sábado, 9 de abril de 2016

¿Cuál es el móvil de los atentados de París y Bruselas?



La última bomba de los atentados terroristas que tuvieron lugar recientemente en Bélgica explotó en la estación de metro Maalbeek, situada cerca de la Comisión Europea, en el centro de Bruselas, a 10 kilómetros del aeropuerto de la ciudad. La detonación tuvo lugar exactamente a las 09:11 horas.








El tren que viajaba por la línea 5 hacia el centro de la ciudad, abandonaba  la estación de Maalbeek cuando estalló la bomba. El conductor detuvo inmediatamente el convoy y evacuaron a los pasajeros. El metro de Bruselas fue cerrado poco después, a las 09:27 
horas.


Como consecuencia de la explosión fallecieron 20 personas en el salvaje acto...





ATENTADO 
METRO BRUSELAS
22 Marzo 2016






Desde que tuvo lugar el ataque a las torres Gemelas de Nueva York, el 11 de Septiembre de 2001, el simbolismo 9-11 ó 11-9 se ha repetido implacablemente.

















Las acciones que asociamos con dicho patrón tienen todas un punto en común, parecen perseguir instalar a las indefensas poblaciones, victimas indiscriminadas de estos actos de barbarie, en un estado de stress, shock o alarma. Se trata de una guerra a muerte contra el  papel dominante de Occidente, en la que se utiliza a la población civil de los países integrantes de dicho bloque como objetivo.

Son ya varios los casos que presentan el mismo sello, confirmando sin lugar a dudas, que la fecha, el lugar y la hora elegida por los ejecutores de estos actos execrables parecen inequívocamente responder a un mismo patrón determinado revelando la existencia de un minucioso plan cuidadosamente establecido. 

Existen todo un cúmulo de resonancias en estas acciones terroristas que las conecta misteriosamente con las cifras 9 y 11,  relacionándolas como consecuencia, con la operación que inició la serie, los atentados del World Trade Center de Nueva York, que tuvieron lugar el  día 11 de Septiembre (el mes número 9)  de 2001. Esa fecha parece iniciar la secuencia mortal que viene simbólicamente asociada con las referidas cifras.

De ello existe prácticamente confirmación en la totalidad de actos de terror posteriores que han venido sucediendo desde entonces

El asalto a la embajada de Estados Unidos en Benghazi, Libia, se llevó a cabo en el undécimo aniversario del 11 de Septiembre de 2001. 

















Los atentados coordinados que tuvieron lugar en el metro de Londres tuvieron lugar a las 08.49 de la mañana del 7 de Julio de 2005, es decir, que restaban exactamente 11 minutos para las 9 de la mañana. (De nuevo  11 y 9)





ATENTADOS
LONDRES 
7 Julio 2005












Entre los atentados de las torres Gemelas, el 11 de Septiembre de 2001, y los del 11 de Marzo de 2004, en Madrid, transcurrieron exactamente 911 días.




ESPAÑA
ATENTADOS MADRID
11 Marzo 2004












El  artículo que reproducimos a continuación profundiza históricamente en la fatídica fecha referida.



Eventos históricos relacionados con la cifra 9-11



La civilización se salva del peligro islámico.




11 de Septiembre


* 11 de Septiembre de 1609 

En España se da la orden de expulsión contra los musulmanes no convertidos de Valencia; este será el inicio de la expulsión de todos los musulmanes de España.


El 11 de Septiembre 1697 

Batalla de Zenta. Las fuerzas austriacas consiguen una decisiva victoria al tomar por sorpresa al ejército turco mientras cruzaba el rio Tisa. Después de esta batalla el imperio otomano no puede avanzar y en 1699 termina la Gran Guerra Turca (1682-1699). 


El 11 de Septiembre 1683 


Las tropas de Sobieski llegaron a Viena. Aunque los turcos les superaban en número (según cálculos de Sobieski, 76,000 vs 300,000), sabían que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de Septiembre, temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y se puso en manos de Dios.

La victoria salvó a Europa y frustró el plan de conquista islámica de Europa. 

La batalla de Viena de 1683: La civilización se salva del peligro islámico.

El escenario político-militar en la segunda mitad del siglo XVII, el siglo terrible que trastornó y cambió para siempre a Europa, se presenta todo menos pacífico. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), iniciada como guerra de religión, prosiguió como conflicto entre la Casa reinante francesa de los Borbones y los Habsburgo para quitar a estos últimos la hegemonía sobre Alemania, derivada de la autoridad imperial. Para alcanzar este objetivo el primer ministro francés Armand du Plessis, cardenal duque de Richelieu (1585-1642), inaugurando una política fundamentada en el sólo interés nacional en detrimento de los intereses de la Europa católica, se alía con los príncipes protestantes.

Los Tratados de Westfalia de 1648 sancionan el debilitamiento definitivo del Sacro Imperio Romano en Alemania, asolada y dividida entre católicos y protestantes y fraccionada políticamente, y establece la hegemonía del rey de Francia Luis XIV (1638-1715). El papel predominante alcanzado en Europa empuja al Rey Sol a aspirar a la misma corona imperial y, con esta perspectiva, no duda en buscar la alianza con los otomanos, mostrándose indiferente a todo ideal cristiano y europeo. En las postrimerías del siglo la Europa cristiana está abatida y replegada en sí misma entre divisiones religiosas y luchas dinásticas, mientras la crisis económica y el descenso demográfico, consecuencias de la guerra, completan el cuadro y lo vuelven especialmente vulnerable.



La ofensiva turca


El imperio otomano, que ya había conquistado los países balcánicos hasta la llanura húngara, fue detenido el 1 de agosto de 1664 en su avance por los ejércitos imperiales guiados por Raimundo Montecuccoli (1609-1680) en la batalla de San Gotardo, en Hungría.

Poco tiempo después, empero, bajo la enérgica guía del Gran Visir Kara Mustafá (1634-1683), la ofensiva turca se reanuda, alentada inconscientemente por Luis XIV en su desaprensiva política anti-habsburgo, y se aprovecha de la debilidad en que se hallan Europa y el Imperio.

Sólo la República de Venecia entabla combate con los turcos a lo largo de la costa del Egeo y por cada metro de Grecia y Dalmacia, combatiendo orgullosamente en la que fue su última y gloriosa guerra como estado independiente, que culmina en la caída de Candia en 1669, defendida heroicamente por Francisco Morosini el Peloponesiaco (1618-1694).

Tras Creta, en 1672 la Podolia - parte de la actual Ucrania - es sustraída a Polonia y en enero de 1683, en Estambul, los estandartes de guerra son orientados hacia Hungría y un inmenso ejército se pone en marcha hacia el corazón de Europa, bajo la guía de Kara Mustafá y del sultán Mehmet IV (1642-1693), con la intención de crear una gran Turquía europea y musulmana con capital en Viena.

Las pocas fuerzas imperiales - apoyadas por milicias húngaras guiadas por el duque Carlos V de Lorena (1643-1690) - tratan inútilmente de resistir. El gran caudillo al servicio de los Habsburgo toma el mando a pesar de estar todavía convaleciente de una grave enfermedad que lo había llevado al umbral de la muerte, de la cual - se dice - lo salvaron las oraciones de un padre capuchino, el venerable Marco da Aviano (1631-1699). El religioso italiano, enviado por el Papa ante el Emperador e infatigable predicador de la cruzada anti-turca, aconseja que todas las insignias imperiales lleven la imagen de la Madre de Dios. Desde entonces las banderas militares austriacas mantendrán la efigie de la Virgen a lo largo de dos siglos y medio, hasta el momento en que Adolfo Hitler (1889-1945) las hizo retirar.



Las "campanas de los turcos"


El 8 de julio de 1683 el ejército otomano se desplaza de Hungría a Viena, llegando el 13 de julio e iniciando su sitio. Durante el recorrido fueron asoladas las regiones por las que pasó dicho ejército, que saqueó ciudades y aldeas, destruyendo iglesias y conventos, masacrando y esclavizando a las poblaciones cristianas.

El emperador Leopoldo I (1640-1705), tras haber confiado el mando militar al conde Ernst Rüdiger von Starhemberg (1638-1701), decide abandonar la ciudad y alcanzar Linz para organizar desde allí la resistencia de los pueblos germánicos contra el tremendo peligro que se cernía sobre ella.

En el imperio tocan a rebato las "campanas de los turcos", como ya había ocurrido en 1664 y en la centuria anterior, y comienza la movilización de los recursos imperiales, mientras el emperador teje febrilmente negociaciones para convocar a todos los príncipes, católicos y protestantes, iniciativa que fue torpedeada por Luis XIV y por Federico Guillermo de Brandenburgo (1620-1688), y solicita la inmediata intervención del ejército polaco, invocando el supremo interés de la salvación de la Cristiandad.


El Papa Inocencio XI


En este trance dramático da sus frutos la política europea y oriental alentada desde hacía años por la Santa Sede, sobre todo gracias al cardenal Benedetto Odescalchi (1611-1689), elegido Papa con el nombre de Inocencio XI en 1676 y beatificado en 1956 por el Papa Pío XII (1939-1958).

Custodio convencido del gran espíritu cruzado, el Pontífice, que como cardenal gobernador de Ferrara se había ganado el título de "padre de los pobres", promueve una política previsora orientada a crear un sistema de equilibrios entre los príncipes cristianos para encauzar su política exterior contra el imperio otomano. Sirviéndose de hábiles y decididos ejecutores, como los nuncios Obizzo Pallavicini (1632-1700) y Francisco Buonvisi (1626-1700), el venerable Marcos de Aviano y otros, la diplomacia pontificia media y concilia entre las diferencias europeas, logrando la paz entre Polonia y Austria, favoreciendo la aproximación con el Brandenburgo protestante y con la Rusia ortodoxa, e incluso defendiendo los intereses de los protestantes húngaros frente al episcopado local, dado que todas las divisiones de la Cristiandad tenían que desvanecerse frente a la defensa frente al Islam. No obstante los fracasos e incomprensiones, en el "año de los turcos", 1683, el Papa consigue ser el alma de la gran coalición cristiana, consiguiendo dinero en toda Europa para financiar a las tropas de los grandes y pequeños príncipes y pagando personalmente un destacamento de cosacos del ejército de Polonia.


El cerco

Mientras tanto, en Viena, invadida por los exiliados, se consuma el vía crucis del cerco, que la ciudad soporta heróicamente. 6.000 soldados y 5.000 hombres de la defensa cívica se oponen, aislados del resto del mundo, al inmenso ejército otomano, armado con 300 cañones. Todas las campanas de la ciudad son reducidas al silencio excepto la de San Esteban, llamada Angstern, "angustia", que con sus incesantes tañidos convoca a los defensores. Los asaltos contra los baluartes y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo son diarios y cada día puede ser el último, mientras los socorros están todavía lejos. Inducido por el Papa y por el emperador, a la cabeza de un ejército, se desplaza a marchas forzadas hacia la ciudad sitiada el rey de Polonia Juan III Sobieski (1624-1696), que ya por dos veces había salvado Polonia de los turcos. Finalmente, el 31 de agosto se une con el duque Carlos de Lorena, que le otorga el mando supremo y, cuando se le reúnen todos los contingentes del imperio, el ejército cristiano se pone en marcha hacia Viena, donde la situación es extremadamente dramática. Los turcos han abierto brechas en las murallas y los defensores supervivientes, tras haber rechazado dieciocho ataques y realizado veinticuatro salidas, están exhaustos, mientras los jenízaros atacan, encendidos por sus predicadores y los jinetes tártaros recorren Austria y Moravia. El 11 de septiembre Viena vive con angustia la que parece su última noche y von Starhemberg envía a Carlos de Lorena su último mensaje desesperado: "No perdáis más tiempo, clementísimo Señor, no perdáis más tiempo".


La batalla


Al amanecer del 12 de septiembre de 1683 el venerable Marcos de Aviano, tras haber celebrado Misa ayudado por el rey de Polonia, bendice al ejército en Kalhenberg, cerca de Viena: 65.000 cristianos se enfrentan en una batalla campal contra 200.000 otomanos.

Están presentes con sus tropas los príncipes del Baden y de Sajonia, los Wittelsbach de Baviera, los señores de Turingia y de Holstein, los polacos y los húngaros, el general italiano conde Enea Silvio Caprara (1631-1701), además del joven príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736), que recibe su bautismo de fuego.

La batalla dura todo el día y termina con una terrible carga al arma blanca, guiada por Sobieski en persona, que pone en fuga a los otomanos y concede la victoria al ejército cristiano: éste sufre solamente 2.000 pérdidas contra las más de 20.000 del adversario. El ejército otomano se da a la fuga en desorden, abandonando todo el botín y la artillería y tras haber masacrado a centenares de prisioneros y esclavos cristianos. El rey de Polonia envía al Papa las banderas capturadas acompañándolas con estas palabras: "Veni, vidi, Deus vincit". Todavía hoy, por decisión del Papa Inocencio XI, el 12 de septiembre está dedicado al Santísimo Nombre de María, en recuerdo y en agradecimiento por la victoria.

Al día siguiente el emperador entra en Viena, alegre y liberada, a la cabeza de los príncipes del Imperio y de las tropas confederadas y asiste al Te Deum en acción de gracias, oficiado en la catedral de San Esteban por el obispo de Viena-Neustadt, luego cardenal, el conde Leopoldo Carlos Kollonic (1631-1707), alma espiritual de la resistencia.


El retroceso del Islam


La victoria de Kalhenberg y la liberación de Viena son el punto de partida para la contraofensiva dirigida por los Habsburgo contra el imperio otomano en la Europa danubiana, que conduce, en los años siguientes, a la liberación de Hungría, de Transilvania y de Croacia, dando además la posibilidad a Dalmacia de seguir siendo veneciana. Es el momento en el que se manifiesta con mayor fuerza la grandeza de la vocación y de la misión de la Casa de Austria en la redención y la defensa de la Europa sur-oriental. Para realizarla moviliza bajo las insignias imperiales los recursos de alemanes, húngaros, checos, croatas, eslovacos e italianos, asociando venecianos y polacos, construyendo aquel imperio multiétnico y multirreligioso que dará a la Europa Oriental estabilidad y seguridad hasta 1918.

La gran alianza, que consigue tomar vida en el último momento merced al Papa Inocencio XI, recuerda la empresa y el milagro realizados un siglo antes gracias a la obra del Papa san Pio V (1504-1572) en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Por el giro impreso a la historia de Europa Oriental, la batalla de Viena puede ser comparada a la victoria de Poitiers en 732, cuando Carlos Martel (688-741) detiene el avance de los árabes. Y la alianza que en 1684 es ratificada con el nombre de Liga Santa registra un acuerdo único entre alemanes y polacos, entre imperio y emperador, entre católicos y protestantes, alentada e impulsada por la diplomacia y por el espíritu de sacrificio de un gran Papa, encaminado a la consecución del objetivo de la liberación de Europa de los turcos.

En aquel año se realiza una hermandad de armas cristiana que da lugar a la última gran cruzada que, tras la victoria y desaparecido el peligro, fue pronto olvidada, con lo que, tras Viena, en Europa las "campanas de los turcos" callan para siempre.

Para profundizar: ver un cuadro general de la situación europea en el siglo XVI en AA.VV., Storia d´Europa, tomo IV: L´Età Moderna. Secoli XVI-XVIII, Einaudi, Turín 1995; una historia de la Casa de Austria en Adam Wandruska, Gli Asburgo, trad. It., TEA, Milán 1993; para profundizar aspectos más específicos, Ekkehard Eickhoff, Venezia, Vienna e i Turchi. Bufera nel Sud-est europeo. 1645-1700, trad. It., Rusconi, Milán 1991; y en Jan Wladislaw Wos, La Polonia. Studi storici, introducción de Paolo Bellini, Giardini, Pisa 1992, capítulo VII: Giovanni III Sobieski e la battaglia di "Viena" (1683), págs. 153-177.

Fuente: Renato Cirelli y T. Angel Espósito.



El autor Christopher Hitchens, entre otros, afirmaba que tal simbólica numeración estaba relacionada con la batalla de Viena, que también alteró el curso de la historia europea.

Por muy tentador que resulte este razonamiento, no es la única conexión existente con el 11 de Septiembre. Esa misma fecha ha sido importante en la historia de EE.UU. en relación con Nueva York y el Pentágono.


Nueva York y el Pentágono



Nueva York es en la actualidad el centro financiero número uno en del mundo, pero una vez fue solo un punto encontrado en el camino hacia Asia, descubierto por el explorador inglés Henry Hudson, quien fue empleado por la compañía Dutch East India Company, primera empresa pública que emitió acciones de valores en su intento de encontrar un paso hacia el Este a Asia.



Henry Hudson







Henry Hudson




Henry Hudson (n. 1565 en Londres - m. 1611 ), fue un navegante y explorador inglés, famoso por haber realizado cuatro importantes viajes de exploración al Ártico. En 1607 hizo su primer viaje para la Compañía de Moscovia y alcanzó las costas de Groenlandia y las Svalbard, y quizá descubrió la isla de Jan Mayen. El año siguiente, para la misma compañía, buscó el paso a la India, esta vez navegando a través de las islas de Nueva Zembla, por el mar de Barents pero fracasó. A su regreso, la Compañía de Moscovia desistió de seguir buscando el paso del Noroeste.

La Compañía Holandesa de las Indias Orientales siguió confiando en encontrarlo y le encomendaron su tercer viaje del año 1609, con el Half Moon y una tripulación de dieciocho o veinte hombres. Nuevamente empezó la búsqueda del paso en Nueva Zembla, intentando abrirse camino a través del hielo, pero debido al frío intensísimo y a las extremas condiciones meteorológicas, la tripulación empezó a inquietarse y Hudson propuso un plan diferente. Pusieron rumbo suroeste a través de Nueva Escocia y bajaron por la costa de Norteamérica, en la certeza de que los océanosAtlántico  y Pacífico solamente estaban separados por un estrecho istmo.

El 11 de Septiembre de 1609 llegó a la bahía de Nueva York, y durante los siguientes meses exploró el río Hudson, remontando 240 kilómetros desde su desembocadura hasta el lugar en donde actualmente se levanta la ciudad de Albany. Antes de terminar el año, Hudson y sus hombres regresaron a Inglaterra, siendo retenidos por el gobierno inglés. Hudson recibió la orden de trabajar a partir de entonces sólo para su país de origen.

En 1610, Hudson partió en el último de sus viajes patrocinado por una recién creada compañía de caballeros ingleses a bordo del Discovery en búsqueda del paso del Noroeste. A mediados del año había atravesado el estrecho de Hudson y alcanzado la bahía de Hudson, donde pasó tres meses explorando las islas y costas orientales. En la creencia de que se encontraba en el Pacífico, navegó rumbo sur hasta la bahía de James. En noviembre el barco estaba atrapado en el hielo, por lo que después de pasar un duro invierno a causa del frío y la escasez de alimentos, la discordia se generalizó entre la tripulación, acabando con un motín en junio de 1611. Hudson, su hijo y otros siete tripulantes fueron abandonados a su suerte en un pequeño bote abierto y nunca más se supo de ellos. Los pocos amotinados que consiguieron sobrevivir pudieron llegar a Inglaterra donde fueron encarcelados, aunque ninguno fue condenado.

En Septiembre de 1609 Hudson entró en la bahía superior de lo que se convertiría en el Puerto de Nueva York y Nueva Jersey. El 11 de Septiembre de 1609 navegaban en lo que hoy es la ciudad de Nueva York. Al día siguiente, Hudson comenzó a remontar lo que hoy es conocido como el río Hudson (aunque el primer europeo que había visto el río había sido en 1524 Giovanni da Verrazano, al servicio de Francisco I de Francia

En ese día tan Hudson y su equipo exploraron la isla de Manhattan. La migración europea pronto se desplazó a la población indígena. Siglos después Manhattan sería la sede de Wall Street, Las torres gemelas y las Naciones Unidas y el centro del comercio mundial.

Fue también el 11 de Septiembre de 1789, cuando George Washington nombró a Alexander Hamilton como  primer Secretario del Tesoro. Hamilton fue el fundador del sistema financiero de Estados Unidos y concibió el plan de vender bonos de Estados Unidos a los ansiosos compradores extranjeros, que sustentaron la seguridad y el crecimiento de la incipiente nación americana. 

Pero el11 de Septiembre también tiene una conexión militar.

Fue el 11 de Septiembre de 1941, cuando se celebró la ceremonia  de inauguración de la nueva sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos, el edificio del Pentágono.

El Pentágono fue el edificio de oficinas más grande del mundo, un edificio en forma geométrica de cinco lados (del que deriva su nombre) que cuenta  con más de diecisiete millas de pasillos, y con una capacidad para alojar veinte tres mil empleados.  Fue exactamente en su 60 cumpleaños, el 11 de Septiembre de 2001, cuando este edificio, junto a las Torres Gemelas de Nueva York, fue atacado.

















Finalmente también existe otro patrón común en muchos de los ataques de los extremistas islámicos. Está conectado con el número cuatro:

El 11 de Septiembre de 2001 hubieron cuatro aviones secuestrados implicados, tres de los cuales alcanzaron el objetivo señalado. También fueron cuatro las bombas detonadas el 11 de Marzo de 2004 en Madrid y finalmente hubieron cuatro bombas en Londres y Bruselas en donde la cuarta no estalló. 


Sin embargo se desconoce por la mayoría que el 11 de Septiembre de 2001 no fue la primera vez que se secuestraron cuatro aviones internacionales de forma simultánea.

Resulta en verdad extraño que la prensa, conocida ampliamente porque siempre ante acontecimientos de alcance máximo busca profusamente hechos similares con los que establecer comparaciones omitiese por completo referencia alguna al secuestro de los cuatro aviones en Dawson Field en el año 1970. Dicho secuestro, ejecutado sincrónicamente, fue protagonizado por militantes del Frente Popular para la Liberación de Palestina que viajaban como pasajeros a bordo de los aparatos.








Los 310 rehenes fueron trasladados al campo de Dawson en Jordania. Siguieron tensos días de negociaciones entre los gobiernos occidentales y los secuestradores. El 11 de Septiembre de 1970 el presidente estadounidense Richard Nixon ordenó crear un cuerpo especial, compuesto inicialmente por cien agentes federales que comenzaron a trabajar como escoltas en vuelos en Estados Unidos.

Tanto EE.UU. como Israel se negaron a negociar a cambio de la vida de los rehenes. Sin embargo Gran Bretaña lo hizo y la mayoría de los pasajeros y los pilotos fueron puestos en libertad el 11 de Septiembre 1970 y trasladados a Amman. Los terroristas detenidos, que reclamaban la liberación de presos palestinos encarcelados por Israel, fueron 56,  pero sólo una persona resultó muerta durante el secuestro, uno de los secuestradores.

Más adelante en el tiempo, doce años después,, otro 11 de Septiembre enfrentó de nuevo a Palestinos e Israelies. Fue en el año de 1982 cuando las fuerzas de seguridad de las Naciones Unidas, que había sido desplazadas para garantizar la seguridad de los refugiados palestinos en Beirut,  el Líbano, fueron evacuadas. Cinco días después las fuerzas de defensa de Israel junto a la milicia cristiana libanesa, actuaban en un episodio infame durante la masacre de  Sabra y Shatila.

Hay una cruel ironía sobre la fecha 11 de Septiembre que se remonta a la Feria Mundial de Chicago de 1893. Irónicamente también fue un 11 de Septiembre cuando se reunieron por primera vez representates de todas las religiones, en una reunión denominada Parlamento de las Religiones, con la misión de crear un diálogo entre las distintas creencias. Han pasado 123 años y aún no se ha conseguido.




El móvil de los atentados de París y Bruselas

Por Thierry Meyssan

28 Marzo 2016


Se desconoce, por el momento, quién ordenó los atentados perpetrados en París y en Bruselas. Aunque se han mencionado varias pistas, la única hipótesis que se sostiene es la de una operación decidida por Turquía. Thierry Meyssan relata aquí el conflicto secreto que pesa sobre las relaciones entre la Unión Europea, Francia y Turquía desde hace 5 años.





En 2011, los ministros de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé, y de Turquía, Ahmet Davutoglu, acordaban en secreto la creación de un Sunnistán, que abarcaría territorios de Irak y Siria –tarea que quedaría en manos del Emirato Islámico–, y crear un seudo Kurdistán al que serían empujados los kurdos de Turquía. Aquel proyecto tenía el respaldo de Israel y el Reino Unido.





En 2011, los ministros de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé, y de Turquía, Ahmet Davutoglu, acordaban en secreto la creación de un Sunnistán, que abarcaría territorios de Irak y Siria –tarea que quedaría en manos del Emirato Islámico–, y crear un seudo Kurdistán al que serían empujados los kurdos de Turquía. Aquel proyecto tenía el respaldo de Israel y el Reino Unido.

Es demasiado pronto para decir con certeza de dónde vino la orden que dio lugar a los atentados perpetrados en París, el 13 de Noviembre de 2015, y en Bruselas, el 22 de Marzo de 2016. Por el momento, la única explicación razonable es la que proporcionan los elementos que mencionaremos seguidamente.

Inmediatamente después de la muerte del fundador del islamismo turco, Necmettin Erbakan, y en momentos en que acaba de iniciarse la «primavera árabe», el gobierno del entonces primer ministro turco Erdogan concluye un acuerdo secreto con Francia. Según un diplomático que estudió ese documento, en él se estipulan las condiciones para la participación de Turquía en las guerras contra Libia, que acaba de empezar, y contra Siria, que será el paso siguiente. Representada por su ministro de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, Francia se compromete fundamentalmente a resolver la «cuestión kurda» sin «afectar la integridad del territorio turco». Esta rebuscada fórmula significa que se creará en otro lugar un seudo Kurdistán para expulsar hacia él a los miembros del PKK. Hasta aquel momento, ese proyecto de limpieza étnica, que no es nuevo, sólo se había mencionado en la literatura militar israelí que describía el nuevo Estado creado en territorios pertenecientes a Siria e Irak





El 31 de octubre de 2014, Francois Hollande acompaña a Recep Tayyip Erdogan a la entrada del Elíseo. Pero otro invitado acaba de salir discretamente por la puerta pequeña: el kurdo Salih Muslim




El 31 de Octubre de 2014, el presidente francés Francois Hollande aprovecha una visita oficial de Recep Tayyip Erdogan a París para organizar un encuentro secreto, en el palacio del Elíseo, con el copresidente de los kurdos de Siria, Salim Muslim. Traicionando a los kurdos de Turquía y a su líder histórico, Abdullah Ocalan, Salim Muslim acepta convertirse en presidente del seudo Kurdistán que debería crearse con el derrocamiento del presidente sirio democráticamente electo Bachar al-Assad.

Es el momento de la batalla de Kobane. Los kurdos de Siria defienden durante meses esa ciudad ante la embestida de las fuerzas del Emirato Islámico. La victoria de los kurdos sobre los yihadistas que atacan Kobane modifica seriamente el tablero político: para combatir seriamente a los yihadistas hay que aliarse con los kurdos. Pero los kurdos de Siria no obtuvieron la nacionalidad siria sino al inicio de la guerra, hasta entonces habían sido refugiados políticos turcos en territorio sirio, expulsados de su país durante la represión turca de los años 1980. Los Estados miembros de la OTAN consideraban entonces al PKK, principal organización de los kurdos de Turquía, como una organización terrorista. En lo adelante, los miembros de la OTAN van a establecer una diferencia entre “los malos” del PKK turco y “los buenos” del YPG sirio, a pesar de tratarse de dos organizaciones hermanas.






A raíz de la batalla de Kobane, Francois Hollande cambia de bando y establece claramente su respaldo a los kurdos recibiendo en el Elíseo una delegación del YPG, el 8 de febrero de 2015.




Sorpresivamente, el 8 de febrero de 2015, Francia renuncia a su compromiso anterior. Francois Hollande recibe en el Elíseo, ahora oficialmente, a Asya Abdullah, copresidenta de los kurdos de Siria y fiel a Ocalan, y a la comandante Nesrin Abdullah, esta última en uniforme camuflaje. Salih Muslim no participa en esa reunión.

Recep Tayyip Erdogan reacciona ordenando un atentado del Emirato Islámico contra una manifestación a favor de los kurdos, atentado perpetrado en Suruc el 20 de Julio de 2015. Apoderándose de la retórica antiterrorista, Erdogan declara la guerra al Emirato Islámico y a los kurdos, pero sus fuerzas armadas atacarán solamente a los kurdos. Con ello, Erdogan pone fin al alto al fuego y reinicia la guerra civil en su propio país. A falta de un seudo Kurdistán en Siria, Erdogan provoca un éxodo de kurdos hacia Europa.

El 3 de Septiembre de 2015, la publicación de la fotografía de un niño kurdo ahogado marca el inicio de una gran oleada de migrantes desde Turquía… hacia la Unión Europea, principalmente hacia Alemania. Durante las primeras semanas, los dirigentes alemanes acogen con entusiasmo el flujo masivo de nuevos trabajadores, muy necesarios para la industria pesada alemana, mientras que los medios de prensa expresan compasión por los refugiados que supuestamente huyen de la dictadura siria. El 29 de Septiembre, los dirigentes franceses y alemanes incluso se apropian de la empatía hacia los migrantes para estudiar la posibilidad de subvencionar la continuación de la guerra asignando 3 000 millones de euros a Turquía –donación presentada a la opinión pública como una ayuda humanitaria para los refugiados.

A finales de Septiembre de 2015, Rusia inicia su operación militar contra todos los yihadistas, independientemente de la bandera que agiten. Viendo en grave peligro su proyecto, Recep Tayyip Erdogan empuja a Salih Muslim a emprender una operación de kurdización forzosa del norte de Siria. Brigadas kurdas expulsan a los profesores árabes y asirios de las escuelas y los reemplazan con maestros kurdos. Los sirios se rebelan y recurren a los rusos. Estos últimos tratan de restablecer la calma e incluso mencionan una posible federalización ulterior de Siria. Francia brilla por su ausencia.

El 13 de Noviembre, exasperada por los repetidos cambios de rumbo de Francois Hollande, Turquía utiliza a la ciudadanía francesa como rehén y ordena la realización de los atentados de París, con un saldo de 130 muertos y 413 heridos.


Escribí entonces:

«Los sucesivos gobiernos franceses han establecido alianzas con Estados cuyos valores son contrarios a los valores de la República Francesa. Los gobiernos franceses sucesivos han ido comprometiéndose progresivamente a librar guerras secretas por cuenta de esos Estados, antes de renunciar a esos compromisos. El presidente Hollande; su jefe de estado mayor particular, el general Benoit Puga; su ministro de Exteriores Laurent Fabius y su predecesor Alain Juppé, ministro bajo el mandato del ex presidente Sarkozy, son actualmente objeto de un chantaje del que sólo podrán librarse revelando en qué implicaron indebidamente al país». [1]

Aterrorizado, París regresa apresuradamente al plan Juppé de 2011. Junto a Londres, fuerza, el 20 de Noviembre, la adopción de la resolución 2249 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Bajo el pretexto de luchar contra el Emirato Islámico, el objetivo es justificar la conquista del norte de Siria para crear allí –finalmente– el seudo Kurdistán hacia donde Recep Tayyip Erdogan podrá expulsar a «sus» kurdos.

Pero Estados Unidos y Rusia retocan ligeramente el texto, de tal manera que Francia y el Reino Unido no pueden intervenir sin ser invitados por Siria –situación que recuerda de inmediato la fracasada operación colonial de 1956, cuando las tropas franco-británicas intentaron ocupar el Canal de Suez con apoyo de Israel y de Turquía, pero tuvieron que retirarse en cuanto Estados Unidos y la URSS fruncieron el ceño.

Durante los 5 meses y medio de intervención rusa en Siria, las relaciones entre Turquía y Rusia empeoraron constantemente. Tienen lugar el atentado contra el vuelo 9268 de Metrojet sobre el Sinaí, las acusaciones de Vladimir Putin en la cumbre del G20 realizada en Antalya, el derribo del Su-24 en el norte de Siria y las sanciones rusas contra Turquía, la publicación de las fotos aéreas de las caravanas de camiones cisterna llevando a través de Turquía el petróleo robado por el Emirato Islámico, etc. Después de sopesar la posibilidad de una guerra contra Turquía, Rusia decide finalmente mostrarse sutil y respaldar al PKK contra el régimen de Erdogan. Serguei Lavrov logra convencer a su interlocutor estadounidense de que hay que aprovechar la inevitable desestabilización en Turquía para organizar el derrocamiento del dictador Erdogan. Sabiéndose amenazado tanto por Rusia como por Estados Unidos, el régimen turco trata nuevamente de buscar aliados. El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, viaja el 5 de Marzo a Teherán y el ministro iraní de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, llega a Ankara el 18 de Marzo. Pero la República Islámica no tiene intenciones de enemistarse con los Dos Grandes.

El 14 de Marzo, Vladimir Putin anuncia la retirada de los bombarderos tácticos rusos. Parece que el proyecto de creación de un seudo Kurdistán vuelve a ser posible. Pero Washington y Moscú se adelantan a Ankara y comienzan la entrega indirecta de armamento al PKK.

Colmo de males para Ankara, ahora es la Unión Europea quien ya no quiere oír hablar de colonizar el norte de Siria. La mayoría de los Estados miembros de la UE sigue la política exterior impuesta por París desde hace 5 años, con la ya ampliamente comprobada ausencia de éxito. Como expresión de descontento, varios países, como Bélgica, han concedido asilo político a líderes kurdos de Turquía. También manifiestan su descontento durante la cumbre UE-Turquía, realizada el 17 y el 18 de Marzo, donde se ven obligados a aceptar definitivamente una subvención de 3 000 millones de dólares anuales para Ankara.

Yo mismo denuncié entonces el comportamiento de las élites europeas que, cegadas por su obsesión antisiria, reproducen el error cometido en 1938. En aquella época, cegadas por su obsesión anticomunista, apoyaron al canciller Hitler cuando este anexó Austria y durante la crisis de los Sudetes (acuerdos de Munich), sin darse cuenta de que así armaban el brazo que acabaría golpeándolos [2].








Mientras se desarrollaba la cumbre UE-Turquía, o sea sin importarle las decisiones que se tomarían, el presidente Erdogan pronuncia un discurso, transmitido por televisión, en ocasión del aniversario 101 de la batalla de Canakkale («la batalla de los Dardanelos», hecho que marcó la victoria del Imperio Otomano sobre los Aliados) y en memoria de las víctimas del atentado perpetrado varios días antes en Ankara. Erdogan declara en ese discurso: 

«No hay ninguna razón para que la bomba que estalló en Ankara no explote en Bruselas o en otra ciudad europea (…) Lanzo aquí un llamado a los Estados que los reciben con los brazos abiertos, que –directa o indirectamente– apoyan las organizaciones terroristas. Ustedes están alimentando una serpiente en su propia cama. Y esa serpiente que ustedes están alimentando puede morderlos en cualquier momento. Ver en sus televisores bombas que explotan en Turquía quizás no significa nada para ustedes. Pero cuando las bombas empiecen a estallar en las ciudades de ustedes, entonces entenderán ustedes lo que sentimos. Pero ya será demasiado tarde. Dejen ustedes de respaldar actividades que nunca tolerarían en su propio país, y que sólo toleran cuando son en contra de Turquía.» [3]..

Cuatro días después, ocurren los atentados de Bruselas, que dejan un saldo de 34 muertos y 260 heridos. Y, para que nadie crea en una simple coincidencia sino más bien en un acto deliberado, al día siguiente la prensa turca se regocija ante el castigo infligido a Bélgica [4].

Desde que el presidente Erdogan reanudó la guerra civil en su propio país, esa guerra ha segado más de 3 500 vidas en Turquía.



NOTA


[1] «La República Francesa como rehén», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de Noviembre de 2015.

[2] «El suicidio europeo ante Turquía», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 21 de Marzo de 2016.

[3] Ver un fragmento del discurso: «Amenaza de Erdogan contra la Unión Europea», por Recep Tayyip Erdogan, Red Voltaire, 25 de Marzo de 2016.

[4] «Turquía reivindica el baño de sangre de Bruselas», por Savvas Kalederides, Red Voltaire, 24 de Marzo de 2016.


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