“Asesinos de razones y de vidas, / que nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días / y que en la muerte os persigan nuestras memorias”. (Lluis Llach, 3 de Marzo de 1976: “Campanades a morts”).
El 3 de Marzo del 1976, miércoles de ceniza, tuvo lugar en Vitoria una de las más terribles matanzas de la Transición. Manuel Fraga, ministro de gobernación, se encontraba ese día de visita oficial en Bonn, negociando con el gobierno germano los pasos de la apertura, siempre con la intención de dejar fuera de la ley a los comunistas. La policía tomó al asalto la parroquia de San Francisco, en el barrio de Zaramaga de la capital alavesa, donde se celebraba una asamblea. El resultado fue de cinco obreros muertos y más de cien personas heridas.
Desde Enero de ese año se estaban produciendo fuertes movilizaciones de trabajadores a lo largo de toda España. En Vitoria, donde se había desarrollado un movimiento obrero fuertemente organizado y muy reivindicativo, la tensión alcanzaba cotas muy altas. Se produjo el cierre patronal de varias grandes empresas como Forjas Alavesas y Mevosa, entre otras. Apellániz despidió a todos sus empleados. Tras más de mes y medio de paros, se daban los primeros enfrentamientos graves entre obreros y policías.
El 3 de Marzo, cuando se cumplían 54 días de huelga, la capital alavesa quedó paralizada. Desde los barrios periféricos (Adurna, Arana, Zaramaga, Ariznavarra, Botono) se organizaron columnas de trabajadores, a los que se sumaron profesores de EGB, que se dirigieron al centro, donde tuvieron lugar lugar los primeros encontronazos con la Fuerza Pública. La policía disparaba balas de goma y los manifestantes respondiéron con piedras. Se derribaron farolas y comenzaron a levantarse barricadas. A las tres de la tarde, los accesos a la ciudad quedaron completamente bloqueados. Dos horas más tarde, se convocó una asamblea en la iglesia de San Francisco de Asís. El templo estaba abarrotado y en el exterior se concentraban miles de personas. La Policía Armada ordenó desalojar el recinto y los agentes comenzaron a lanzar botes del humo, a través de las cristaleras, al interior del templo, lo que provocó el pánico general. Al intentar salir, los participantes en la asamblea empujaron a los trabajadores concentrados en el exterior de la iglesia hacia las posiciones tomadas por la policía, que comienzó a disparar indiscriminadamente contra la gente con fuego real. Se consumaba así la tragedia. A través de la emisora policial, una voz comentaba: “Esto es la guerra en pleno, se nos están terminando la munición y las granadas”.
Se conservan cintas grabadas que describen muy bien cuál fue la actitud de los mandos de la fuerza pública en aquel momento:
Pero, vamos a ver: ¿Estáis cargando o qué?
Sí, a tope.
Gasear la iglesia...
En esos momentos morían Francisco Aznar Clemente, que recibió un disparo. Tenía 18 años y trabajaba en la Panificadora Vitoriana, Pedro María Martínez Ocio, de 37 años, trabajador de Forjas Alavesas, que cayó muerto tras recibir tres impactos de bala.
Cien trabajadores resultaron heridos, algunos de gravedad. La noticia del tiroteo, de los muertos y heridos corrió por toda la ciudad. El hospital Santiago Apóstol, la Residencia Arana de la Seguridad Social y la Policlínica La Previsora comenzaron a llenarse por heridos de bala.
La emisora de la policía cantaba victoria: “Hemos contribuido a la paliza más grande de la Historia. Por cierto, aquí ha habido una masacre. Oye, pero de verdad, una masacre”.
El caos se apoderó de la ciudad: Se derribaron farolas, semáforos, señales de tráfico y cabinas telefónicas. Se volcaron automóviles, se levantaron barricadas y Vitoria quedó paralizada. Algunos grupos de obreros se defiendiéron con cócteles molotov que lanzaron contra sedes de los sindicatos verticales y la comisaría, instalada en el Gobierno Civil.
En Madrid, mientras tanto, el Gobierno de Arias Navarro debatía el proyecto de Asociaciones Políticas. Adolfo Suárez, presente en la reunión, era el responsable del Orden Público en sustitución del ministro de Gobernación, Manuel Fraga, que se hallaba de viaje en Alemania.
Cuando llegaron las primeras noticias de la masacre, Suárez se reunió con Alfonso Osorio, ministro de la Presidencia y Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales. Arias Navarro quería decretar el estado de excepción pero le convencieron de que no lo hiciese. Decidieron enviar refuerzos policiales antidisturbios y varias dotaciones de guardias civiles desde otras provincias.
Continúaron produciéndose disturbios durante todo el día y, finalmente la Policía se hizo con el control de la ciudad. Fueron detenidos, líderes sindicales y decenas de trabajadores.
Al día siguiente, jueves 4 de Marzo, moría Romualdo Barroso Chaparro, de 19 años, empleado de Agrator otro trabajador que había resultado herido en los incidentes de la iglesia, el día anterior.
El viernes 5 de Marzo se oficiaba el funeral por los muertos. Lo presidió el obispo monseñor Peralta Ballabriga. No hubo presencia policial en las inmediaciones, pero la fuerza pública permanecía preparada para intervenir en el interior del Regimiento de Artillería 25, situado en el centro de la ciudad.
El sábado 6 de Marzo Fraga llegaba a Vitoria y visitaba a las víctimas de la represión que permanecían en uno de los hospitales de la ciudad. Los familiares de los internos le increparon y uno de ellos le preguntó si está allí para rematar a los heridos.
Días después, fallecieron dos trabajadores más a consecuencia de las graves heridas recibidas: José Castillo García, de 32 años, empleado de Basa, casado y con dos hijos, y Bienvenido Perea. A lo largo de la primera semana de Marzo se produjeron dos muertos más, en Tarragona y Basauri, en las manifestaciones convocadas para protestar por la brutal actuación policial durante los sucesos de Vitoria. El día 5, Juan Gabriel Rodrigo Knafo, de 19 años, caía desde una azotea, en Tarragona, mientras intentaba escapar de la policía, durante una manifestación en protesta por los sucesos de Vitoria. Y el 8 de Marzo, durante otra manifestación de repulsa, ésta en Basauri, moría Antonio Ferrero, obrero de 18 años, por disparos de la Guardia Civil.
La represión policial se había vuelto a utilizar con el objetivo de frenar mediante la coacción y la violencia, las justas reivindicaciones del movimiento obrero. Con su característico estilo Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales, miraba a otro lado, y Manuel Fraga titular de Gobernación, que hizo entonces célebre su siniestra frase: “La calle es mía”. no toleró en ningún momento que se abriése investigación alguna para esclarecer los hechos ni depurar a los responsables de la brutal actuación de las fuerzas de orden público en Vitoria. Por el contrario encarceló a varios dirigentes obreros. Dos de ellos, Jesús Fernández Naves e Imanol Olabarría, permanecieron más de un año en prisión sin ser juzgados.
Después de los sangrientos hechos, Fraga declararía: “Los sucesos de Vitoria no cambiarán la evolución democrática española”. Pero lo cierto es que su reforma quedó debilitada. Años después, en 1983, volvería a la capital alavesa para dar un mitin. Su presencia allí fue considerada una provocación por numerosos ciudadanos y tuvieron lugar duros enfrentamientos. En numerosas fotografías se puede contemplar a su propio guardaespaldas personal, Rodolfo Almirón, pistolero de la organización terrorista argentina Triple A, golpeando a varios de los manifestantes.
El mandato de Fraga al frente del “órden público”, durante el primer semestre de 1976, coincidió con un período de gran convulsión social, alentada por las reivindicaciones de un movimiento obrero fuerte y por la lucha popular a favor de la amnistía para todos los presos antifranquistas. Fraga se enfrentó a las manifestaciones y las huelgas con duros criterios represivos, bajo su mando, durante siete meses, la actuación de las fuerzas policiales provocó numerosos muertos en la calle. Algunos de los capítulos más sangrientos de la Transición, como la matanza de Vitoria y los asesinatos de Montejurra, se produjeron en aquellos meses que transcurrieron entre la muerte de Franco y el verano de 1976.
Unos años después, y para presentarse a las primeras elecciones generales que se celebraron tras la muerte de Franco, Fraga fundó y encabezó el partido derechista Alianza Popular Esta formación se reconvertiría más tarde, durante los años 80 en lo que hoy es el Partido Popular consiguiéndo llegar al Gobierno encabezado ya por su aventajado discípulo, José María Aznar.
Parece que fue ayer, pero han pasado 40 años y los responsables de aquella matanza jamás pagaron por ello.
MASACRE VITORIA
3 Marzo 1976
Antecedentes
El 3 de marzo de 1976, en Euskal Herria, una de sus ciudades, Vitoria-Gasteiz, sufrió la mayor agresión vivida en su historia contra la clase obrera. Cinco trabajadores fueron asesinados y más de cien resultaron heridos, la mayoría de bala, a resultas de los disparos efectuados por la policía armada española al desalojar una iglesia, previamente gaseada, en la cual se celebraba una asamblea de trabajadores en huelga.
En una época carente de libertades, en la cual no existían derechos de huelga, manifestación, reunión, etc. y bajo un duro régimen dictatorial, (Franco había muerto unos meses antes) en Vitoria-Gasteiz se estaba desarrollando un movimiento huelguístico ampliamente secundado por varias empresas, en base a unas reivindicaciones puramente sociolaborales.
La Asamblea
Tras dos meses largos de huelga y dos días de huelga general, el 3 de marzo estaba convocada una jornada de paro total. Este paro fue secundado por la práctica totalidad de trabajadores, tanto de empresas en lucha como otras que lo apoyaron solidariamente, así como el comercio, servicios, estudiantes, amas de casa y la ciudadanía en general. Desde la mañana, la policía intervino duramente ante cualquier atisbo de concertación o manifestación, llegando incluso a disparar fuego real, produciéndose los primeros heridos de bala.
Para las cinco de la tarde estaba convocada una asamblea general informativa en la iglesia de San Francisco de Asís del barrio de Zaramaga, lugar donde se acostumbraba realizar las reuniones de las Comisiones Representativas de las empresas en lucha, para informar de los acontecimientos novedosos.
La Agresión
La policía “premeditadamente” dejó que se llenara la iglesia con alrededor de cinco mil personas, permaneciendo en el exterior un número similar, y fue en ese momento cuando mandó desalojar la misma. La multitud allí congregada ante el temor de ser aporreada y agredida en su salida, se negó al abandono del recinto religioso. Hay que recalcar que los templos estaban protegidos por el Concordato, por lo cual no podían actuar ni acceder a su interior las Fuerzas Armadas, salvo urgente necesidad.
Para proceder al desalojo, la policía atacó y asaltó la iglesia con gases lacrimógenos y material antidisturbios, por lo que presos del pánico y la asfixia, los allí congregados comenzaron a salir huyendo, momento en el que los policías procedieron a golpear y disparar indiscriminadamente tanto sobre los que intentaban escapar, como sobre los que desde el exterior atraían su atención para dejar vía libre a los que abandonaban aquel infierno.
Asesinados
El resultado, cinco obreros asesinados y unos cien heridos, muchos de ellos de gravedad. Ellos mismos, (la policía) se felicitaban de haber disparado más de mil tiros, de haber producido una masacre y de haber contribuido a la mayor paliza de la historia. Las grabaciones existentes, se recogieron a través de la frecuencia de FM del canal de la policía y se conservan en la actualidad.
En un primer momento, a resultas de los partes hospitalarios enviados al juzgado por ser las personas atendidas, tanto fallecidos como heridos, a consecuencia de disparos y agresiones, se abrieron diligencias previas. Los sumarios abiertos, después de varios recorridos por diversos juzgados y tribunales, acabaron finalmente en la jurisdicción militar, la cual, aun reconociendo que los hechos considerados, eran en principio constitutivos de delitos por homicidio, dictó auto de sobreseimiento por no haber motivos suficientes para acusar de ellos a personas determinadas. Posteriores reclamaciones al Estado por responsabilidad civil, efectuadas por algunos afectados, tampoco fueron atendidas.
Si, han pasado 40 años, pero muchos recordamos aquellos dias de infamia fascista y terrorismo de estado, a Fraga, Martin Villa y toda la reala de chacales del franquismo que se fueron de rositas tras los crímenes cometidos por ellos y la dictadura ilegal del Generalísimo. Es la vieja historia de impunidad practicada desde el mismísimo 18 de Julio de 1936. Es la triste historia de un pueblo valiente y noble asesinado y sojuzgado por los servidores de los poderes fácticos y la oligarquía de ladrones que solo necesitaban esclavos para sus negocios y no seres humanos libres. Es indignante que tras mas de 20 años de gobiernos del PSOE ni siquiera se haya hecho justicia con los desaparecidos de la guerra y la posguerra y menos aun con las multiples agresiones permitidas por los gobiernos derechistas, por sus cachorros neo-nazis y sus propios familiares. En fin, lo que digo siempre, la ley de causa-efecto se hara cargo de todos y cada uno de los criminales que por accion u OMISION participaron de toda esa masacre. Hoy tenemos que soportar que los descendientes politicos y familiares de los fascistas nos den lecciones de democracia desde los medios de comunicacion podridos y vendidos......pero ni el universo ni yo olvidamos ni perdonamos.
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