motín de Aranjuez”- renunciaron voluntariamente a sus derechos al trono para cedérselos al hermano de Napoleón, que reinaría en España con el nombre de José I.
Cinco años después eso era historia. La dominación francesa había acabado y Fernando VII había ganado. Pronto volvería a España a tomar posesión de su trono. Pero en esos cinco años las cosas habían cambiado. Muchos de los resistentes a los franceses no aceptaban el poder absoluto del rey, ya que no estaban sacrificando sus vidas para que les mandase un tirano. En 1812 se había promulgado la Constitución de Cádiz, una ley suprema que ponía límites al poder real y que emanada de la “soberanía nacional”, un concepto liberal que Fernando VII no entendía ni quería entender. Él era rey por “voluntad de Dios” y no de sus súbditos. No aceptaba ningún límite a su poder, ni siquiera por parte de los que habían dado su vida por él. Así pues, cuando volvió a España, Fernando reprimió duramente y mandó ejecutar a los principales luchadores guerrilleros que habían luchado contra los franceses para liberarlo de su cautiverio.
Un cautiverio que, por otra parte, había dejado un dulce recuerdo en la mente del rey. En 1815, un año después de su regreso, Fernando VII creó un nuevo regimiento de infantería del ejército español, al que le daría el nombre de “Valençay”.
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