A 2 minutos y medio de la Medianoche
Por Manlio Dinucci
7 Febrero 2017
Al hacer el balance del año 2016, los científicos estadounidenses especializados en temas nucleares han comprobado un aumento del peligro nuclear. Manlio Dinucci observa que las recientes declaraciones de Donald Trump no parecen invertir el curso actual de los acontecimientos.
El presidente Obama recibió el Premio Nobel de la Paz por su compromiso a favor de la desnuclearización mundial y visitó Hiroshima. Pero el peligro nuclear se incrementó considerablemente bajo su mandato. ¿Invertirá Donald Trump la marcha, aparentemente inexorable, hacia la hecatombe atómica?
Por fin sonó el teléfono y Paolo Gentiloni [el primer ministro de Italia. NdT.], después de una larga y febril espera, pudo escuchar la voz del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
El tema central de la llamada telefónica –según informa la oficina del primer ministro– fue la «histórica amistad y colaboración entre Italia y Estados Unidos» en el marco de la «fundamental importancia de la OTAN».
Pero el comunicado italiano omite un detalle que la Casa Blanca sí dio a conocer: en su llamada telefónica a Gentiloni, Trump no sólo «recordó el compromiso de Estados Unidos en la OTAN» sino que «subrayó la importancia de que todos los aliados compartan la carga monetaria del gasto de defensa», o sea que aporten al menos un 2% de su PIB. Para Italia, eso significa pasar de los actuales 55 millones de euros diarios dedicados al sector militar –según la OTAN, en realidad es más– a 100 millones de euros al día.
Gentiloni y Trump se dieron cita para el mes de mayo, cuando el G7, bajo la presidencia de Italia, debe reunirse en Taormina, a un poco más de 50 kilómetros de la base que Estados Unidos/OTAN mantiene en Sigonella y a 100 kilómetros de la instalación MUOS construida en Niscemi, dos puntos fundamentales de lo que, en la conversación telefónica, se describe como «colaboración entre Europa y Estados Unidos por la paz y la estabilidad».
Los científicos nucleares estadounidenses confirman el resultado de esa colaboración: la aguja del «Reloj del Apocalipsis» –el simbólico indicador que esos científicos utilizan en su boletín para indicar a cuántos minutos estamos de la «Medianoche» que sería una guerra nuclear– se movió. En 2015, estábamos a 3 minutos de esa «Medianoche». En 2017 estamos a 2 minutos y medio.
Observación: el nuevo nivel de alarma es más alto que el de los años 1980, cuando la tensión entre Estados Unidos y la URSS estuvo en su punto más álgido.
Ese es, en realidad, el resultado de la estrategia de la administración Obama, que, al orquestar el putsch de la Plaza Maidan, inició la reacción en cadena que provocó la actual situación de confrontación con Rusia, incluso en el plano nuclear, convirtiendo a Europa en la primera línea de una nueva guerra fría, en ciertos aspectos mucho más peligrosa que la anterior.
¿Qué hará Trump? En su conversación telefónica con el presidente ucraniano Porochenko –anuncia la Casa Blanca– dijo que «trabajaremos con Ucrania, con Rusia y con otras partes interesadas para ayudarlas a restablecer la paz a lo largo de las fronteras». No aclara, empero, si en las fronteras de Ucrania incluye o no la península de Crimea, cuya población optó por separarse de Ucrania para reincorporarse a Rusia.
En la ONU, la nueva embajadora de Estados Unidos Nikki Haley, declaró que las sanciones estadounidenses contra Rusia se mantienen en vigor y condenó las «acciones agresivas rusas» en el este de Ucrania, donde lo que en realidad sucede es un reinicio de la ofensiva de las fuerzas de Kiev, que incluyen los batallones neonazis, entrenados y armados por Estados Unidos y la OTAN.
Al mismo tiempo, el presidente Porochenko anuncia que quiere hacer un referéndum sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN. Aunque ya es de facto parte de la OTAN, es evidente que la entrada oficial de Ucrania en la alianza atlántica tendría para Rusia el efecto de una bomba.
Mientras tanto, Gran Bretaña se pone en movimiento. Mientras intensifica la cooperación de sus fuerzas aeronavales con las de Estados Unidos, envía al Mar Negro –frente la costa de Rusia y por primera vez desde el fin de la guerra fría– una de sus unidades navales más modernas, el destructor HMS Diamond (con un costo superior a los 1 000 millones de libras esterlinas), a la cabeza de una «task force» o «fuerza de tarea» de la OTAN y como apoyo a 650 soldados británicos implicados en otro nebuloso «ejercicio» en Ucrania.
Gran Bretaña también está enviando a Polonia y a Estonia 1 000 soldados de unidades de asalto y varios cazabombarderos Typhoon, capaces de llevar armamento nuclear, a Rumania.
En resumen, mientras que Gentiloni habla con Trump de colaboración entre Europa y Estados Unidos por la paz y la estabilidad, la aguja del «Reloj del Apocalipsis» sigue avanzando hacia la medianoche nuclear.
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