Así en el gráfico de la Unión Europea la Luna estaba en 24º19' Tauro en conjuncion aplicativa sobre la estrella Algol, que en ese momento se encontraba en 26º05' Tauro, mientras en el eclipse lunar parcial estuvo situada en 26º46' Tauro y Algol en 26º28'Tauro.
¿Italia y Francia van a
guiar la Unión Europea?
24 Noviembre 2021
El
presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Italia, Mario
Draghi, se disponen a firmar el 26 de noviembre un acuerdo entre sus dos
países.
Los
gobiernos de Francia e Italia pretender asumir conjuntamente el liderazgo de la
Unión Europea a raíz de la próxima salida de la canciller alemana Angela
Merkel de la escena política y de la llegada al poder en Alemania de un
gobierno de coalición encabezado por su sucesor, Olaf Scholz.
La
firma del acuerdo franco-italiano coincide además con el hecho que el 1º de
enero de 2022 Francia debe asumir por 6 meses la presidencia rotatoria de la
Unión Europea.
El
tratado entre Francia e Italia incluye una serie de disposiciones de
cooperación industrial y en materia de defensa.
Después
del Brexit, el paso del tándem franco-alemán a la conformación de un binomio
franco-italiano podría iniciar el regreso a la antigua rivalidad entre Francia
y Alemania y acelerar el fin de la Unión Europea.
Fuente: Red Voltaire
La Unión Europea Inicia su
Disolución
Por Thierry Meyssan
El Tratado que Francia e Italia acaban de firmar en Roma y el proyecto de la coalición gubernamental del próximo canciller de Alemania, Olaf Scholz, son incompatibles con la historia de la Unión Europea. París y Berlín acaban de dar pasos concretos que sólo pueden dar inicio a la inevitable disolución de la Unión Europea.
Con
el fin de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill imaginó un sistema que
permitiría a los anglosajones garantizar que Europa occidental no cayera en
manos de la Unión Soviética para que ellos pudieran mantenerla bajo su propio
control. Se trataba de crear un mercado común europeo con los países
arruinados por la guerra que aceptaran el Plan Marshall [1].
En
aquella época, Estados Unidos y Reino Unido avanzaban de manera coordinada. En
pocos años sentaron las bases de nuestro mundo: la OTAN es una alianza militar
cuyo control ejercen Washington y Londres mientras que lo que acabaría
convirtiéndose en la Unión Europea es la organización civil donde los
anglosajones alinean a sus aliados. Claro, los miembros de la primera no son
necesariamente miembros de la segunda, pero no es menos cierto que las dos
tienen sus sedes respectivas en Bruselas y que ambas son de hecho las dos caras
de la misma moneda. Los servicios comunes de ambas estructuras están
discretamente instalados en Luxemburgo.
Luego
de la crisis entre Washington y Londres, en el momento de la expedición de
Suez, el Reino Unido –que estaba perdiendo su imperio– decidió incorporarse a
aquello que todavía no era la Unión Europea. En 1958, Harold Macmillan fracasó
en esa misión pero Edward Heath finalmente lo logró en 1973. Sin embargo, la
correlación de fuerzas siguió evolucionando y el Reino Unido abandonó la Unión
Europea a finales de 2020, volviéndose nuevamente hacia su antiguo imperio,
bajo la noción de la «Global Britain».
Todos
los documentos de la Unión Europea se traducen a cada una de las lenguas
oficiales de sus países miembros, más el inglés, que se convirtió en la lengua
oficial de la UE a pesar de que ninguno de sus miembros actuales lo tiene como
idioma oficial. Y no es porque el Reino Unido haya sido miembro de la Unión
Europea sino porque esta última se halla bajo la “protección” de la OTAN, lo
cual se estipula en el artículo 42, párrafo 7 del Tratado de Lisboa, impuesto a
los pueblos europeos sin consulta en lugar del Tratado Constitucional que los
electores habían rechazado [2].
Alemania,
país que hasta 1990 vivió bajo la ocupación de las cuatro potencias vencedoras
de la Segunda Guerra Mundial, se adaptó a no seguir siendo una potencia
militar. Todavía hoy los órganos de inteligencia alemanes –reorganizados por
Estados Unidos con la contribución del antiguo personal nazi– siguen estando
al servicio de los antiguos ocupantes occidentales mientras que el Pentágono
mantiene en suelo alemán importantes bases militares, bajo un estatus de
supuesta extraterritorialidad.
Francia,
por el contrario, sueña con ser militarmente independiente. Fue por eso que
Charles de Gaulle, después haber sido el líder de la Francia Libre durante la
Segunda Guerra Mundial, sacó a Francia del mando integrado de la OTAN en 1965.
Pero, otro presidente, Nicolas Sarkozy, la reincorporó al bloque militar en
2009. Hoy en día, las operaciones de las fuerzas armadas francesas en el
exterior se desarrollan bajo la supervisión de generales estadounidenses.
Alemania
y Francia asumieron por años el liderazgo de la entidad que hoy conocemos como
la Unión Europea. El presidente francés Francois Mitterrand y el canciller
alemán Helmut Kohl concibieron la transformación de la Comunidad Económica
Europea en una entidad supranacional –la Unión Europea– capaz de rivalizar
con la URSS y China pero que seguiría siendo vasallo de Estados Unidos. Esta
estructura, a la cual se incorporaron –por exigencia de Estados Unidos– los ex
miembros del Pacto de Varsovia, a la vez que pasaban a ser miembros de la OTAN,
se convirtió en una gigantesca burocracia.
A
pesar de las apariencias, el Consejo de jefes de Estado y de gobierno de la
Unión Europea no es un súper gobierno sino una caja de resonancia de las
decisiones de la OTAN. Esas decisiones se toman en el Consejo del Atlántico
Norte, controlado por Estados Unidos y Reino Unido, se transmiten a la
Comisión Europea y al Parlamento Europeo y son en definitiva ratificadas por
el Consejo Europeo.
Es
importante saber que la OTAN tiende a meterse en todo: desde los ingredientes
del chocolate (la ración del soldado incluye una barra de chocolate) hasta la
construcción de los puentes europeos (ahora los puentes que se construyen en
Europa tienen que ser utilizables para el tránsito de los tanques de la OTAN),
pasando por las vacunas anticovid (hay que velar por la salud de los civiles
para que los militares estén sanos) y las transferencias bancarias (para
vigilar las transacciones “enemigas”).
Las
fuerzas armadas de Reino Unido y Francia eran los dos únicos ejércitos con un
peso real en la Unión Europea. Así que iniciaron un proceso de acercamiento
con la firma de los Tratados de Lancaster House, en 2010. Pero vino el Brexit
y el ejército francés volvió a quedarse solo, como pudo verse con la reciente
anulación de la compra de submarinos franceses pactada con Australia,
anulación que favoreció al Reino Unido.
La
única opción que le quedaba a Francia era acercarse a las fuerzas armadas de
Italia, a pesar de que estas son dos veces más pequeñas que las fuerzas
armadas francesas. Eso es lo que acaba de decidirse con la firma del Tratado
del Quirinal, el 26 de noviembre de 2021. Esta maniobra se vio facilitada por
la afinidad evidente entre el presidente francés Emmanuel Macron –quien fue
banquero con Rothschild– y el primer ministro italiano Mario Draghi –ex
banquero en Goldman Sachs– y su liderazgo común en la respuesta política ante
la epidemia de coronavirus. De paso también vale la pena observar la increíble
jerga políticamente correcta que caracteriza la redacción de este documento,
muy lejana de las tradiciones latinas [3].
Mientras
tanto, en Alemania, la canciller Angela Merkel deja ese cargo en manos de Olaf
Scholz, a quien no le interesan las cuestiones militares ni los déficits
presupuestarios de Francia y de Italia. El acuerdo de coalición de su gobierno
[4] simplemente alinea la política exterior alemana tras la política exterior
de los anglosajones, o sea la de Washington y Londres.
Hasta
ahora, los gobiernos alemanes encabezados por Angela Merkel luchaban contra el
antisemitismo. El gobierno de Scholz va mucho más lejos y se compromete a
respaldar «todas las iniciativas que promuevan la vía judía y promuevan su
diversidad». Ya no se trata de proteger a una minoría sino de «promoverla».
En
cuanto a Israel, país que Estados Unidos y Reino Unido crearon siguiendo una
lógica imperial [5], el acuerdo de la coalición alemana de gobierno estipula
también que «la seguridad de Israel es un interés nacional» de Alemania y
promete bloquear «los intentos antisemitas de condenar a Israel, incluso en la
ONU». Precisa además que Alemania seguirá apoyando la solución de los dos
Estados ante el conflicto israelo-palestino –lo cual es una manera de decir
que se opondrá al principio de «una persona, un voto»– y expresa regocijo ante
la «normalización» de las relaciones entre Israel y los países árabes. El
gobierno Scholz entierra así la política tradicional del SPD, olvidando que
Sigmar Gabriel, siendo ministro alemán de Exteriores (de 2013 a 2018)
calificaba el régimen israelí de «apartheid».
Olaf
Scholz es un abogado preocupado sobre todo por hacer funcionar la industria de
su país en base a un compromiso entre obreros y patronos. Nunca estuvo
demasiado presente al tratarse de temas internacionales y ha designado como
ministro de Exteriores a la jurista verde Annalena Baerbock. Esta última no
sólo es partidaria de liquidar el uso de los combustibles fósiles sino que
trabaja como agente de influencia de la OTAN, así que clama a toda voz que
Ucrania debe convertirse en miembro de la OTAN y de la Unión Europea, milita
contra Rusia y por ende rechaza el gasoducto Nord Stream 2 mientras que
promueve la construcción en Europa de terminales especializadas para recibir
por barco gas importado desde Estados Unidos, a pesar del costo exorbitante de
tales instalaciones. Además, califica a China de «rival sistémico» y apoya a
todos los separatistas que puedan afectar en algo a ese país –el separatismo
taiwanés y también a los separatistas tibetanos y uigures.
Así
que es previsible un lento alejamiento de las políticas de Alemania y de
Francia y hasta el probable resurgimiento del conflicto que enfrentó a esos
dos países y que dio lugar a 3 guerras entre 1870 y 1945.
Contrariamente
a lo que afirma la propaganda, como señalé al principio, la Unión Europea no
fue creada para garantizar la paz en Europa occidental sino para mantener a las
poblaciones de esa parte de Europa en el bando de los anglosajones durante la
guerra fría. Así que el conflicto franco-alemán nunca llegó a resolverse.
Lejos
de instaurar la paz, la Unión Europea sólo escondió el problema franco-alemán
bajo una especie de manta sin tratar de resolverlo. Peor aún, durante las
recientes guerras en la antigua Yugoslavia, Francia y Alemania llegaron a
enfrentarse militarmente: Alemania apoyaba a Croacia mientras que Francia
respaldaba a Serbia. Berlín y París se concertaban dentro de las fronteras de
la Unión Europea pero se hacían la guerra fuera de ellas y los especialistas en
operaciones especiales saben que hubo muertos de ambas partes.
Las
políticas exteriores eficaces son aquellas que traducen la identidad de sus
naciones. El Reino Unido y Alemania siguen hoy su camino, como naciones orgullosas
de ser lo que son.
Eso
no sucede con Francia, hoy en plena crisis de identidad. El presidente francés
Emmanuel Macron aseguraba al principio de su mandato que «no hay una cultura
francesa». Luego, bajo la presión de los franceses, Macron cambió de discurso…
pero su pensamiento sigue siendo el mismo.
Francia
cuenta con medios, pero ya no sabe qué es ni adónde va. Sigue persiguiendo la
quimera de una Unión Europea independiente, que rivalizaría con Estados
Unidos, mientras que los otros 26 miembros de la UE quieren otra cosa. Pero
Alemania comete un grave error al apostar por el «paraguas nuclear»
estadounidense en momentos en que Estados Unidos ha entrado en un proceso de
descomposición.
Es
evidente que acabamos de entrar en la fase de disolución de la Unión Europea,
una estructura tan anquilosada que será una suerte para cada uno de sus
miembros tener la oportunidad de recuperar su plena independencia. Pero será
también, y sobre todo, un desafío que puede rápidamente tomar un cariz dramático.
Estados Unidos está desmoronándose sobre sí mismo, así que la Unión Europea se
verá pronto sin amo a quien obedecer. Los países que forman parte de esa
entidad tendrán que posicionarse cada uno ante los otros. Es tremendamente
urgente que los europeos comiencen a entenderse entre sí, ya no como simples
socios comerciales sino como compañeros en todo. No hacerlo los llevará
inevitablemente a la catástrofe, a la guerra generalizada.
Ya
se ha podido comprobar que todos los miembros de la Unión Europea –con
excepción de los ingleses, que en definitiva ya la abandonaron– tienen en
común ciertos elementos culturales. Esos elementos son también parte de la
cultura de Rusia, más cercana de la cultura europea que la del Reino Unido.
Ahora
se hace posible reconstruir Europa, pero no como una burocracia centralizada
sino como una red de Estados, abriéndola a quienes se vieron artificialmente
marginados por los anglosajones deseosos de garantizar su propia dominación
sobre el continente durante toda la guerra fría. De eso hablaba Charles de
Gaulle cuando, oponiéndose a Winston Churchill, se declaraba partidario de una
«Europa de Brest a Vladivostok».
NOTAS
[1] «Historia secreta de
la Unión Europea», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 16 de enero de 2005.
[2] «Si un Estado
miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados
miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance, de
conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Ello se
entiende sin perjuicio del carácter específico de la política de seguridad y
defensa de determinados Estados miembros.
Los compromisos y la
cooperación en este ámbito seguirán ajustándose a los compromisos adquiridos en
el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que seguirá
siendo, para los Estados miembros que forman parte de la misma, el fundamento
de su defensa colectiva y el organismo de ejecución de ésta».
[3] «Traité du
Quirinal», Réseau Voltaire, 26 de noviembre de 2021.
[4] Mehr Fortschritt
wagen. Bündnis für Freiheit, Gerechtigkeit und Nachhaltigkeit,
Sozialdemokratischen Partei Deutschlands (SPD), Bündnis 90 / Die Grünen und den
Freien Demokraten (FDP), 2021.
[5] «¿Quién es el
enemigo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de agosto de 2014.
Fuente: Red Voltaire
«EL ARTE DE LA GUERRA»
¿Hacia dónde nos lleva el
eje Roma-París?
Por Manlio Dinucci
2 Diciembre 2021
El Tratado que Italia y
Francia acaban de firmar en Roma modifica radicalmente la arquitectura de la
Unión Europea en materia de defensa. Ya no serán las dos únicas potencias
nucleares europeas (Francia y Reino Unido) quienes encabecen la defensa de la
Unión Europea. Tampoco lo harían el ejército de Francia y la chequera de
Alemania sino los dos ejércitos más importantes que aún quedan en la UE, que
son los de Francia e Italia. Por supuesto, siempre bajo las órdenes de la
OTAN.
Con
el Tratado del Quirinal, el presidente de Italia Sergio Matarella, el primer
ministro italiano Mario Draghi y el presidente de Francia Emmanuel Macron
conforman el nuevo binomio “líder” de la Unión Europea: Francia e Italia.
El
Tratado que acaba de firmarse en Roma, en el Palacio del Quirinal, promovido
por el presidente de la República Italiana, Sergio Matarella, y firmado el 26
de noviembre por el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro
italiano Mario Draghi, es un tratado político mediante el cual Italia y
Francia «se comprometen a desarrollar su coordinación y a favorecer las
sinergias entre sus acciones respectivas a nivel internacional», facilitando
«asociaciones industriales en sectores militares específicos» y otros
programas que impliquen obligaciones financieras para el Estado [1].
Sin
embargo, para que el presidente de la República Italiana pudiese ratificarlo
ese Tratado tendría que haber contado primero con la autorización del
parlamento italiano conforme al Artículo 80 de la Constitución, donde se
estipula que «las Cámaras autorizan por ley la ratificación de los tratados
internacionales que sean de naturaleza política o prevean gastos financieros».
A pesar de lo anterior, el texto del Tratado se mantiene en secreto,
exceptuando solamente a un restringido círculo de miembros del gobierno, hasta
que se decida publicarlo… después de firmado.
El
objetivo del Tratado, revelado al cabo de una negociación secreta, se percibe
claramente por su timing: se concluyó en el preciso momento en que, al salir
de la escena la canciller alemana Angela Merkel, aparecen nuevas correlaciones
de fuerzas en el seno de la Unión Europea. Francia, que asume en enero la
presidencia semestral de la UE, sustituye el eje París-Berlín por un eje
París-Roma.
El
acuerdo franco-italiano se centra en el Artículo 2, dedicado a la «seguridad y
la defensa», que cuenta 7 párrafos. Italia y Francia se comprometen a
«fortalecer las capacidades de la Europa de la defensa, trabajando así
igualmente por la consolidación del pilar europeo de la OTAN». Como ha
subrayado el primer ministro italiano Draghi, en sintonía con Washington, hay
que construir «una verdadera defensa europea, que naturalmente es
complementaria a la OTAN, no sustitutiva: una Europa más fuerte hace que la
OTAN sea más fuerte».
Para
pagar simultáneamente la OTAN y la Europa de la defensa, será necesario un
colosal aumento del gasto militar italiano, que ya hoy sobrepasa los 70
millones de euros diarios.
En
el marco de las «alianzas estructurales» entre sus industrias militares
respectivas, Italia ayudará a Francia a desarrollar las fuerzas nucleares estratégicas
francesas y contribuirá también al desarrollo de los sistemas militares
espaciales de ambos países. El presidente francés Emmanuel Macron ha iniciado
un programa de «modernización» que prevé el desarrollo de submarinos de ataque
nuclear de tercera generación armados de nuevos misiles balísticos, así como
el desarrollo de un avión de combate de sexta generación (FCAS) armado con
nuevos misiles cruceros hipersónicos portadores de ojivas nucleares,
concretamente el misil Tempest, actualmente en etapa de concepción en Reino
Unido.
El
programa que el presidente francés anunció en octubre, sobre la construcción de
un sistema de pequeños reactores nucleares modulares –a un costo de 30 000
millones de euros–, encaja en la «modernización» de las fuerzas nucleares
francesas, lo cual indica que el Tratado del Quirinal probablemente incluye
una colaboración de Italia en ese sector, en el marco del plan tendiente a la
reintroducción de la energía nuclear en el sistema energético italiano.
En
el mismo Artículo 2 del tratado, Italia y Francia se comprometen a «facilitar
el tránsito y el estacionamiento de las fuerzas armadas de la otra Parte en su
propio territorio», sin especificar con qué objetivo, y a coordinar la
participación de ambos países «en misiones internacionales de gestión de
crisis», particularmente en el Mediterráneo, en el Sahel y en el Golfo de
Guinea.
Se
prepara igualmente un fuerte incremento de la participación de fuerzas
especiales italianas –con blindados, aviones y helicópteros de ataque– en la
Task Force Takuba, que opera en Mali y en los países limítrofes con este
último Estado bajo el mando de las fuerzas armadas francesas. Oficialmente, el
objetivo de Takuba en esa región sería la «lucha contra el terrorismo», pero
en realidad apunta a controlar una de las zonas más ricas en materias primas
estratégicas, cuya explotación está en manos de transnacionales
estadounidenses y europeas, temerosas de los cambios políticos en África y de
la creciente presencia económica de China en ese continente.
Así,
según proclama el Tratado del Quirinal, Italia y Francia unidas actúan en «su
objetivo conjunto de contribuir al mantenimiento de la paz y de la seguridad
internacionales, proteger y promover los derechos humanos».
NOTAS
[1] «Traité du Quirinal», Réseau Voltaire, 26 de noviembre de 2021.
Manlio Dinucci
Fuente:
Red Voltaire
Fuente original:Il Manifesto (Italia)
Traducido al
español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange
Patrizio
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